Efecto Slim hacia el 2018

Desbarrancado el PRI, los panistas batidos en la mezquindad promovida por el presidente de su partido y el PRD sin viabilidad electoral, todo parece diseñado para que López Obrador se haga con la presidencia, en las elecciones del año que viene.

Su campaña de dos décadas lo sitúa como el único capaz de capitalizar el hartazgo social contra los partidos políticos y una clase gobernante decadente y corrompida hasta los tuétanos; ineficiente y demagógica en la que hoy nadie cree.

Es un versión reproducida en toda mesa de café que personalmente di por buena hasta que, hace unos veinte días, un amigo me soltó una pregunta inquietante: ¿No tenemos otra que López Obrador o el caos? Reflexioné un par de segundos y me aterró la disyuntiva, que fuerte, López Obrador o el caos.

Mi amigo tenía la respuesta, por su relación con altos empresarios locales sabía que la familias multimillonarias del país, los verdaderos dueños del pueblo a cuyo lado nuestros ricos pasarían por asalariados, se hicieron la misma pregunta y concluyeron que necesitaban actuar.

Temen un gobierno de izquierda radical, no confían en la buena fe que intenta mostrar el tabasqueño y piensan que está muy lejos de ser el “Lula mexicano”, como intentan mostrarlo últimamente sus promotores. Lo repelen por tradición e historia, está en sus genes ir contra la izquierda que representa.

No obstante, pragmáticos al fin, saben que necesitan romper esa aterradora disyuntiva, es de suponer que para muchos de ellos la opción sea entre dos “caos”. No son hombres que se queden marginados o esperen que la suerte caiga de su lado, ellos manipulan los dados, construyen su destino y saben que sólo pueden actuar en dos sentidos; negociando con el enemigo, ejercicio común entre los empresarios, o jugarse un albur impulsando candidato propio.

Mis electores son los judíos del distrito, decía un parlamentaria texano consiente de la importancia del dinero que le daban para su campaña, aunque sólo fueran unos cuantos votos. Los seccionales del PRI tiene su propia versión del dinero en campaña, en su fuero interno saben que no es lo mismo el voto de Lina que el de Vallina, aunque pregonen a coro lo contrario.

Los millonarios, mejor que hasta los políticos, saben que las campañas se hacen con dinero y que mejor para sus intereses adosar a su poder económico, el poder político. Es una ambición que siempre acarician, hoy más que nunca.

No hay certeza de lo que decidan, tampoco actúan en razón de impulsos o corazonadas, pero vistas las condiciones actuales saben que sólo tienen dos; unirse al enemigo o enfrentarlo.

¿Qué harán? Algunos piensan que terminarán proponiendo un candidato de su clan y en estos momentos, dada la proximidad de las elecciones, sólo tienen a su mayor exponente, el magnate Carlos Slim, otros que negociarán con Andrés Manuel. Algo harán, lo único cierto es que no permanecerán expectantes.

Platicando con otro amigo sobre la idea de Slim me dijo sin pensarlo que sólo le facilitarían la victoria a López Obrador, partiendo de los doce o trece millones de votos duros que tiene bajo su bolsa, pues atomizado el voto le serían suficientes para hacer buena la tercera vuelta.

No estoy de acuerdo, sin embargo hacer de oráculo no es lo mío, eso queda para los economistas que dividen su tarea formulando pronósticos aventurados y luego buscando razones para justificar por qué no se cumplieron.

Me concreto a lo que sucede desde que Trump juró el cargo de presidente, su manifiesto rechazo a los mexicanos colmado de groserías y petulancias indignas de un Jefe de Estado, transformadas en desatinos por el muro y las relaciones comerciales, a su ver ventajosas para nuestro país.

