Hay reportes de que Adriana Terrazas visitó, días atrás, la casa de César Duarte, presumiblemente convocada por el exgobernador. Según lo trascendido, le habría pedido que fuese a visitarlo para usarla de mandadera, quería entregarle una carta personal a la gobernadora Campos.
Hasta donde se ha comentado en estrechos círculos, Terrazas acudió al encuentro sin antes informar de la cita a la gobernadora o preguntar sobre la conveniencia o no del encuentro. Es una mujer formada en la rigurosa institucionalidad del viejo PRI, conoce las formas políticas y en consecuencia sabe que, mínimo, tenía obligación de informar, es parte (o era) del gabinete estatal.
El caso es que no informó sino hasta días después, omisión que le habría costado el cargo como representante del gobierno estatal en Ciudad de México, una beca nada despreciable para cualquier político. Deslealtades así resultan inadmisibles a los ojos de una gobernadora que se ha caracterizado por ser generosa con su equipo. Al parecer ayer le habrían dicho adiós.
Hasta donde se sabe, Maru no quiso recibir la supuesta carta pues tiene suspendida la comunicación con el ex gobernador de tiempo atrás, darle gusto en estos días de improvisado y celerino bailarín no va con ella. Pero si habría castigado severamente el “descuido” de Terrazas, que mostró lealtad con el ex, no con ella que la rescató del rechazo morenista.
Una observación en forma de pregunta, sólo por mortificar: ¿Pudo ser una celada del propio Duarte contra su presunta compañera y amiga? Híjole, está de pensarse, Duarte sabe que su casa está vigilada las 24 horas y que sus visitas reciben el beso del diablo, porqué no prevenir a Terrazas.
O la otra, si Duarte sólo quería usarla de mensajera, como dije arriba, entonces Terrazas se pasó de cándida al avisar días después del encuentro, no antes o al menos inmediatamente. Haga usted sus conclusiones.
Aunque no estuviese previsto, al menos no hay constancia de que se hubiese mencionado su nombre para dejar el gabinete, la forzada renuncia de Adriana Terrazas sería el primer movimiento al interior del gabinete estatal, de los previstos para después de las elecciones judiciales.
Muy probablemente vendrán otros, se han ido desgranando nombres extraoficialmente. Unos saldrán por faroleros y carentes de compromiso, otros por inútiles y andar encampañados en utópicos proyectos personales. Y sí, ahora el concepto de lealtad al equipo es importante, Adriana Terrazas marcó la pauta.
Hace bien la gobernadora en meter mano dura, para la segunda parte del sexenio es necesario que los funcionarios del gabinete y todo el panismo cierre filas, el populismo construye un régimen de dictadura en el que muchos esperan de Chihuahua un ejemplo de oposición vigorosa.
Rompeolas
Arrastrando un de los peores descréditos sociales que puede soportar cualquier político, y la mayoría está muy desacreditado, Javier Corral decidió esconderse en las enaguas de su propia incompetencia para descargar viejos rencores sobre la gobernadora Campos, intentando vincular su nombre con otro exgobernador desprestigiado. Los confrontados compiten por ver cual de los dos fue peor gobernador con el tema de que uno sale a los bares con ínfulas de chavorruco y otro no se puede parar en restaurantes porque lo cachetean. Ambos dan verguenza, en especial Corral que sigue soñando con que Andrea Chávez sea gobernadora, pensando que así Duarte volverá a prisión. Con tal de satisfacer sus apetitos incontenidos de venganza personal, se inscribió por voluntad propia en el peor grupo político del régimen, el de los ultras con fama de ser cómplices del crimen.
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La imagen de Lilia Aguilar, diputada oficialista, acechando a Lili Téllez para encontrar el momento justo de arrebatarle un megáfono con el que la incómoda senadora elevaba la voz contra las políticas del régimen, anuda una estampa de censura y porrismo del régimen “más democrático del mundo”. La presidenta Sheinbaum dice y promete libertad de expresión, pero la realidad la desmiente una y otra vez. Sin libertad para la critica opositora en los recintos parlamentarios, qué puede esperar la gente común. Mientras más ensayan las narrativas de libertad y democracia, más aprietan la censura. Son lo que son, políticos autoritarios de vocación populista.