Se ha vuelto una constante, cada crisis en la compleja relación de nuestro país con Estados Unidos encuentran una víctima común: Claudia Sheinbaum Pardo. Tenemos que preguntarnos si fatalmente sucede por el momento tan difícil de la historia entre ambos países o fuerzas oscuras actuan contra la debilitada presidenta, casualidad no es. Hasta el lunes pasado, ella sufría por los incómodos temas de seguridad y narcopolítica, atada de brazos sin poder entregar a gobernantes socios del crimen, por ser también cómplices de López Obrador. En el momento más álgido, tuvo que ofrecer un mensaje público de lealtad entonando el indigno “es un honor estar con Obrador”.
Las protestas migrantes son peores, podrían terminar en una intervención directa de tropas norteamericanas en territorio nacional, apoyado en hechos que se fueron enlazando para certificar la convicción antimexicana. El gobierno de Trump alentó deliberadamente la insurrección, ordenando redadas violentas e ilegales de migrantes latinos, en su mayoría mexicanos. Lo hizo como efecto distractor a la confrontación con Elon Musk y el propósito de reafirmar lealtades con su base electoral, frente a la cual perdía credibilidad. Es su electorado, el equivalente estadounidense al “pueblo bueno”, mayoritariamente compuesto por radicales antiinmigrantes. Con ellos se está congraciando.
Una decisión mediáticamente inteligente si pensamos en que la confrontación con Elon Musk estaba llegando a niveles críticos hasta para sus devotos más fieles (no aguantó que lo asociaran con el pedófilo sentenciado más famoso de los Estados Unidos) y que China, Canadá y Europa despedazaron su falsa narrativa de presidente superpoderoso, haciéndolo retroceder con la demencial política de los aranceles unilaterales. Necesitaba regresar al entorno seguro; la política del garrote contra migrantes. Por eso las declaraciones belicistas de “no permitiremos que una ciudad estadounidense sea invadida por enemigos extranjeros”, “lo que presencian en California es un ataque en toda regla a la paz, el orden público y la soberanía nacional”. Es Trump siendo Trump, la confrontación disruptiva como eje aglutinador de su base social.
Por torpeza y desconocimiento en las sensibles relaciones binacionales, los políticos del régimen están convencidos que “fuera de México (ciudad) todo es Cuautitlán”, la presidenta Sheinbaum metió las narices donde nadie la llamaba e hizo de la crisis migratoria una confrontación verbal entre los dos gobiernos. Hoy sabemos donde inició, pero no donde terminará. Quiso quedar bien con sus votantes dentro y fuera del país, con el tema de las remesas y torpemente declaró que promoverían manifestaciones en ciudades norteamericanas, contra el cargo del 3.5 por ciento. Después, al día siguiente de las primeras redadas, tuvo el desliz de sugerir al gobierno de un país “amigo” como debe manejar sus asuntos internos, pidiéndole que “apliquen el debido proceso y sean respetuosos con la dignidad humana”. Sólo le faltó el muy populista “no repriman”.
¿Se embarró por iniciativa propia o la embarraron los ideólogos de la propaganda, al servicio de López Obrador no de ella?. De primer vistazo da la impresión que le tendieron un cuatro y ella no advirtió la celada. A sus primeras declaraciones siguió la maquinaria de propaganda con una insensata narrativa patriotera. Entre los más estridentes Noroña, presidente del senado, invitó a Donald Trump a que reflexione “sobre que la Ciudad de Los Ángeles tiene el 70 por ciento de población mexicana” y en un acto de absoluta irresponsabilidad recuperó el antiguo y doloroso tema de la frontera: “vamos a construir el muro y lo vamos a pagar. Pero lo haremos según el mapa de México de 1830”, mostrando el mapa de la vieja frontera. En otro exceso, los senadores del régimen estuvieron a punto de manifestarse frente a la embajada de los Estados Unidos, como si fuesen ciudadanos comunes, hasta que una voz cuerda detuvo la insensatez. Están invitando a la intervención.
Se la pasan reclamando cuando una instancia internacional u otros gobiernos incomodan al nuestro con declaraciones que consideran impropias y ellos en franco desatino injerensista con el Imperio. Desde allá respondieron dirigiendo el dardo directamente contra Sheinbaum. La Secretaria de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Kristi Noem, acusó a la presidenta de alentar las protestas en Los Ángeles, con una severa nota de remate: “yo la condeno por eso”. Es tono de guerra, no de paz y los devotos de López Obrador azuzan la confrontación seguros de que la destinataria del discurso antimexicano es la propia presidenta. ¿lo hacen por ignorantes, por que les duele sinceramente el trato a los migrantes mexicanos o por perversidad política?. Que Claudia Sheinbaum responda esa pregunta y la responda pronto, quedó desacomodada y con mínimos márgenes de reacción.
Trump y los duros de su gobierno tienen ahora el pretexto que necesitaban para una intervención en territorio nacional. Ver la bandera mexicana ondear sobre vehículos incendiados les ha dado la legitimidad frente a su base y en previsión del escenario más radical responsabilizan directamente a la presidenta. No estoy de acuerdo con un político inhumano, siniestro, pedófilo y corrupto como Trumpo, pero vistos los hechos sin apasionamientos, me pregunto qué pensarían los populistas patrioteros si la bandera de los Venezuela ondea en el Puerto de Veracruz, mientras los migrantes sudamericanos hacen destrozos en las calles. Ni a ellos les haría gracia.
Sheinbaum sufre las consecuencias políticas, queda debilitada y expuesta a un plebiscito revocatorio enderezado por su propio partido; Las consecuencias económicas son del país,
con las relaciones tensadas toda inversión queda frenada y no faltarán empresas nerviosas que decidan abandonar “antes de que sea demasiado tarde”. Mientras México y los mexicanos radicados legal o ilegalmente en los Estados Unidos pierden, los únicos ganadores en un entorno caótico, sería Donald Trump y López Obrador. Lo de Trump es obvio, pospone el diferendo que perdía con Musk, origen de las redadas, y afianza su liderazgo en la base que le hizo ganar incuestionadamente la presidencia. ¿Porqué gana López Obrador? Aquí propongo la teoría conspirativa: sospecho que abre la puerta para un regreso anticipado a la Presidencia. Es un megalómano con ínfulas de mesías incapaz de permanecer mucho tiempo en las sombras y, recuerden, lleva más de un año enclaustrado en su finca dorada.
Desde la infame conjura del embajador Lane Wilson, durante la Revolución, las relaciones entre México y los Estados Unidos no habían llegado a un desencuentro como el actual. Estamos viviendo la historia y podría repetirse para mal, con nuevos traidores, nuevas víctimas pero mismo desenlace; un precio altísimo para la sociedad mexicana.