Felipe Calderón desahogó ayer las frustraciones contenidas desde la pasada campaña presidencial, cuando la nomenclatura panista encabezada, en ese momento, por Ricardo Anaya canceló las aspiraciones políticas de su esposa Margarita, enviándolo hacia una aventura sin destino.
En carta cargada de rencor donde descargó el hígado, dirigida al presidente nacional en funciones, Marcelo Torres, el expresidente presentó su renuncia al partido y denunció al “consorcio” -¿sindicato de gobernadores?- que controla al PAN y destruyó su democracia.
De no ser porque Calderón estaba fuera del PAN desde la campaña pasada y se había convertido en uno de los críticos más severos, su renuncia cimbraría al partido. Pero la suya era una renuncia anunciada, sólo calculó el momento donde más duele para hacerla pública, razón por la cual pierde credibilidad. Más que un acto político buscando democracia y reivindicación, es una expresión de revancha.
Lo anterior no significa que sus palabras carezcan de verdad, el PAN hace tiempo perdió el sentido democrático, dejándose manejar por las cúpulas gobernantes, en este caso lo que el expresidente llama camarilla o consorcio y que no son otros más que los gobernadores que acordaron entregar la presidencia a Marko Cortés.
En Chihuahua sucedió exactamente lo mismo pero en chiquito. Acá Javier Corral decidió que Rocío Reza fuese la presidenta del partido y la señora ganó la elección sin oposición, como estaba previsto.
El único grupo que pudo ofrecer resistencia a las imposición del gobernador es el M3, pero sus liderazgos optaron por la prudencia. Pensando en la próxima elección decidieron guardar compostura y jugar en los términos impuestos por el mandatario.
En consecuencia Jorge Puentes, aspirante sin ninguna posibilidad, aceptó su derrota mucho antes de que empezaran a contar los votos. El hombre sabía que sus posibilidades eran equivalentes a cero, pero decidió llegar hasta el final para decirse robado.
Mal empieza el PAN su camino hacia las próximas elecciones, las intermedias del presente sexenio que serán en julio del 2021, cuando renueven dos tercios de los gobiernos estatales, entre ellos el de Chihuahua y la Cámara de Diputados.
Tampoco es para volverse locos y pedir que tranquilicen los ímpetus de los perdedores, las expresiones de parcial, inequidad y antidemocracia dichas por Gómez Morín y las propias de Puentes en Chihuahua, son parte del juego, su derecho de pataleo.
Falta ver la reacción de Javier Corral, uno de los grandes perdedores en la pasada jornada dominical, pues fue el único de los gobernadores panistas que se apartó del “consorcio” e impulsó la campaña del nieto. En Chihuahua gana, desde luego, pero en el CEN le pondrán los cuernos cada que busque su apoyo.
PAN frente al reto 2021
Febrero del 98 fue un mes agrio para la Familia Feliz de Francisco Barrio, el día dos terminaron la jornada con una derrota electoral inesperada que los hizo llorar; Eduardo Romero, elegido por el grupo gobernante para suceder a Barrio, perdió la interna víctima de un complot urdido entre Ramón Galindo, Enrique Terrazas y la ultraderecha Dhiac.
Galindo, segundo en la primera votación, terminó ganando la elección en una asamblea que pasó a la historia como la “traición de Kike”, materializada en un repleto Manuel Bernardo Aguirre, gimnasio universitario, donde mudó su camisa por la de Galindo frente a los delegados, comprometiendo así los votos del Dhiac a favor del edil juarense.
Los influyentes operadores de un gobierno moteado de idealismo democrático nada pudieron hacer para evitar la traición, tampoco el presidente estatal del PAN, un joven e impetuoso exdiputado local llamado Javier Corral, al que Barrio responsabilizó de la asamblea. Prevaleció la traición.
Desde que ganaron en la elección del 92 contra Jesús Macías no consiguieron ningún otro triunfo político. El aviso más serio de que traían el santo volteado lo recibieron tres años antes, en las intermedias del 95, cuando perdieron el Congreso estatal contra los diputados propuestos por Artemio Iglesias y Saúl González Herrera. Desde ahí caminaron en derrota tras derrota hasta que terminaron entregando el gobierno a Patricio Martínez, del odiado PRI.
Veinte años después e iniciado una nueva era policía, hay paralelismos asombrosos entre el PAN de Francisco Barrio y el de Javier Corral. Hoy, como antes, las sombras de la derrota se proyectan a mitad del presente gobierno, cual maldición gitana.
En la elección pasada no perdieron contra el PRI, los arroyó el tsunami de Morena dejándolos con una tercera parte de los diputados, 11 de 33. Si mantienen el control de la Legislatura con esa ridícula cantidad de votos es por falta de oficio e impericia política de la oposición, donde Morena tienen mayoría. Durante las negociaciones para instalar la Legislatura arrullaron a los inexpertos con el dedo en la boca y quedaron conformes, pero en el fondo Fernando Álvarez Monge y los otros diputados saben que están derrotados electoralmente.
¿Se habrá percatado Javier Corral que su partido naufraga, como sucedió en los tiempos de Barrio o pensará que puede manipular la voluntad de los panistas, imponer candidato y entregar el estado a uno de los suyos? Sólo él tiene la respuesta, imposible hurgar entre sus pensamientos. Sin embargo a la distancia se observan evidencias de soberbias infladas del tipo que nublan la razón de los gobernantes y los hace construir sus propias “realidades”. La de Corral podría ser una de esas.
