En la mitología griega, Tiresias es un ciego con la facultad de predecir el futuro. Entre otras virtudes, contaba la experiencia de haber vivido siete años de mujer y siete años de hombre. Según la leyenda, un día sorprendió a dos serpientes apareándose y con su vara mató a la hembra, entonces los dioses lo hicieron vivir siete años como mujer. Pasados exactamente los siete años, encontró en el mismo camino a otras dos serpientes también entrelazadas, esta vez mató al macho y lo hicieron vivir siete años como hombre. Las leyendas no explican en qué naturaleza vivía Tiresias antes de toparse con las primeras serpientes fornicantes ni como cómo vivió después; si como mujer, hombre u homosexual (entonces no había la gama de géneros que la campaña negra contra la familia ha inventado, si no imagine al pobre adivino ciego pasando de uno a otro, no le daba la vida).
Su experiencia de haber sido mujer y hombre le trajo tanto beneficios como desgracias. En una disputa sobre el placer entre Zeus y Hera, discutían sobre quien gozaba más el acto sexual, si las mujeres o los hombres. Con ínfulas de macho mexicano, el todo poderoso Zeus estaba seguro que los hombres, Hera lo desafió convencida de que ganaban ellas. Para resolver la delicada duda llamaron a Tiresias, quien había tenida ambas experiencias. La respuesta fue lapidaria contra Zeus: “los hombres no experimentan ni el diez por ciento, al momento del acto, que las mujeres”, respondió el interpelado de los dioses con la seguridad de haber vivido en ambos cuerpos. Insatisfecha y voluble como muchas de su género, en vez de darse por ganadora, Hera enfureció contra Tiresias acusándolo de haber descubierto su secreto y en castigo lo condenó a ser ciego de por vida. Sorprendido por la incomprensible venganza de la diosa, Zeus compensó al infortunado con el don de ver el futuro.
Su fama de adivino era tan grande que, muchos años después, el astuto Odiseo viajó a las profundidades del Hades para consultar al espíritu de Tiresias, quería conocer los últimos obstáculos y la forma de superarlos en su viaje de regreso a Ítaca, su reino añorado donde lo esperaba su esposa Penélope cansada de tejer y destejer, acosada por una legión de aspirantes al trono, era mayor pero conservaba partes muy aprovechables. Así pasó a la mitología griega, como el ciego adivino más confiable, antecedente de los famosos oráculos en los cuales creía el poderoso general macedonio, Alejandro Magno, quien antes de volver a su mítica campaña contra los persas viajó durante días desde lo que hoy es el Cairo hasta los manantiales de Siwa, favoritos de Cleopatra, donde asistía el oráculo más famoso del mundo en la época. No le sirvió de mucho, Alejandro moriría pocos años después en la plenitud de su juventud, sin haber consolidado el imperio con el que soñó.
Con ánimo conciliador, sueño con encontrar a un Tiresias de la modernidad y preguntarle que régimen es mejor, o menos malo, si la corrupta Solidaridad de Salinas, a quien el innombrable atribuye la paternidad del liberalismo mexicano, o el Bienestar, llamado por su autor “humanismo mexicano”. Sin dos dioses en disputa que exígan una respuesta cierta y oportuna, me conformaría con preguntarle por el destino que nos espera del humanismo obradorista. Las consecuencias de Solidaridad las conocemos: concentración de la riqueza en unos cuantos, usados como fuerza laboral en ganga la mayoría, separación de la brecha entre pobres y ricos, corrupción, gobierno rico y pueblo pobre.
¿Qué nos espera del humanismo mexicano comprendido en el dulce concepto de Bienestar?. Dado que no puedo viajar al Hades como Odiseo ni tenemos la fortuna de que Zeus se distraiga en preguntarle a Tiresias, solo puedo hablar a partir de los hechos observables y lo que veo es que la concentración de la riqueza es hoy mayor, la brecha entre pobres y ricos sigue creciendo, la corrupción está más extendida y además acompañada de cinismo y opacidad, el gobierno sigue siendo rico y el pueblo pobre encima viendo que se apoderaron del palacio que antes era de todos y la fuerza laboral igual, aunque recibiendo mendrugos a los que llaman apoyos.
No hay cambio entre un régimen y otro, si acaso la diferencia es de grado, ¿entonces qué los distingue? A esos dos gobiernos nada, pero si a los posteriores del llamado “liberalismo” con el “humanismo mexicano”. Es una diferencia fundamental: democracia y libertades. Para comprobarlo no necesitamos a Tiresias ni a los oráculos, podemos verlo en la creación del INE, el Tribunal Electoral, los órganos autónomos, la Corte independiente, el Congreso sin mayorías absolutas, los cambios de gobierno en diferentes partidos, la seguridad de que el voto era contado. Esa realidad inobjetable fuimos construyéndola progresivamente con la decidida participación ciudadana y, a regañadientes, la voluntad de los gobiernos en turno. En un periodo muy corto el país cambió de una “dictadura perfecta” a una “democracia imperfecta”, pero al fin democracia.
En sus contrapartes vemos las primeras consecuencias del “Humanismo Mexicano”; INE Y Trife sometidos, la promesa de cancelar órganos autónomos que debilitan al ciudadano frente al gobierno, Corte de parapeto al servicio del poder, Congreso de absolutas mayorías artificiales en ambas cámaras cuyos legisladores se proclama lacayos del Ejecutivo, la restauración del partido de estado, vuelta a las elecciones de “carro completo”, regreso a la persecución de adversarios. También estas son realidades inobjetables, negadas únicamente por los propagandistas del régimen en los que tampoco hay originalidad, en el viejo PRI los llamaban “jilgerillos”, cantaban al son del todo poderosos señor sexenal.
La presión ciudadana e internacional hizo que los presidentes posteriores a Salinas avanzaran hacia la democracia y concedieran prerrogativas ciudadanas frente al poder. ¿Hacia dónde avanzamos después del innombrable?. La respuesta es más que obvia, se desarrolla ahora mismo al interior de las cámaras; hacia la devastación institucional y la concentración de poder en una sola persona. ¿Hasta donde la llevarán, una vez que han conseguido establecer en la Constitución el régimen de dictadura? Para eso sí necesitamos a Tiresias, ni ellos mismos saben aún. Nos llevarán hasta donde quieran y nada podemos hacer los mexicanos libres para impedirlo, el país es ahora de una camarilla de rencorosos babeantes de dinero y poder. Con ellos vamos a lidiar los próximos años, quizás décadas, váyanse haciendo a la idea.