La fórmula de la reelección

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Por Alfredo P. Guevara.- Al iniciar la semana fui invitado a dar un curso de comunicación, enfocado al manejo de la información, la percepción social y opinión pública, ante un grupo de servidores públicos de dependencias de Gobierno estatal, Alcaldía de Delicias y Comité Directivo Municipal del PAN.

En ese evento pude compartir un análisis de nuevos elementos que han sido integrados a la estructura del proceso de comunicación y que considero fundamental tener en cuenta para lograr que los servidores públicos obtengan éxito al comunicar sus proyectos y resultados en el desempeño de su encargo.

Fui enfático al señalar la necesidad de generar no sólo un cúmulo de complejos mensajes mediante códigos visuales, auditivos y sensoriales y asegurarse que lleguen a la mayor audiencia posible, sino también de crear un escenario social en donde los receptores estén en condiciones apropiadas para asimilar positivamente lo que la autoridad desea hacerle saber.

Luis Woldenberg desarrolló con maestría este tema en un artículo publicado recientemente en la revista “Este país” que intituló “La comunicación política en la era de las expectativas rotas” y en el cual, precisamente, desenvuelve la tesis que paso a explicar.

Los estudios modernos de comunicación nos ilustran que ya no sólo basta con considerar que el proceso de la comunicación debe contener un emisor confiable, un canal adecuado, un mensaje descifrable, un regulador de ruido o interferencia efectivo y un receptor que traduzca y procese la información sin problemas para generar retroalimentación o “feedback”.

A todos esos viejos elementos de la comunicación masiva le fueron agregados otros elementos más complejos que tienen que ver con un sistema de relaciones sicológicas y que entre ellos, el que en esta ocasión reviso, es el estado de ánimo social o “humor social”, como lo describió Woldenberg; es decir, cómo se encuentra sicológicamente la sociedad, al momento en que se le va a enviar cierta información.

No es lo mismo depositar información en una sociedad eufórica, ilusionada, esperanzada y tranquila (no será simple coincidencia si usted involuntariamente acomoda aquí el término “un nuevo amanecer”) que presentar información a una sociedad que ha descendido al malestar, la resistencia, el hartazgo y la frustración o tensión.

La escala que utiliza Wondenberg coloca en la cima de la percepción ciudadana condiciones como ilusionado/esperanzado, tranquilo/seguro, estático/no pasa nada, luego desciende a confusión/poca claridad, desilusión, incertidumbre, impotencia, malestar, triste/abatido, resistencia, hartazgo/resistencia, frustración/confusión, tensión hasta hundirse en niveles de shock, hartazgo/escepticismo, hartazgo/incertidumbre y miedo/incertidumbre.

Frente a ello, se consolida la imperiosa necesidad que desde los procesos de planeación de la comunicación social se incluya presupuesto para contar con un experto en mercadotecnia política que sea capaz de controlar y regular, mediante estrategias de mercado y publicidad, el manejo de la percepción y el estado de ánimo de los ciudadanos respecto a la política, los políticos, el Gobierno y sus servidores públicos.

Si analizamos minuciosamente nuestra historia reciente, este elemento primario garantizó en gran medida el arranque del nuevo amanecer para Chihuahua; un manejo estratégico del humor social plus un adecuado y eficiente programa de mercadotecnia política. Una fórmula, de varias, para el éxito de la reelección.