Es conocida la historia cuando López Obrador estuvo a punto de ahogarse en el río Grijalva, siendo muy joven. Durante un recorrido de campaña en 2006, entonces candidato por el PRD, se la contó a Jesús Ortega presidente del Partido, quien la narraría después citándolo de memoria: “mira, Jesús, yo nado muy bien y en este río aprendí desde pequeño, pero un día me metí y cuando iba a la mitad sentí que me jalaron a lo más profundo. Por más esfuerzos que hacía para salir, no podía y pensé que iba a morir. No se cuanto estuve abajo, pero cuando más desesperado estaba sentí que algo me impulsaba, una fuerza muy grande, y entonces pude subir”. Contó la historia de angustia a su madre, Manuela Obrador, quien concluyó que lo salvó la mano de Dios porque tenía reservado para él grandes cosas. Quienes conocen mejor al presidente, ubican en esa ligera conclusión profética de la madre las ínfulas mesiánicas del hijo.
Su abuelo, José Obrador Revueltas, nació hacia finales del siglo XVIII en una pequeña comunidad de Cantabria, región autónoma situada al norte de España. Sus padres lo enviaron a México muy jovencito, presumiblemente de polizón en un barco mercante, escondido en un barril. Acá prosperó e hizo vida. La terquedad de los cantabros es famosa en España, de hecho tiene un dicho al respecto: “a un cantabro nadie le gana en ser terco”. Esa terquedad la presume López Obrador, postulándola como su fuese virtud en si misma. “Ya saben que soy muy terco” solía decir en campaña cuando se amachaba en ciertas ideas complicadas de aceptar. Durante toda su carrera la tiene bien demostrada, condición patológica que lo llevó a las medidas obstinadas de cancelar el aeropuerto con pérdidas de 350 mil millones para el erario, construir Dos Bocas sobre un pantano y mantener la convicción demencial de los abrazos a criminales, entre otras acciones irracionales.
Asido a la señal divina proporcionada por su madre, haciéndole creer que por voluntad divina lo esperaba un destino grandioso, y la terquedad legendaria heredada de sus antepasados españoles, es fácil entender la obsesión por sentirse moralmente superior, único intérprete autorizado de la voluntad popular y la fijación de colocarse entre los héroes de la patria. En su mente ya se vio: su estado natal pronto se llamará oficialmente “Tabasco de López Obrador”, al centro de Zócalo o justo frente a Palacio Nacional levantarán en su honor una gigantesca estatua, erigirán otras de menores dimensiones en diferentes plazas, su busto será colocado en cada plaza pueblerina del país, y cientos de calles llevarán su nombre. La apoteosis de su triunfo.
La propaganda a su servicio trabaja en cumplir sus deseos desde el primer día del gobierno, empezando por el diseño de su logo: en grupo de cinco, Morelos e Hidalgo a la izquierda, Juárez al centro sosteniendo, gallardo, la bandera nacional, seguido de Madero y Cárdenas a la derecha. En junio de 2019 montaron una celebración a la que llamaron “Acto en defensa de la Dignidad y en Favor de la Amistad con EEUU”, realizado en Tijuana. Un acto patriotero, muy al estilo del presidente, sin la menor relevancia destinado al olvido, pero yo recuerdo cuando la propaganda del régimen ubicaba, de vez en vez, el rostro de López Obrador entre los de Juárez y Madero, como diciendo que ahí faltaba él, que a ese grupo pertenece. En los afanes de pasar a la historia como mayor héroe nacional ponga también el machacón estribillo de dar “al movimiento” categoría de gran transformador: “este país ya cambió”, «el viejo régimen está muerto”, repiten delirantes anunciando el advenimiento de la Cuarta Transformación, con mayúsculas y bien remarcado, sin esperar el juicio de la historia.
Él ya se juzgó y en su mente merece la gloria de ser elevado al panteón de los héroes nacionales, sin embargo su plan general presenta fisuras que oscurecen sus deseos. No me refiero al obvio fracaso del gobierno: el país endeudado como nunca, las empresas nacionales -Pemex y CFE- quebradas y siendo enorme carga para el erario, el menor crecimiento económico desde Miguel de la Madrid, corrupción demostrada, su obra insignia -Dos Bocas- inoperante y las otras dos -Tren Maya y Aeropuerto- a medio rendir, la violencia en los peores niveles con el mayor número de muertos desde la Revolución y un tercio del territorio nacional tomado por los criminales, el sistema de Salud y la infraestructura nacional colapsando por falta de atención, cesión de soberanía a los Estados Unidos y lo peor, el desmantelamiento de la Corte, los órganos ciudadanos de contención al poder y las instituciones democráticas.
En resultados comprobables su gobierno es catastrófico, pero la mayor fisura está en lo que no pudo suprimir; la no reelección. Quiso con el plebiscito revocatorio convirtiéndolo en “ratificación”, “para que AMLO siga”, experimento que terminó en fracaso rotundo. Imposibilitado a continuar por la ley quiere seguir por la politiquería, dejando ver una lógica perversa en su delirante cierre destructor de sexenio. Más que sus apetitos vengativos, tan acentuados como la contumacia que confunde con terquedad (Rosario Robles nos puede dar cuenta), contra la Corte lo mueve la pretensión de prolongar su poder fuera del periodo constitucional. En este contexto pongamos también el control absoluto del Congreso en ambas cámaras, los nombramientos principales del gabinete y la presidencia del Partido. Mientras más resortes de control secuestre, menor será el poder de la sucesora.
Su lógica es restar poder a Sheinbaum, temeroso de que mañana vuelva contra él. Sabe, por que ha dicho, que con poder no hay títere. Ahí es donde está la debilidad de sus pretensiones mesiánicas, pues se ha colocado en una contradicción: si quiere pasar a la historia necesita un gobierno palero de Sheinbaum, y a la vez hace todo para humillarla en público, nutriendo un mal sentimiento con mensajes inequívocos de que sigue mandando. La trae de acompañante en sus giras del adiós, le impuso de obligación el plan C, toma las decisiones económicas que corresponderían a ella, nombró a sus incondicionales en el gabinete. Sheinbaum, actriz secundaria en la obra por él diseñada, es la más incómoda del país con el avasallante frenesí del presidente a días de separarse del cargo. La tiene atada de manos.
¿Que pasará si consigue desatarse y empezar a gobernar por su cuenta?, no espero que cargue contra él deliberadamente, pero sí quiere dar cierta viabilidad al país luego de la devastación institucional y la polarización social, Sheinbaum tendrá necesariamente que correrse al centro, en cuyo caso el legado del López Obrador, el destino mesiánico profetizado por su madre, quedará hecho añicos. Imposible sabe que sucederá, sin INE que cuente los votos ni tribunales que los sancione conforme a la ley, una Corte al servicio del pueblo, es decir de él, y la oposición desaparecida, quedamos a merced del régimen. Sabe que los ganadores escriben la historia y conoce la indiferencia de los mexicanos que vemos como destruyen al país sin protestar, reducida la inconformidad de millones a catárticas discusiones familiares, de amigos o café. Es su apuesta, si la gana nuestra generación atestiguará la muerte de la República, convertido el régimen en una autocracia populista que pondera la miseria y el subdesarrollo como elogio a la virtud y dignidad humana.
Rompeolas
Con esta entrega regreso de vacaciones. Mañana comento sobre la composición del Congreso local, donde las fuerzas quedarán niveladas si la Sala Superior del Trife ratifica la sentencia de la Salga Regional en Guadalajara, que quitó al PRI un diputado para dar su lugar a MC.