*Corral no soporta la humillación, renunciará

*El PAN le haría un favor expulsándolo

*El oscuro ingeniero que soñó con volar

*Único atributo, su lealtad ciega a YSQ

*Los 200 mil votos del negrito Márquez

Las apuestas son que Javier Corra se irá antes de que termine su mandato, los más atrevidos incluso están por que su renuncia sería cuestión de semanas. Quienes apuestan por la huida cobarde lo hacen convencidos de que no soportaría la humillación de agacharse ante la mujer que persiguió durante meses; los que van por que se queda están seguros de que corriendo antes de tiempo, lo haría dejar Chihuahua por la puerta de servicio y eso no van con él, dicen.

¿Usted que piensa, pide o no licencia el gobernador y deja en su lugar a Mesta, para que sea su secretario quien consuma el trago amargo de la entrega? Si yo tuviese que apostar en un casino pondría mis fichas sobre la casilla del “renuncia”. También sospecho que soportar humillaciones no es lo de Corral. A los que van por el “No”, les digo que antes o en su tiempo, cuando sea, saldrá del gobierno deshonrado y dejará Chihuahua de madrugada y a hurtadillas.

Su forma alevosa, vil, pendenciera y contumaz lo dejó sin alternativas para entregar en buenos términos la administración. Estado perdido canceló su viabilidad en política nacional, donde sueña -¿soñaba?- con ser el gran opositor al Tlatoani. Ahora mismo no está cómodo ni jugando golf, tenis o pontificando sobre el deber ser demócrata en mesas bien provistas del Altiplano, mientras escancia exquisitos vinos con sus amigos habituales de tertulia.

Jugó su última y desesperada carta dos días antes de las elecciones, al pronosticar un conflicto poselectoral inevitable. “Es casi imposible evitar la judicialización”, dijo el viernes cuatro durante una entrevista de radio conducida por el periodista Carlos González. Como sabía que Maru ganaría la elección, tiene datos estadísticos privilegiados, su perverso instinto lo hizo comprender que sólo quedaba derrotarla en la mesa.

La noche de la elección, cuando las proyecciones daban amplia ganadora a la candidata del PAN, se abstuvo a felicitarla y solo reaccionó hasta el día siguiente –media mañana- al comprender que todo estaba perdido para él. Aún así, frente al portentoso triunfo de su compañera de partido, mezquinamente guardó los parabienes, concretándose a ofrecer una transición ordenada.

El último aliento de esperanza se apagó ésta mañana, cuando López Obrador reconoció, desde su tribuna pontificia, la derrota de Morena en Chihuahua. En ese momento supo no habría impugnaciones y, supongo, cayó desmadejado lamentando su destino.

Javier Corral es, desde la madrugada del lunes, un muñeco de fayalita artificial que perdió su revestimiento de oropel, una rebaba confundida entre tantos desechos de la política mexicana. Sembró rencores y cosechó odios; sembró vientos y la tempestad volvió sobre sus pasos y lo destrozó. Puede ser, nadie perece la víspera, pero no veo de qué manera reencauce nuevos proyectos políticos.

Rompeolas

Derrotado y sin expectativas, Javier Corral busca –en eso está terminando- la expulsión de su partido. Para el daño que causó al PAN en el último tramo de su administración, la expulsión sería una salida decorosa, la tomaría de pretexto que le permita abrir nuevos episodios de golpeteo. Recordemos, en su mente deja al PAN por que todos en ese partido están podridos, menos él. Es inconcebible el tamaño de su ingratitud, golpear por caprichos personales al partido que lo hizo diputado local, dos veces diputado federal, dos veces senador y gobernador del estado es de locura. Déjenlo que renuncie, que se vaya solito y asuma las consecuencias de sus actos, expulsándolo le harían un favor.

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Antes de competir por la alcaldía de Juárez, en la que hizo un papel deplorable, pocos en el mundillo de la política conocía a Juan Carlos Loera y no tenían por que, entonces era un oscuro ingeniero cuyo mayor logro había sido conseguir un empleo en la industria maquiladora. Pero de diciembre del 2016 al 2021 pegó brincos enormes: candidato a presidente municipal, diputado pluri, superdelegado, candidato a gobernador. ¿Cómo lo hizo? Amparado en la relación con la influyente Ariadna Montiel, operadora del bejaranismo, muy cercana al presidente. Loera no estaba capacitado ni para ser diputado, ni para ser delegado, ni para ser gobernador, era lo que se dice un producto de la improvisación lopista. Ahora el muy insensato, que apenas consiguió 350 mil votos –Serrano le hubiese ganado por cincuenta mil- cuando en elecciones pasadas en Juárez hubo una candidata a síndica de Morena con casi 300 mil, viene a descargar sus frustraciones sobre medios y empresarios, responsabilizándolos de su derrota. ¿Dónde están los 600 mil beneficiarios? ¿Olvidó el altanero manejo del agua? ¿No recuerda su desprecio a los empresarios y a las clases medias? -Para que quiero estar bien con ellos, si nunca votarán por mi, me confesó una vez- ¿De qué le sirvió el tiradero de dinero y la burda operación taqueo? ¿Ya olvidó que hizo de su campaña un pegote apurado de la que hizo AMLO en el 2018, sin ofrecer a Chihuahua más que los estribillos de “primero los pobres” y el cínico “no robo, no miento, no traiciono”? Le vendría bien guardar silencio, pues con esas rupestres respuestas, aparte de candidato inane se muestra como pésimo perdedor.

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El último dato que recibí, en esta campaña de ridículos, fue que unos diez días antes de la elección Memo, negrito, Márquez se apersonó en una de las oficinas de campaña de Maru, con un folder de cartulina manila bajo el sobaco y ofreció en venta 200 mil votos. Aquí traigo 200 mil votos y si más necesitan más tenemos, para que sepan donde hay. ¿Ah sí? Desde luego, yo no soy de los que blofean. Bien, antes de que nos digas como de a cuanto estamos hablando, dinos de donde salen tus votos. Pues miren, en tal municipio tenemos… Calmado, calmado en ese municipio ya estamos arreglados con el candidato y con el presidente de tu partido. Pero en este otro tenemos… No sigas, en ese ya hicimos acuerdo con el candidato a diputado y con el candidato a presidente municipal. En tres segundos le desbarataron a Memo sus 200 mil votos y salió de aquella oficina corriendo, siendo que había llegado pavoneándose. Jajajaja, se hacen viejos y no aprenden. Calmados, la risa es la que jode. Jajajajaja. 

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