Ricardo Anaya, la mezquindad

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El ideario político de Acción Nacional está compuesto y alimentado por innumerables frases de alto contenido filosófico. Manuel Gómez Morín les heredó la más socorrida durante las campañas, “mover las almas” de los mexicanos. Carlos Castilla Peraza y Don Luis H. Álvarez les dejaron otras para evitar perderse una vez que hubiesen movido las almas: “Ganemos la presidencia sin perder el partido” y “Si nunca nos derrotó la derrota, ahora que no nos derrote la victoria”.
La de Gómez Morín encuentra sentido en la brega de eternidad por ganar el poder, que en aquellos años era más una ilusión que un fin en sí mismo; las de Castillo Peraza y Don Luis son advertencias ante la inminencia de un PAN empoderado. Conocían a su gente, por eso las amonestaciones preventivas.
Hoy, cuando el PAN gobierna casi la mitad del país, el próximo año tiene la oportunidad de ganar el Estado de México y competir con éxito por la Presidencia de la República en el 2018, cobran sentido pleno las amonestaciones de sus sabios e ideólogos fallecidos, están ganados pero en riesgo de perder el partido o derrotándose en el triunfo.
En respuesta a la carta donde varios panistas encumbrados, entre ellos Ernesto Cordero, vocero de Calderón, senadores que representan a Rafael Moreno Valle y nuestro Gustavo Madero, pidiéndole que defina sus prioridades políticas; o jefe del PAN nacional o aspirante a presidente, Ricardo Anaya reviró con el mayor cinismo, enorme hasta para un panista, que sería un error histórico dividirse en estos momentos, cuando se ven fuertes para regresar a la presidencia.
Dejen que me siga promocionando en todo el país con los recursos del PAN, si lo hace López Obrador por que no lo haría yo. Es en otras palabras lo que les responde Anaya a los inconformes que piden piso parejo. Además de cínico, el señor es arrogante, pues si no lo dejan, cometerán el error histórico de dividirse.
Los desafía y sigue promocionándose con los recursos del PAN, como si fuese partido de un solo hombre, igual que Morena de López Obrador. Les pudo decir como Carlos Salinas a los perredistas, “ni los veo ni los oigo” y los firmantes del documento se hubiesen dado por satisfechos.
Ese punto es importante, el silencio guardado por los inconformes, pues Anaya siguió tan campante como siempre y ellos resultaron regañados. No molesten, dejen promocionarme en paz, pero señor, oh que la canción, ya les dije que no molesten, entiendan. Así los trato, como a párvulos.
El que tiene la responsabilidad legal y política de conducir al partido, es a la vez quién incuba las ideas que mañana terminarán por fracturarlos, enviando por el caño un proyecto que los puede regresar a Los Pinos. Se conduce como dictadorzuelo, colgándose además de las victorias regionales en las que no tiene participación alguna.
Con ese presidente y los grupos sin saber que hacer para contenerlo, el PAN no camina hacia el divisionismo, está totalmente fracturado. Y el que más contribuye a la ruptura es su propio dirigente, concentrado en construir su campaña, así choque contra los grupos y figuras más representativas.
Anaya recuerda en mucho al Roberto Madrazo antes del 2006, hizo hasta lo imposible por quedarse con la candidatura a la presidencia hasta obtenerla, sin ocuparse de que en el camino frustró toda oportunidad de ganar la elección. Llegó a la final destrozado y los mismos priistas le tendieron la alfombra para su funeral, recuerden el original Tucom, Todos Unidos Contra Madrazo.
¿A qué se atiene Anaya, desafiando a los liderazgos de su partido? Suponga que se queda con la candidatura, sus opciones de alcanzar la presidencia serían escasas, llegaría sólo, como lo hizo madrazo hace doce años.
Pero sus posibilidades de ser candidato son reales, de otro modo no se ocuparían de él personajes tan encumbrados como Calderón, que visualiza a su esposa Margarita de presidenta, Moreno Valle, quién guarda esperanzas de ser el tercero en discordia. Gustavo Madero ya sabemos, se siente traicionado por su antiguo aliado.
Otro gran problema que tiene el PAN, además de su arrogante dirigente, es el acuerpamiento con el PRI, son y se sienten parte del sistema.
Supone que ni en el 2000, cuando ganó Vicente Fox la presidencia, el PAN tenía condiciones políticas tan favorables como las de ahora. Cuentan el número de gubernaturas, alcaldías, la cantidad de mexicanos bajo su gobierno y se miran ufanos, triunfadores, especialmente Ricardo Anaya, que no deja de presumirlo.
