*De fe, vacunas y complotistas

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Encuentro difícil entender a quienes deciden rechazar la vacuna como prevención contra el Covid, no veo asidero lógico ni argumentos racionales en la persistente negativa. Son muchos los negacionistas, es tendencia mundial alentada por diversas y variadas razones, pero ubico dos grandes grupos dominantes, los que postulan teorías complotistas y los motivados por fe. Diferentes caminos los han llevado a la misma conclusión: Un rotundo no a la vacuna.

Sobre el complot universal nada que decir, hay quienes están convencidos de que la tierra es plana, son los terraplanistas ¿Cómo hacerles ver su error? Imposible. Son los mismos proclives a creer en historias ocultas de dominación mundial, en nanochips implantados durante la vacunación que alteran la genética humana. Deciden creerlo y no existe razón que los haga desistir. Ellos están bien, el resto del mundo caminamos con una venda sobre los ojos.

Tengo más respeto del otro grupo dominante, lo hacen por motivos de fe y para muchos es suficiente. En su caso los argumentos de la ciencia son cuestionables o sospechosos de mentir, básicamente rechazan vacunarse por recomendación del pastor de su Iglesia, su líder espiritual, el guía moral. Cuando se trata de fe no puede uno sino respetar, cada quien es dueño y responsable de su propia conciencia.

Antes de continuar confesaré que soy católico por herencia familiar y convicción propia, asumo el Credo en todas sus partes y lo hago sin cuestionar. Sin embargo respeto y acepto a quienes postulan una fe diferente, es la tolerancia y aceptación cristiana en una sociedad multicultural donde las religiones siguen ejerciendo enorme influencia en millones y millones de fieles.

Apuntado lo anterior, sostengo que no encuentro un solo elemento que me permita vincular la vacuna del Covid con el plan general de Dios para la salvación de sus fieles, del que en la doctrina me enseñaron es un plan personal. ¿Dónde se contradicen los mandamientos de la ley de Dios o la tradición cristina contenida en el Depósito de la fe con un acto de salud personal y pública? No existe un solo elemento vinculante. A lo más aceptaría aquello de que algunas vacunas usan tejido fetal de los pulmones, versión objetivamente desmentida por la ciencia.

Con la misma lógica hubiesen rechazado nuestros padres y abuelos las vacunas contra la polio, sarampión, tétano y tantas otras que han contribuido a evitar millones de muertes o mejorar la calidad de vida de otros tantos. En su tiempo aquellas vacunas también generaron desazón y para ciertas comunidades religiosas eran cosas del diablo. Hoy son universalmente aceptadas.

Si mis padres o mis abuelos hubiesen rechazado aquellas vacunas, es posible que ahora mismo no estuviese escribiendo estas líneas o las escribiría desde una silla de ruedas, tocado por la polio. Gracias a Dios no las rechazaron de modo que hoy gozo de cabal salud, como millones de mexicanos y miles de millones en todo el mundo que recibieron a tiempo las vacunas.

¿Qué diferencias sustantivas existen entre las vacunas de la polio, el sarampión, la viruela y tantas que nos hemos aplicado desde niños a la vacuna contra el Covid? Encuentro dos: la rapidez con que las pusieron en el mercado, las vacunas anteriores tardaron hasta diez años en aprobarse, y que algunas –creo Pfizer y Moderna- ya no están hechas con virus atenuados, en su elaboración usan tecnología genética.

Vuelvo sobre la misma pregunta ¿Dónde encontramos la incompatibilidad de la fe con las diferencias entre las vacunas de ahora y las de antes? Sinceramente no la veo. Y tampoco entendería que Dios Nuestro Señor, en su infinita bondad y misericordia, esté molesto con las personas que se vacunaron. Más bien pensaría que se duele de aquellos que las rechazan mientras ruegan por su protección.

La ciencia, sin cuya voluntad de Dios no avanzaría, nos ha dado una protección objetiva, protección que, con todas sus limitantes, tenemos a nuestra  disposición. No las rechacemos como el naufrago al bote que le mandó Jesús para salvarse de perecer ahogado, esperando que con su divino brazo llegase a rescatarlo.

Ahora, si hay desconfianza sobre su eficacia, si piensan que los posibles efectos secundarios son peores que la enfermedad o están en la creencia de que no es para tanto, que los medios internacionales exageran alentados por intereses económicos de las grandes farmacéuticas, podríamos disipar sus dudas viendo como mueren personas en su entorno próximo, algunos jóvenes y sin enfermedades crónicas que los haga especialmente vulnerables al virus.¿Y si algunos de los muertos se hubiesen vacunado, estarían todavía entre nosotros? Respondamos con sinceridad y quizás aceptemos que no hay razones científicas ni religiosas que nos hagan dudar sobre las bondades de la vacuna. Es lo mejor que tenemos para enfrentar la pandemia y si está aquí, es por la voluntad de Dios.