Una Iglesia dividida

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En medio de una creciente violencia detonada por la guerra contra el narco que inicio Felipe Calderón y continúo Enrique Peña Nieto, aquel 13 de febrero de 2016 —tras el reclamo y reprimenda del Papa Francisco desde la Catedral Metropolitana— parecía el parteaguas para que la jerarquía de la Iglesia Católica en México se reconciliara hacia su interior pero nada cambió.

Hoy, de acuerdo con fuentes eclesiales del más alto nivel, la jerarquía católica sigue dividida y confrontada entre un grupo conservador vinculado al poder político y económico conocido como “los príncipes” y otro sector al interior de la Iglesia, uno progresista que busca revertir la tendencia que ha debilitado al catolicismo en México, les dicen “los rojos”.

Es una visión muy superficial de esas divisiones que a la fecha siguen vivas en la jerarquía católica; si bien hay matices, prevalecen tres grandes grupos: los moderados; los que creen en la Teología de la Liberación y el servicio a los pobres y otros que parten de la idea de que el poder es para ejercerlo en beneficio de la estructura de la fe y su permanencia.

De ese tamaño es la división, me dicen y recuerdan el mensaje del Papa de aquel 13 de febrero, en su segundo día de la única visita que hizo a México: “Si tienen que pelearse, peléense; si tienen que decirse cosas, díganselas; pero como hombres, en la cara, y como hombres de Dios que después van a rezar juntos”.

Era evidente que algo se había roto en la unidad de la jerarquía católica mexicana y que a la fecha no se ha resarcido, me aseguraron tres jerarcas consultadas ayer por este columnista. Uno de ellos me insistió en consultar el mensaje del Papa Francisco en la Catedral para tener claro el tamaño de la división de entonces y que hoy continúa:

“A este Pueblo mexicano, le ayudará mucho un testimonio unificador de la síntesis cristiana y una visión compartida de la identidad y del destino de su gente (…) La misión es vasta y llevarla adelante requiere múltiples caminos. Y, con más viva insistencia, los exhorto a conservar la comunión y la unidad entre ustedes. Esto es esencial, hermanos.

“Esto no está en el texto pero me sale ahora… México, y su vasta y multiforme Iglesia (los fieles), tienen necesidad de obispos servidores y custodios de la unidad edificada sobre la Palabra del Señor, alimentada con su Cuerpo y guiada por su Espíritu, que es el aliento vital de la Iglesia. No se necesitan «príncipes», sino una “comunidad de testigos del Señor”.

Nueve años después, la Iglesia Católica en México subsiste en medio de un cambio de régimen que la respeta pero no apoya, en el que sigue siendo uno de los grandes poderes fácticos del país y que ve cada año cómo más mexicanos renuncian a su fe.

Un análisis de International Journal of Progressive Sciences and Technologies apunta que el porcentaje de católicos se ha desmoronado en los últimos 40 años en 14.7% pues mientras que en 1980 representaban el 92.6% de la población total, para 2020 había bajado a 77.7% de la población absoluta del país.

Así, con una sociedad que vive en medio de desapariciones y embates del crimen organizado, con una sociedad dividida por las diferencias políticas y por las desigualdades económicas, los jerarcas católicos siguen su vida en la división que el Papa Francisco les reprochó hace nueve años.

RADAR

Nos comentan que el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum está listo para a enfrentar todos los temas que pondrá Estados Unidos sobre la mesa para presionar la relación bilateral: aranceles, migración, fentanilo, crimen organizado, reparto de agua, gusano barrenador y un largo etcétera por venir que habrá de tomar rostro conforme avancen los tiempos políticos de Trump.