¿Tendrá Corral empaque para encarcelar a César Duarte?

LLEGÓ EL CIRCO ¿CUÁNDO EL PAN?

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Hacia su tercer año César Duarte se percató que su administración se desdoblaba sobre temas muy identificables.

Así lo expresó al cerrar su cuarto informe: los dos primeros años fueron de seguridad, el tercero educativo, el que corre de la salud y el quinto será de la justicia.

Por justicia entendía la construcción de la nueva Ciudad Judicial y el arte de oxigenar el Pleno del Tribunal Superior. Para ese año, el cuarto, era evidente que mostraba signos de aspirante a dictador perenne, por eso su mente estaba confundida pensando que al Ejecutivo compete la justicia, siendo que la Constitución reserva expresamente esa tarea a otro Poder.

Satisfizo su promesa con la construcción del enorme inmueble que hoy alberga al Poder Judicial, relevó con amigos y compromisos políticos la mitad del Pleno y movió cuantas veces quiso al presidente del Tribunal.

En el quinto informe no lo dijo, pero sabía que el sexto y último año sería de la política. Empezó con el más dulce de los sueños, imponiendo su criterio ante Peña Nieto a efecto de que postulase candidato a Serrano. Logrando además lo que ningún otro gobernador antes que el; someter a sus rivales internos, imponer también candidato en PRD y Movimiento Ciudadano mientras fragmentaba al PAN.

Escenario perfecto para el gran campeón de la política doméstica, hasta que la madrugada del seis de julio el complaciente y arrullador sueño torno en su peor pesadilla, Javier Corral, el único enemigo al que realmente temía aparte de Marco Adán Quezada, había ganado la elección.

Con frecuencia escucho a conocidos panistas decir que Duarte hizo todo lo necesario para blindarse judicialmente, a efecto de ser intocable e instalarse en la impunidad –como muchos de su especie- una vez fuera de gobierno.

Erran, sometió al Poder Judicial por su naturaleza dictatorial. Lo mismo hizo con las universidades, ahí está su hermano en Juárez, el Congreso, partidos políticos, notarios públicos. Disponer de las instituciones a su arbitrio fue una constante de su gobierno, las tomaba por sus servidoras.

Sólo se contuvo ante la Iglesia y el Ejército, pero si hubiese tenido oportunidad intenta elevar a cualquier cura de Parral al arzobispado y hacer comandante de la Quinta Zona al cabo con el que jugó de niño. Confundió la constancia de mayoría con factura del estado a su nombre, dijo certero Javier Corral muy al principio de la pasada administración.

Jamás pretendió blindarse por que no pensó en perder, se veía gobernando sobre Serrano desde un alto puesto en el Gobierno Federal. “Si llegó al gabinete –de Peña- nadie me para”, decía en la frenesí del poder y los beneficiarios de su gobierno repetían cual estribillo: “llegando el patrón al gabinete, nadie lo para”.

Ciertamente nadie lo paró, se detuvo a sí mismo por su arrogancia, soberbia, traiciones, insatisfecha ambición económica y de poder. Lo frenó, en otras palabras, su incultura política y desprecio por las instituciones.

Paradoja de la vida, aquella madrugada de julio la realidad política regresó la historia de Chihuahua hacia la Justicia, esta vez situando a Duarte como objetivo prioritario del nuevo gobernador.

En ese momento comprendió que la oxigenación del Tribunal era su blindaje.

También lo advirtió Corral, sabía que con Gabriel Sepúlveda en la Presidencia y los trece magistrados impuestos, era improbable que Duarte fuese condenado. 

Necesitaba recuperar el control y lo hizo. Recargado en el Congreso atropelló al Tribunal, pero había que hacerlo para dar vigencia a su idea de justicia.

Duarte interpretó el concepto de justicia como una casa moderna, grandota y aireada; Corral como la necesidad irreductible e impulsiva de ver en prisión al que se metió con su familia.

En esa idea fija y única basó su campaña, en esa idea despliega hoy su administración: poner al vulgar ladrón tras las rejas. Avanza rápido, lleva sólo mes y medio en el cargo y ya retiró el blindaje judicial de Duarte, acomodando el mando de la justicia a sus intereses.

Despejado el camino hacia San Guillermo y agotado el paseíllo mediático de los secretarios de su administración, con las denuncias de corrupción, excesos y omisiones del pasado gobierno, pronto habrá noticias sobre órdenes de aprehensión contra personajes antes encumbrados, entre ellos desde luego Duarte.

La carpa del circo está montada, bien montada, la especialidad del PAN, sabe entretener a la gente y si dispone de elementos se regodea con la naturalidad de una bailarina de élite que actúa por amor al arte, disfrutando feliz su presentación.

