Con destino a violencia

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Vilfredo Pareto, economista, escritor, filósofo y profesor universitario parisino, escribió el “Manuale di Economía Politica” y el “Trattato di Sociologia”, obras en las que demostró su antipatía profunda por el socialismo y la democracia. Creó el concepto “Eficiencia de Pareto” y contribuyó al desarrollo de la macroeconomía con ideas como las Curvas de Indiferencia. En 1906 hizo la famosa observación de que el 20 por ciento de la población en Italia poseía el 80 por ciento de la propiedad, fenómeno posteriormente generalizado por Joseph M. Jurán en el Principio de Pareto (la medida de la desigualdad de la distribución del ingreso o Regla del 80-20) y explicó  con este principio socioeconómico por qué las sociedades como la nuestra terminan envueltas en conflictos bélicos mal llamados revolucionarios.

¿Por qué a colación la existencia de este estudioso de la política y la sociedad?, porque parece irremediable que nuestra sociedad se dirige irremediablemente a un nuevo colapso de la paz que, si nos descuidamos, terminará en una revuelta social de considerables dimensiones y consecuencias muy probablemente funestas.

Así como Pareto descubrió que en las sociedades del mundo el 20 por ciento de la población posee la mayoría de la riqueza mientras que el 80 por ciento restante enfrenta hambre y sed de progreso, descubrió también que esa desigualdad provoca que los individuos actúen bajo elementos instintivos residuales, no lógicos ni racionales que irremediablemente conducen a la violencia y a la alteración de la paz.

Al renegar de su condición de desigualdad, los individuos buscan la forma de transitar a la clase social privilegiada que posee la mayoría de la riqueza y algunos los hacen por la vía fácil de la delincuencia, mientras otros se esfuerzan por estudiar para crear nuevos instrumentos productivos. Sin embargo, ese 20% es tan reducido como inmutable.

De ahí que los poseedores de gran capital busquen tranquilizar a las masas mediante mecanismos de manipulación social y económica. La fórmula más común es la que las sociedades romanas utilizaron para mantener el orden social en el imperio; el recurso del pan y circo.

Pan y circo significa que con su capacidad económica los ricos buscaron la forma de calmar a las masas para que no atentaran contra su estatus. Por un lado ofreciéndoles comida barata (enlatados, alimentos para micro waves, productos chatarra y bebidas embotelladas en serie, restaurantes accesibles con todo tipo de comida internacional y multitud de bares o antros) al mismo tiempo que ponen a su disposición formas de entretenimiento fútil de todo tipo como el Internet y las redes sociales, video, fotografía, sistemas satelitales de televisión, celulares y juguetes como drones, cámaras y computadoras, mientras que producen bienes muebles e inmuebles que les hacen sentir satisfechas las necesidades que antes estaban reservadas a la clase privilegiada (autos desechables baratos, casas de interés social y financiamiento para emprendedores barato y limitado, telefonía móvil “inteligente”), lo que le produce al ciudadano común la sensación de que está a punto de alcanzar el status de rico.

Al percatarse las personas que con el paso de los años no será posible acceder al sitio de los privilegiados, entra en un estado mental de inconformidad generado por un proceso sicológico denominado “Quiebre de las Expectativas”, inconformidad que sólo encuentra desfogue por dos vías posibles; la abstracción (desinterés del individuo por participar en actividades cívicas, sociales, económicas o aquellas que se desarrollen en colectividad, incluyendo  la abstención del voto electoral) o la violencia, que a su vez tiene dos vías, la delincuencia o la organización de grupos de choque dispuestos a combatir y abatir violentamente a los gobernantes o a los líderes de la clase social privilegiada.

La segunda, la organización revoltosa, normalmente se aglutina en la figura y persona de los denominados neo caudillos, líderes emanados del estrato social desprotegido (del 80%), que no cuentan con partido político y que asumen la representación de las clases agraviadas, normalmente en contra del Gobierno o de la clase económica alta.

¿Y qué con Chihuahua? En mi próxima colaboración abundaré sobre cómo estos fenómenos socioeconómicos han generado las diferentes manifestaciones de violencia y alteración de paz que enfrentamos los chihuahuenses y cómo el Estado se equivoca al convocar a dejarse llevar por la esperanza y el anhelo de un nuevo amanecer para Chihuahua.