Cientos de Haitianos abandonan Estados Unidos para ir a Canadá

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El pasado 5 de agosto, Isaac  cruzó a Canadá por un camino en Saint-Bernard-de-Lacolle (Quebec). Hasta hace unos días residía en Brooklyn. Fue detenido por la Policía canadiense al momento de cruzar la frontera y conducido a un centro de tránsito para confirmar su identidad. Actualmente pernocta en el estadio olímpico de Montreal —donde se han acondicionado áreas para unas 600 personas—, espera cobrar su primer cheque de ayuda en unos días y tiene cita con un juez en octubre para saber si obtendrá la condición de refugiado. “La actitud de Donald Trump es muy dura con los inmigrantes”, cuenta a el periodico EL PAÍS

De acuerdo con el Programa de acogida e integración de solicitantes de refugio en Quebec, 448 personas pidieron esta categoría migratoria en junio y 1,174 en julio. El 90% de estas solicitudes fueron de haitianos. La prensa de Montreal ha informado de que en la primera semana de agosto, unos 200 individuos de esta nacionalidad cruzaron en promedio la frontera cada día.

Luego del terremoto que devastó Haití en 2010, Barack Obama concedió el Estatus de Protección Temporal (TPS por sus siglas en inglés) a unos 58,000 ciudadanos de ese país. Sin embargo, el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos recomendó en abril al presidente Donald Trump eliminarlo en enero de 2018, bajo el argumento de que las condiciones en la nación caribeña—la más pobre de América— han mejorado considerablemente. La incertidumbre ha impulsado a cientos de haitianos a atravesar la frontera canadiense. “Mi familia y amigos me dicen que los cambios han sido mínimos. Las cosas siguen siendo muy complicadas”, afirma Isaac, quien es originario de Bel Air, un barrio de Puerto Príncipe muy afectado por el sismo.

La mayoría de los ciudadanos de Haití que han cruzado la frontera a través de Quebec han decidido permanecer en esta provincia, ya que cuenta con la comunidad haitiana más numerosa en el país (unas 120,000 personas; 93% en Montreal y sus alrededores), donde muchos de los recién llegados tienen familia. La lengua francesa también explica esta tendencia.

Marjorie Villefranche es la directora de la Casa de Haití, un organismo montrealés que brinda apoyo a la comunidad haitiana en diversos temas. Villefranche señala que auxilian a un número importante de personas desde hace varios días para completar documentos jurídicos, recolectar ropa y productos de aseo y encontrar alojamiento, ya que la estadía de estos individuos en albergues dura pocos días: “Nuestra comunidad se ha movilizado mucho. Ha mostrado solidaridad al ver a tanta gente que ha llegado. La ayuda está enfocada sobre todo en familias con hijos pequeños, ya que es el tipo de solicitantes de refugio más numeroso”.

Luego del terremoto de 2010, el Gobierno canadiense puso en marcha un programa de protección parecido al de Estados Unidos. Stephen Harper quiso cancelarlo, pero Justin Trudeau otorgó una prórroga. Este periodo adicional concluyó en agosto de 2016. “Los haitianos que arriban desde Estados Unidos han recibido informaciones erróneas.

Piensan que podrán obtener fácilmente la categoría de refugiados, pero será complicado en muchos casos”, comenta Villefranche. De acuerdo con las leyes canadienses, es necesario que un solicitante de refugio demuestre que necesita la protección de Canadá debido a que estaría en peligro si regresa a su país por motivos religiosos, políticos, étnicos o de pertenencia a un grupo social específico.

Además de quienes vivían en Estados Unidos bajo el cobijo del TPS, hay haitianos que han llegado a Canadá con periplos distintos.  “La vida en Haití es muy difícil. Hay desempleo, inseguridad.

La llegada de los haitianos en las últimas semanas es el más reciente capítulo de una ola de solicitantes de refugio que inició a finales de 2016. Si bien la provincia de Manitoba ha registrado casos, la mayoría ha tenido lugar en Quebec, particularmente a través de Saint-Bernard-de-Lacolle. Según cifras de la Policía Montada de Canadá, en lo que va de 2017, la provincia francófona ha sido escenario del 77% de los cruces irregulares.

Antes de los haitianos, ciudadanos procedentes de países mayoritariamente musulmanes encabezaban este flujo. Una parte de ellos ha llegado por avión a Nueva York para moverse rápidamente a la frontera canadiense. Otros más esperaban una respuesta a sus solicitudes de refugio en Estados Unidos desde hace meses, pero han optado por buscar este estatus en Canadá ante la postura de Trump.

Según el Ministerio de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía de Canadá, en 2015 hubo 2.920 peticiones de refugio en Quebec, 5,505 en 2016 y 6,505 entre enero y junio de este año. La mayoría de las personas han cruzado la frontera de forma irregular. La razón es que no podrían solicitar este estatus en los pasos fronterizos convencionales debido al Acuerdo sobre un Tercer País Seguro. En este convenio se estipula que un ciudadano no estadounidense está impedido de pedir refugio en un puesto fronterizo canadiense debido a que ingresa desde EE UU, considerado un país seguro. No obstante, si la persona cruza la frontera irregularmente será detenida, pero podrá tener audiencia ante un juez para pedir el estatus de refugiado, según lo indicado en la Carta canadiense de derechos y libertades.

Somos un país abierto al mundo. Hay que proteger esta apertura justamente asegurándonos de respetar todas las etapas del proceso”, señaló el viernes 4 el primer ministro Justin Trudeau ante los medios. Trudeau respondía con ello a críticas de la oposición y del Sindicato de trabajadores aduanales y de inmigración, quienes acusan al Gobierno de poca preparación frente a este escenario. El miércoles 9, el ejército canadiense montó un campamento para albergar a 500 personas en Saint-Bernard-de-Lacolle, a modo de no saturar los centros de tránsito. El domingo 6, unas 300 personas se expresaron a favor de los solicitantes de refugio frente al estadio olímpico de Montreal y pidieron igualmente la suspensión del Acuerdo sobre un Tercer País Seguro. Según Radio-Canadá, una manifestación contra los recién llegados fue suspendida a última hora. “Quiero estudiar, trabajar, pagar impuestos. Voy a convencer a las autoridades canadienses que necesito quedarme”, comenta Jean con esperanza.