El público permanece a la espera de que abran las taquillas, saboreándose con el desfile preliminar, goza por anticipado con la desgracia del poderoso. Tan odioso se hizo César Duarte ante los chihuahuenses, que todos esperan su caída. No hay compasión hacia el tirano.

Como en Roma, el circo es para entretenimiento de la plebe, conseguir el aplauso fácil para el emperador. Sin embargo tras el barullo ensordecedor de las ruedas de prensa y declaraciones estridentes, permanece la obligación de montar, en apego a la ley, cada delito señalado o al menos uno irrefutable que funde la condena judicial.

El veredicto público está sobradamente acreditado; falta la condena legal. Es ahí donde hay que ver de qué tamaño es Javier Corral, el empaque de sus asesores y miembros influyentes del gabinete, Gustavo Madero, Arturo Fuentes Vélez, César Peniche, César Jáuregui, Rocío Reza, Memo Luján. Toda su vida de opositores han pedido, tienen una oportunidad, atásquense ahora que lodo.

Javier transita con una desventaja política obvia. En la simulada lucha contra la corrupción el gobierno de Peña otorgó prioridad a Javier Duarte, Guillermo Padrés, José Luis Borges. Al Duarte de Balleza ni quién lo mencione en México. Simplemente, en dos años no ha prosperado la demanda de Unión Progreso.

Lo anterior describe un escenario en el que Javier Corral está sólo contra César Duarte; uno contra el otro ¿Por quién apuesta usted, por el gobernador que tiene las instituciones del estado a su favor para documentar delitos del fuero común y llevarlo a prisión sin necesidad del aparato federal, o por el exgobernador protegido con el manto de impunidad inherente a los altos gobernantes y con dinero suficiente para contratar al mejor despacho de abogados en el país?

En las mesas de café las apuestas están a favor de César Duarte, no porque lo vean inocente, su descrédito social permanece, el consenso general arguye que Javier carece de habilidad suficiente para romper el blindaje de impunidad que protege al César.

El tiempo es otra dificultad ¿Se habrá percatado Javier que en esa tarea, la de amacizar las acusaciones legalmente, está limitado por el tiempo? De entrada la pregunta parece boba, desde luego, en cinco años concluye su mandato, sonso columnista, alguien podría concluir.

Si, tiene cinco años de gobernador, pero el tiempo de su bono democrático es indeterminado, lo define el caprichoso sentir de la población. La gente es veleidosa, los mismos que hoy aplauden en redes sus apetitos justicieros, mañana podrían estar desacreditándolo socialmente por “ser igual a los otros, mucha justicia pero nada de obra, los otros robaban pero hacían algo, se decían los muy honestos y ahí está fulano…”. Ese coro empezará pronto con los miles que salgan de gobierno.

En esa parte del tiempo limitado, hay una variable que Javier no parece comprender: Al circo hay que acompañarlo con pan. El circo ya llegó ¿Cuándo el Pan? Está muy bien, cárcel al corrupto y a su pandilla ¿Y luego? ¿Hasta ahí llegó su gobierno? ¿Los ciudadanos debemos conformarnos con ver a Cesar en prisión? Esa es sólo una parte y ni siquiera la más importante para la gente.

En el circo puntualidad, en el pan retraso. A mes y medio de su administración Javier Corral no ha esbozado un programa mínimo de gobierno: construiremos esta carretera, haremos aquel hospital, preparamos un programa contra la pobreza, estamos coordinados con los alcaldes para realizar aquellas obras, llevaremos de este modo la salud a la sierra, tenemos un programa para conservar e incrementar la oferta de empleo…

Nada relacionado a las actividades sustantivas de gobierno, la suya es una lucha exclusiva contra Duarte. La gente se cansa, las justificaciones de que no hay dinero pronto serán argumentos trillados; lo que hoy ven como ejemplar acción de justicia pronto se verá como obsesión enfermiza.

No hay nada nuevo bajo el sol, como a todos los gobernantes terminarán por condenarlo, el desgasta que genera el poder es inmenso y no hay antídoto efectivo para contenerlo. Ese tiempo, el del sentir popular, es el que restringe el ánimo justiciero de Javier, la gente se cansará del circo y exigirá pan.

Con todo, tengo mis dudas sobre los que apuestan por que Duarte prevalecerá sobre Corral. Entendiendo las dificultades políticas, legas y de temporalidad, pero estoy convencido que la determinación por verlo en prisión predominará sobre el hambre que tienen los chihuahuenses de que sus gobernantes vean por el estado, no sólo por sus intereses.

Ya se, es de weba, nada lo hará concentrarse en la necesidad de pan, pero hay que decirlo, aunque sea como desahogo.