Hoy elegirán presidentes del Comité Ejecutivo Nacional y Directivo Estatal. Los impulsos democráticos, como el de aquella elección del dos de febrero del 98, hace tiempo quedaron atrás en el PAN, de modo que cualquiera en el partido sabe que las elecciones son mero trámite. La presidencia del CEN será para Marko Cortés y Rocío Reza ganará la del CDE, a menos que surja una rebelión inesperada. Improbable.
Las contiendas de dirigentes dejan un galimatías ininteligible entre los grupos y hacen un misterio de las próximas elecciones internas. Es lo que sucede cuando resuelven los relevos en razón de intereses cupulares: Anaya y los gobernadores decidieron la presidencia del CEN para Cortés; Javier Corral, por que puede y sin ánimo conciliatorio con el M3, eligió a Rocío Reza para el CDE. La votación de los delegados servirá sólo para ratificar las voluntades superiores.
Acá el toque político no queda en los detalles, como suele suceder, está en los resultados y el corrimiento de las fuerzas en torno a los nuevos dirigentes. Maru y el M3 ganan con Marko Cortés; Corral y Madero con Rocío Reza, enemiga íntima de Maru. Puesto así de maniqueo para efectos didácticos ¿Dónde quedará la fortaleza para designar candidato a la gubernatura, en dos años, en México o en Chihuahua?.
Esta respuesta está sujeta a la evolución política de las fuerzas que moverán al partido y el estado en que se encuentre, entonces, el gobierno estatal.
En una lógica electoral sin fobias, la candidata debe ser Maru Campos, siendo que detuvo el tsunami morenista donde fracasaron los candidatos de Corral, principalmente Gustavo Madero y Rocío Reza. A no ser por las victorias en la capital, el PAN habría quedado reducido a siete u ocho diputados en el Congreso, complicando más de lo que ya están los siguientes tres años.
¿Se allanaría Corral a reconocer el liderazgos de la alcaldesa, siendo públicas y aparentemente insalvables sus diferencias políticas? Sinceramente lo dudo, más bien pienso que hará hasta lo imposible por que Gustavo Madero, así derrotado como está, se quede con la gubernatura. Es la mezquina condición política exacerbada en rencillas personales.
Habría que redefinir, en consecuencia, la pregunta: ¿Podrá Javier Corral imponer de candidato a Gustavo Madero sobre Maru Campos? Lo sabremos en el curso de los próximos dos años, todo queda sujeto a la fortaleza con que llegue a las fechas de la decisiones y a la capacidad de acuerdo que pueda establecer Maru con Marko Cortés y los actores nacionales adversos al gobernador.
Si Javier Corral se afianza políticamente con el gobierno de López Obrador, donde ha puesto sus esperanzas, podría reencausar el trastabillante rumbo del gobierno y terminar fuerte; si lo domina su obsesión por detener a Duarte y a Peña, concentrando la agenda de gobierno en el objetivo único de encarcelarlos, cerrará hecho girones, sin fuerzas ni ánimo para luchar por herederos.
Su apuesta es muy alta, está lejos de conseguir la extradición de Duarte y eleva el margen de riesgo poniendo a Peña en el circuito de la corrupción. No hay sentido, pero es lo que hemos visto en los primeros dos años.
Éste camino es el que empieza a recorrer, a partir de las elecciones de hoy, el Partido Acción Nacional de Chihuahua. Transitará sobre dos vías, una veces repelentes entre si, otras armoniosas. El paso y rumbo que adopten será exigido por intereses nacional, en su mayoría previsiblemente a favor de Maru, y los vaivenes del gobierno local, resuelto a que pase Madero, en su propósito justiciero cuyos resultados serán determinados por la relación con López Obrador.
En los dos años que vienen, sus liderazgos tomarán algunas de las decisiones más importantes para las próximas décadas y ni ellos mismos saben en qué resultarán sus confrontaciones o alianzas. En esa coyuntura Chihuahua es sólo un factor y ciertamente no preponderante.
El camino empieza hoy con la elección de dirigentes, los primeros en una nueva era política que le resulta desconocida o por lo menos incierta. En adelante su adversario no será más el PRI, al que aprendieron a conocer hasta asimilar sus vicios y ninguna de las virtudes.
En los próximos tres años enfrentarán a un fortalecido Morena, para entonces provisto de una base electoral de beneficiarios de programas sociales: jóvenes desocupados, lisiados impedidos para trabajar, adultos mayores, madres solteras, desempleados, estudiantes fósiles, activistas oportunistas y una clase empresarial cebada en los contratos de obra que gustosa abrirá sus chequeras para el patrocinio de campañas domésticas.
Sus candidatos estarán, además, fortalecidos en un corporativismo remasterizado que los hará electoralmente poderosos. El regreso del Elba Esther y Napoleón Gómez, el amansamiento de la CNTE y el sometimiento del sindicato petrolero, la creación de una nueva Central Campesina y la inminente cooptación de la CTM, son los principios de la “nueva” estructura corporativa.
Para que tengan éxito en ésta realidad que les resulta adversa, Cortés y Reza necesitarán mirar fuera de su entorno próximo e interpretar correctamente los resortes que impulsan la Cuarta Transformación. De otra forma terminaran consumidos en fobias y rencillas internas que no los lleven a ninguna parte.
Si, entiendo y no me hace feliz, es de weba pero es lo que hay. Regresamos a la era de partido hegemónico con el PAN en su histórico papel opositor y no sabemos si tendrán estatura para los nuevos tiempos, ciertamente éstos panistas no son los del 86.