Para interpretar correctamente el asalto final y esperado de alito Moreno al PRI, tenemos que volver a 2019, cuanto tomó la presidencia del Partido avalado por los doce gobernadores de entonces. A partir de ahí ingresó en una espiral decadente, hasta lo que vimos en la Convención de ayer.
Se dijo entonces que López Obrador sugirió a los gobernadores el nombre de alito y estos, acostumbrados a la legendaria institucionalidad priista, reaccionaron sumisos a los deseos presidenciales. Traicionado por Peña y abandonado por la clase política, en el camino quedó un mexicano respetable, José Narro, hombre de convicción democrática que hubiese hecho un liderazgo muy diferente.
Las consecuencias ya las conocemos; sin excepción, todos los gobernadores del PRI entregaron sus respectivos estados al nuevo partido dominante, en el silencio cómplice del líder partidista, aceptando sin ruborizarse embajadas y la seguridad de conservar lo robado.
A la distancia vemos con claridad que mientras el PRI perdía gubernatura tras gubernatura y sus miembros corrían a Morena (haga cuentas y verá que un altísimo porcentaje de diputados, senadores y gobernadores de Morena pertenecieron al PRI), Alejandro Moreno iba ganando poder dentro y fuera del Partido. Mientras el PRI caía al abismo, él era más fuerte.
La entrega del PRI al nuevo régimen nació en aquella reunión, presumiblemente convenida con Enrique Peña Nieto, cerrando el pacto de complicidad entre ambos. Lo del domingo no es más que la consecuencia lógica de aquel acuerdo, lo que abre una provocación a destiempo: ¿Durante la elección, sirvió el PRI de alito de quinta columna en la oposición?.
Ahí la dejo, recordando que en política lo que parece es. Y parece que el PRI trabajó contra el interés de sus militantes, de la oposición y en favor del régimen que decía combatir. La entrega de los gobernadores es el acto más grotesco de la complicidad, cada vez más evidente.
En este acuerdo de tres todos salieron ganando: López Obrador recibió los estados sin oposición real, Peña Nieto ha transitado en la más absoluta impunidad habiendo sido uno de los presidentes más corruptos, no lo tocan ni con el pétalo de una mañanera, y Alejandro Moreno se queda con los apetecibles despojos del otrora partidazo.
Será un Partido en decadencia total, pero conserva partes aprovechables que, babeantes, parasitan una camarilla de bribones corruptos, primos hermanos del peor populismo. Disminuido como está, conserva las millonarias ministraciones del INE, rentas por senadurías, diputaciones federales y locales, los edificios en todo el país como pie de un millonario negocio inmobiliario y, lo más redituable, su alianza perversa con el régimen.
Por eso he dicho que la clase política equivocó su estrategia intentando detener la toma del PRI, a menos que su débil levantamiento tenga como propósito el inicio de un movimiento con la idea de crear otro partido político. Jamás lo iban detener, pero si se agrupan con altura de miras, su experiencia política puede ser parte importante en el reagrupamiento de la oposición.
Olviden al PRI, déjenlo ir, olviden también a su impresentable dueño (desde ayer eso es dueño, no presidente). Si quieren hacer política por el país, si en verdad están interesados en construir desde la adversidad, presenten alternativas de reagrupamiento social. Evitaré citar nombres, pero tienen algunos muy bien calificados y, como dije arriba, la mejor experiencia organizacional.
Hoy más que nunca la sociedad necesita un Partido fresco, de vocación democrático y sincero compromiso ciudadano. A excepción del PAN, todos los partidos políticos del país tienen dueño: Morena es de López Obrador, el PRI de alito, MC de Dante Delgado, el Verde de la familia González, el PT de Anaya y un atado de mercaderes.
La sincera oposición es ciudadana, ni de Morrena ni de los viejos partidos vendrá algo bueno para el país. Pero necesita ser organizada y, como están nuestras leyes, no hay otra forma que dando luz a un nuevo partido político. Son muchos, millones y millones de mexicanos los que están esperándolo.
Rompeolas
Alito en los congresos
La Alianza local sigue
Corral quedó solo
Aparte de cínico, Alito es pragmático. En el interés nacional venderá su corazón al nuevo partido hegemónico, en los estados de oposición a los gobernadores. En Chihuahua prevalecerá el acuerdo de alianza, pero la gobernadora debe decidir quien le será de mayor utilidad electoral; las siglas o la militancia desplazada.
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Un acuerdo que pasó inadvertido en la asamblea de ayer, fue que los nuevos estatutos facultan al presidente del CEN para nombrar coordinadores en las bancadas estatales. Ese pequeño poder que nadie en el Centro veía, también alito lo reclamó para él.
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¿Alguien vio que los amigos, miles y miles según él, de Javier Corral salieran en su defensa? Yo no. Es lo que se gana por su pedantería, ahora únicamente le queda un puñado de incondicionales y cada vez más desanimados y solos.