*Es obvio; decidió por los radicales

*Contradicciones que tienen lógica

*Marcelo y Monreal están fuera

*El caballo negro llegó temprano

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Sólo en campaña está feliz, sólo así es un político completo. No está conforme con haber ganado, quiere dejar su nombre en la historia como el héroe que transformó al país sin reparar en que su contumaz voluntarismo choca con una realidad que lo contradice: Ya no hay guerra contra el crimen pero van más de 93 mil muertos, se acabaron lujos y dispendios pero los secretarios siguen usando los mismos vehículos y escoltas que los anteriores, ahora hay libertad de prensa pero todos los días ataca a medios y columnistas, ellos son honestos pero el 75 por ciento del presupuesto lo asigna sin licitar y sobran ejemplos de corrupción en el gabinete y su familia, México no es un protectorado pero cuando lo reprenden el Imperio baja la cabeza y dice sí señor.

Construye una narrativa idealizada e intenta hacerla pasar como el cambio prometido. Igual que los candidatos en campaña ofrece, ofrece y ofrece queriéndonos hacer entender que a partir de su llegada México es un país mejor para todos. No gobierna, permanece en perpetua campaña obsesionado con ganar la siguiente elección y en esos afanes delirantes es capaz de las más absurdas contradicciones.

De primero promovió la revocación de mandato para empatarla con las elecciones intermedias, pensaba que su nombre contribuiría el éxito de Morena. La realidad política le dijo no y ahora exige la revocación para marzo del año que viene ¿Qué alcalde, gobernador, presidente, primer ministro, dictador pide apasionadamente ser revocado del poder? Ninguno aparte de Chávez, Evo, Ortega y López Obrador. La contradicción tiene una lógica en su forma de verse en la historia; no es un revocación, es una ratificación con propósitos reeleccionistas, parte del protocolo internacional de los populistas latinoamericanos para perpetuarse en el poder. En el caso mexicano con una obsesión particular de mantenerse en las urnas para consolidar, objetivo secundario, un partido que sin él carece de viabilidad; desaparece López Obrador de la escena política y Morena se va junto con él.

Otra gran contradicción es adelantar la sucesión presidencial. Todos los presidentes hacen esfuerzos por contener a los desbocados, deteniendo hasta el límite de sus posibilidades el tema sucesorio y los aspirantes se prestan al juego temerosos de verse perjudicados por sus ansias. En cambio López Obrador abre la carrera sucesoria apenas pasados dos años de su mandato, dando personalmente nombres de quienes podrían sucederlo. Así empezó la feroz disputa interna entre Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard y así también el golpeteo de los radicales contra Ricardo Monreal, acusándolo de traidor al régimen, confrontación en la que toma fuerza como único y gran elector, juez supremo de los diferendos internos.

Desestabiliza internamente al gabinete y a su partido pero él sigue en campaña, jugando con las legítimas aspiraciones de sus secretarios. Ahí, en la sucesión adelantada, ubiquemos ahora el cambio en Gobernación, con la salida de Olga Sánchez Cordero y el arribo de Adán Augusto López, gobernador con licencia de Tabasco, uno de sus hombres de más confianza. En ese movimiento veo la consolidación de los radicales en torno a Sheinbuam, auspiciada por el propio presidente, y el prematuro destape del “caballo negro”. Desde el viernes Augusto López es oficialmente precandidato presidencial. En consecuencia debemos dar por canceladas las posibilidades de Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal y cualquiera de los que pertenezcan a la izquierda liberal. Quedaron aislados, imposibilitados para competir por la presidencia, al menos con los colores guindas. Estoy seguro de que han tomado nota, si alguna duda tenían sobre la preferencia del presidente por los radicales, con el cambio en Gobernación están seguros de que no forman parte de los planes sucesorios de López Obrador. Si quieren tener una alguna alternativa tendría que ser en la oposición ¿Están en condiciones de enfrentarlo? Temo que no. En dos años veremos.

No obstante sigo pensando que el candidato de López Obrador para la elección 2024 sigue siendo López Obrador. Perdió la elección de junio, quedó en ridículo con la encuesta de los presidentes, los legisladores rechazaron un periodo extraordinario para la leyes secundarias de Revocación y sin embargo insisten con frenesí en retomarla, convencido de que la campaña es su estado ideal. Desea desesperadamente ver unida a la oposición y derrotarla, creyendo que así justifica la narrativa reeleccionista: “el pueblo nos ha ratificado –para él es ratificación, no revocación-, nos pide permanecer en el poder y si eso quiere nosotros no tenemos más que obedecer. Me voy cuando diga el pueblo, no le tengamos miedo a la democracia”.Fracasará, desde luego, en las últimas semanas está muy irritable porque ha perdido una tras otra y en la medida que avanza su periodo, en vez de afianzar el poder irá mermándolo poco a poco. Donde si puede tener éxito es en la designación de un candidato cómodo a su interés de “consolidar el régimen”: Claudia Sheinbaum, Augusto López, Julio Sherer o incluso Beatriz Gutiérrez Muller. Tiene una baraja amplia para elegir a un incondicional al que después tome por su pelele, en una especia de maximato. Él tiene claridad de objetivos ¿También la oposición? En la próxima entrega presentaré una propuesta de lo que, a mi ver, debe hacer la oposición para terminar con éste régimen opresor de locuras y disparates.