La suya es una verdad a medias, ciertamente fueron los grandes ganadores en las elecciones del presente año, pues nunca habían tenido tantas gubernaturas, pero esa victoria es ilusoria, la gente no votó por ellos, lo hizo contra el PRI, y en algunos casos como en Sonora y la alcaldía de Nuevo León, el año pasado, contra el PAN ¿Tan pronto se les olvidó?.
Visto en la lógica priista, a la que obviamente responde Anaya, puede que las condiciones políticas les sean más favorables ahora, pues cuando Fox ganó apenas tenían dos o tres gubernaturas y unas cuantas alcaldías.
Sólo que la realidad social es otra, priva una gran diferencia, antes la gente estaba opuesta al PRI, harta de la corrupción dominante en la vida pública, y veía al PAN como alternativa viable, la única para sacarlo de los Pinos, como decía el propio candidato.
En cambio hoy la gente está opuesta al status quo, del cual el PAN forma parte preponderante y de lo que sobran ejemplos. En nada se distingue éste partido ni sus gobiernos a los del PRI, son una y la misma cosa.
Es un partido acuerpado al poder. Aquí, en Chihuahua, siendo diputado local César Jáuregui pactó con César Duarte para “oxigenar” el Supremo Tribunal de Justicia, entregando los votos de los diputados panistas a cambio de dos magistraturas. Si, pactaron con el mismo César Duarte al que hoy califican de vulgar ladrón, dictador perverso, pero entonces se plegaron a sus intereses y además lo hicieron sin objeción alguna. Disfrutaron el momento.
En México acaban de hacer lo mismo con los magistrados electorales, se repartieron los seis espacios entre el PRI, el PAN y el PRD, a gusto, sin oposición y todavía los senadores modifican el periodo para el cual fueron designados, de tres a siete años unos, de seis a ocho otros. Perfecto, todos felices y contentos. Son los mismos.
Arrastran además el desgaste de gobernar. En la presidencia Vicente Fox fue un títere que alimentó la corrupción a través de su esposa Martha y los hijos de ésta. Daba pena sentirse gobernador por un personaje de caricatura.
Felipe Calderón fue un pésimo presidente, en Chihuahua cada familia tiene directa o indirectamente un muertito por causa de su absurda guerra, que llevó al país a una carnicería inútil, de la que todavía no hemos podido reponernos.
Pésimos gobernantes fueron los dos panistas y en los estados no han sido mejores, ahí están Padrés en Sonora, Estrada Cajigal en Morelos, Margarita Arellanes en Nuevo León.
Ahora la gente tiene una historia sobre ellos, los conoce y sabe de sus mentiras, de modo que no pueden presentarse como la opción impoluta. No compran las falacias de Anaya, en eso se equivocan, piensan que engañan a la gente, pero les tienen tomada la medida.
Si usted está de acuerdo con el desgaste que ha sufrido ese partido y el que sufre actualmente por sus deficientes gobiernos y su engreído presidente nacional, comprenderá que las condiciones de hoy no son mejores, ni con mucho, a las de hace dieciséis, cuando ganaron por primera vez la presidencia.
La gente observa todo y se da cuenta que los tres partidos son una y la misma cosa.
Los ven, como dice López Obrador, parte de la mafia y Ricardo Anaya contribuye de manera determinante a esa valoración. Su arrogancia limita las posibilidades del partido, siendo quién debiera alentarlas.
Abusados, entérense de una vez que la gente ya no compra su discurso de moralidad política, ese pastel se lo acabaron en tan sólo doce años de pésimos gobiernos y si algo les quedaba lo siguen consumiendo en su alianzas sospechosas.
Asociados con el corrupto gobierno de Peña caminal al barranco, abriendo paso a López Obrador, el gran “coco” de la institucionalidad mexicana, hacia la presidencia de la República.
Ahí está la enorme diferencia, antes la gente observó en el PAN la alternativa posible para contener los excesos de gobiernos priistas; hoy va contra el sistema y esa representatividad la tiene bien ganada López Obrador, por eso su consistente discurso de que PAN y PRI son la misma mafia.
En verdad es de weba, pensé que no vería jamás a López Obrador de presidente, pero sus opositores le hacen la campaña, Ricardo Anaya y Peña Nieto entre los activos. Al paso que vamos, sólo falta que el martes en la noche CNN nos salga con que ganó el magnate pervertido.