En este choque diplomático, el más severo en la historia del país según estudiosos, nadie observó a López Obrador como el líder esperado, fue otra de muchas voces; Peña Nieto lució desorientado por la ofensiva, no sabe que hacer con la unidad en torno s su presidencia; Margarita Zavala no tuvo más ocurrencia que la de ordinarios twitters, Cárdenas no recibió la atención que buscaba proponiendo un candidato ciudadano, lució oportunista, y los aspirantes priistas guardaron silencio. Con su video del chivo y el buey, en el que el pequeño caprino hizo correr a un cebú de una tonelada, Beltrones se hizo notar más que los presidenciables del gabinete.

En estos momentos de crisis y angustia nacional, los mexicanos estuvieron más atentos a la voz de Carlos Slim que a los otros líderes. Ven al magnate como el único con capacidad y carácter suficiente para negociar con el autócrata.

Slim conoce su importancia, su audacia y sentido común que lo han llevado a ser uno de los hombres más ricos del mundo, le advierten la coyuntura política. Sabe que son tiempos del osado y el audaz.

Por eso el sábado salió a medios y no es que haya dicho nada sobresaliente, transitó sobre lugares comunes con frases tales como “más que preocuparnos hay que ocuparnos, más que lamentarnos, estar conscientes de que hay que apoyar las decisiones y negociaciones del Gobierno de México”.

También tuvo un mensaje para Trump: “Pensar en regresar al pasado glorioso de la industria americana que los llevó a ser líderes del mundo en el siglo XX no funciona”

Y desde luego apeló a lo que dicen todos, la unidad: “No cabe duda que unidos somos más fuertes” e intentó tranquilizar a los mexicanos con eso de que “en estas negociaciones, que a mi me da la impresión que está más de nuestro lado, tengamos una posición de fuerza, sin enojarnos pero sin entregarnos”.

Nada sobresaliente y menos extraordinario, el punto es que lo dijo el magnate, uno de los pocos mexicanos, cuando no el único, al que Trump respeta y probablemente envidie. Así son los adinerados, siempre ven con admiración al que tiene más y Slim tiene mucho más dinero que el arrogante desarrollador inmobiliario neoyorkino que hoy ocupa la Casa Blanca.

Sólo por jugar, imagine un escenario electoral donde Slim vaya de candidato independiente; el PRI compita desfondado por la derrota –suponiendo- en el Estado de México y un candidato peñista desacreditado como el presidente, con la mitad de los liderazgos regionales compitiendo con morena o de independientes; Margarita Zavala y el imberbe presidente de su partido que sueña con Los Pinos partiendo al PAN en dos; el PRD atomizado entre Aureoles, Graco Ramírez y Mancera.

¿Cómo visualizaría usted las elecciones del año que viene dando por bueno el escenario anterior? Como dije, no pretendo hacerle al oráculo, el ejercicio es sólo con el fin de perder el tiempo, un juego ocioso, cualquiera sabe que en política todo puede suceder, hasta que Peña recupere la credibilidad si gana su batalla contra el Imperio. Las cosas cambian de un momento a otro, más en tiempos de la información digital donde los secretos son cada vez más escasos.

En un escenario así, veo una elección partida en dos, como han sido las últimas, sólo que ahora los partidos políticos serían protagonistas secundarios. Pienso que, al verse sin futuro y ante la amenaza de izquierda chavista, PRI y PAN le darían la razón a López Obrador, los tacha de ser la misma mafia, declinando a favor de Slim.

Sería una campaña monotemática, donde las ideologías tomarían el centro del debate entre el tradicional discurso del desarrollo empresarial contra la redistribución del ingreso.

La veo, en síntesis, como una campaña maniquea, de blancos y negros, que obligaría a los mexicanos tomar partido en uno u otro bando, en la que privaría el si no estas conmigo, estás contra mi.

Es de weba, pero el peor escenario puede recrearse el año que viene; será que mi amigo tiene razón: no hay más opción que el empoderamiento del gran capital, la izquierda bufona de López Obrador o el caos. Pobres nuestras opciones, es lo que han dejado los desacreditados partidos políticos en décadas de ineficiencia y corrupción. Pero no haga caso de nada, ésta si es política ficción.

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