La modelo se alzó con la corona por su «inteligencia y ganas de ayudar». Un nuevo requisito indispensable en este certamen que quiere terminar así con la imagen tan superficial que se tiene del concurso.
La modelo se alzó con la corona también por su belleza: 1,74 metros de altura, cuerpo fibroso y delgado, de tez morena, ojos castaños y pelo oscuro.
Pero Vanessa no es solo su belleza. Estudió Comercio Internacional y tiene un diploma en Derechos Humanos, es directiva de un centro de rehabilitación para mujeres llamado Migrantes en el Camino, y también es oradora del Instituto Nacional de la Juventud.
Vanessa nació en Guanajuato, una de las zonas de mayor tránsito de inmigrantes del país que le ha influido para participar en numerosos proyectos sociales.
Con un currículum extenso a sus espaldas colaborando con diferentes proyectos, aprovechó el certamen para dar a conocer un proyecto llamado Na Vili, que busca ayudar a los hijos de jornaleros migrantes indígenas que salen de Guerrero a Guanajuato.
«Usaré mi reinado para seguir haciendo lo mismo que hago desde hace tres años, es decir, seguir siendo un ejemplo, porque todos podemos ser un ejemplo. El mundo necesita un cambio y ayudar no es tan difícil», comentó la modelo al recibir la corona.
Cuando Ponce de León no está trabajando sobre la pasarela o ayudando a otras personas,aún le queda tiempo para dedicarlo a sus aficiones favoritas: el voleibol y la pintura.
Ponce comenzó su carrera como concursante en el ciclo de Next Top Model de México en 2014, certamen del que resultó ganadora y que le abrió las puertas a otros concursos.
La elección de la modelo como Miss Mundo 2018 no extraña, ya que estaba entre las treinta primeras de una reciente lista publicada por el portal ‘Global Beauties’.
