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Con los premios en crisis, el cine en crisis, la moda en crisis y el mundo en crisis, volvió la alfombra roja de los Oscar como si nada de eso estuviera ocurriendo. Regresó ignorando sus acusaciones de irrelevancia y de falta de conexión con las nuevas generaciones. Al fin y al cabo, al star system lo que le preocupa es conectar consigo mismo y encuentra en noches como la que nos ocupa su momento cumbre. Las estrellas se visten para el mundo, para quienes los vemos de lejos, pero un poco menos que para sus compañeros de la industria, para aquellos que los ven de cerca. Y es en esa energía autoconsciente donde más y mejor brilla la alfombra roja más popular del mundo.  

Cuando se trata de elegir las y los mejores vestidos de la noche entre los 2.500 invitados surge preguntas: ¿son los más ortodoxos, los que mejor honran la tradición? ¿son los que pasarán a la Historia, aunque aún no sepamos si nos gustan? ¿son los que más espectáculo dan? Las/los mejores de la alfombra roja de la edición número 94 de los Oscars son aquellos tienen, a la vez, épica y personalidad, como el vestido que llevaba Maggie Gyllenhaal, un Schiaparelli decorado con una especie de orejas doradas que resultaba tan intelectual como ella. No era fácil, pero sí denotaba actitud y un gusto afinado. Épica y personalidad. 

Cuando se trata de elegir las y los mejores vestidos de la noche entre los 2.500 invitados surge preguntas: ¿son los más ortodoxos, los que mejor honran la tradición? ¿son los que pasarán a la Historia, aunque aún no sepamos si nos gustan? ¿son los que más espectáculo dan? Las/los mejores de la alfombra roja de la edición número 94 de los Oscars son aquellos tienen, a la vez, épica y personalidad, como el vestido que llevaba Maggie Gyllenhaal, un Schiaparelli decorado con una especie de orejas doradas que resultaba tan intelectual como ella. No era fácil, pero sí denotaba actitud y un gusto afinado. Épica y personalidad. 

Los Oscar no son una fiesta más y nadie finge que lo sea. Esta alfombra roja es una suma de esfuerzos y de oficios. Se aprecia en todas las estrellas, que requieren de agentes, estilistas, diseñadores, peluqueros y maquilladores, aunque el resultado sean los shorts de Chanel de Kristen Stewart, quizás uno de los looks más producidos de la noche y el que menos lo parecía. ¿Bien vestida o mal vestida? Según las redes sociales las dos respuestas son correctas. 

Si ir bien vestidas es llevar un vestido de una gran marca hecho a medida o adaptado para la ocasión, entonces muchas actrices iban muy bien vestidas. A Nicole Kidman es difícil reprocharle una aparición y menos si va vestida de Armani, quien se dice que creó ese color azul grisáceo para ella; quizás no se lleve el Oscar, pero tendrá un color propio. Olivia Colman, protagonista de La hija oscura, tuvo la mejor de sus últimas alfombras rojas: su Dior era fotogénico y tenía el regusto de los vestidos del Hollywood clásico. También lo tenía el vestido rosa de Saint Laurent que eligió Zoë Kravitz, que era un guiño literal a Audrey Hepburn y con el que posó con gesto triste. Al contrario que Penélope Cruz, que estaba radiante con un Chanel majestuoso cuyo tono rebajaba con el pelo suelto y muchas risas. 

Si de lo que se trata es de dar espectáculo, o contenido, como se dice ahora, nadie lo hace como Zendaya. Una de las grandes estrellas del entretenimiento contemporáneo se atreve con todo y todo lo defiende con encanto. Para estos Oscar eligió un look de Valentino en el que pasaban muchas cosas. Estaba compuesto por falda plateada y camisa blanca cortada bajo el pecho y era una zendayada; también era un guiño a la primera vez que una estrella llevó una camisa blanca en la gala de los Oscar. Era de GAP y la eligió Sharon Stone en 1998 (cuando la protagonista de Dune tenía solo dos años) y aún se cita como ejemplo de mezcla de alta moda y moda masiva. Pocos ejemplos de este cruce ha habido desde entonces: Zara en los Oscars sería noticia. La camisa blanca une a varias actrices: Sharon Stone, Zendaya, la citada Kristen Stewart y Uma Thurman. La actriz la llevó con una falda negra en un look de esos que siempre van seguidos del adjetivo elegante. Jane Campion también se mereció el adjetivo con su túnica negra comodísima que le hacía parecer una arquitecta paseándose por Milan durante los días del Salone. Kirsten Dunst fue la única nominada con un vintage; eligió una pieza de Lacroix que era un vestido canónico de alfombra roja. Oficialmente Maria Antonietta/Mary Jane iba bien vestida. 

Dos nominadas, Judi Dench y Jessica Chastain, lograron algo curioso: que su pelo tuviera el mismo color que su vestido. Esto parece un chiste (con gracia justa) pero es un síntoma de la obsesión por el detalle que hay en cada aparición pública. En el caso de Chastain, favorita por su papel de la telepredicadora Tammy Faye, los tonos de su Gucci eran también los que el personaje original vestía y llevaba en su maquillaje. Aquí no hay azar. 

Una persona bien vestida también es aquella que se divierte vistiéndose y Rita Moreno, what the hell, se lo pasó bien eligiendo cada elemento de su look. La actriz contó en la alfombra roja, con más chispa que todas las veinteañeras juntas, que su vestido era de Carolina Herrera, su sombrero, what the hell, era de Francia y se había puesto una peluca negra, what the hell. Qué diablos, son los Oscars. Alguien que disfruta con la moda es Lupita Nyong’o, que llevaba un fabuloso Prada dorado que la hacía parecer una estatuilla feliz. Renate Reinsve, con un Vuitton difícil de descifrar, también estaba lanzando el mensaje: yo puedo llevar este vestido y lo llevo. Su 1,78 y su estilo natural ayudan. Quizás no era el vestido más bonito del mundo, pero el efecto era fresco.  De Vuitton era también el vestido blanco de escamas de Alana Haim, que lo llenaba con su encanto y lo adornaba con un peinado con raya al medio que podría llevar su personaje en Licorice Pizza.