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jueves, mayo 2, 2024


*“Esta es peor que el tuerto”
*El estruendo demagogo aturde

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El deterioro de la discusión pública, a mes y medio de las elecciones, avanza en tal medida que amenaza la convivencia social y la precaria vida democrática del país. Nutrida por la demagogia populista, la narrativa nos confronta poniendo en peligro la misma elección. Los hechos se suceden unos a otros sin espacio a reflexionar sobre sus consecuencias, colocándonos en un circo multipistas cuyos actos pasan frente a nosotros sin poder asimilarlos: Zaldívar, juicio político contra Norma Piña, afores del Bienestar, reformas a la Ley de Amparo, patente de corso para indultar criminales, Ecuador y siga contando.

Al centro del estruendo que supera la capacidad humana de procesarlo, está el protagonismo excedido de López Obrador. Es paradójico, por definición constitucional el momento actual pertenece a las candidatas. Son sus propuestas, trapitos, narrativa, omisiones, errores lo que ahora mismo deberíamos estar escuchando y discutiendo. Pues no, el Presidente decidió empujar, empujar y empujar a sabiendas que su gobierno termina en poco más de cinco meses. En vez de cerrar pistas al ver que la hora llega, sigue abriendo otras con números nuevos.

Al final de su mandato enloqueció como ningún presidente anterior. A todos les gustaría conservar el poder hasta su muerte y heredarlo sin oposición, todos soñaron con poner su nombre en los libros de historia, pero ninguno emprendió una delirante y obsesiva campaña para conseguirlo. Es demencial su obsesión por figurar en cualquier tema de la vida nacional, defendiendo un derecho que no tiene, el de ser parte y juez en toda discusión pública.

Por más anuncios en medios electrónicos autorizados por el INE, la estridente narrativa de Palacio Nacional apenas nos deja escuchar la voz de las campañas. Las candidatas no fueron protagonistas ni durante el debate, López Obrador se apropió del mismo sintiéndose ofendido por las preguntas que cuestionaron su gobierno y durante tres días prevaleció su reclamo. Hasta el debate les quitó.

Cada quien tendrá una explicación de su desmesura en tiempos electorales. La mía es que prepara el humor social y político en previsión de que los resultados electorales y políticos sean contrarios a su interés continuista. Puesto a un lado el Congreso, sólo como recurso para fines didácticos, veo cuatro escenarios generales: 1) Gana solventemente Sheinbaum y, dócil, acepta el liderazgo moral de López Obrador. 2) Gana Sheinbaum pero lo desconoce y rechaza su autoridad moral. 3) Gana Xóchitl o el resultado se aprieta y López Obrador “suelta al tigre”, con ordenes de reventar la elección. 4) Gana Xóchitl con márgenes razonables y el presidente no consigue, ni soltando el tigre, reventar la elección.

Cualquiera de los escenarios trastorna al país, pero los tres primeros serían catastróficos. La consolidación del maximato sería su resultado ideal, con ella en oficio de Juanita y él gobernando desde Palenque. En este caso la continuidad sería plena, más territorio entregado al crimen, canceladas las instituciones democráticas y sometidos los poderes Legislativo y Judicial. En el escenario dos el partido gobernante entraría en una despiadada lucha por el poder y ajusticiamiento de cuentas, en el tres la confrontación política nos dejaría bordeando el abismo, ambos el país sufriría inestabilidad económica y social, violencia, pérdida de empleo, parálisis gubernamental. En el escenario cuatro veríamos una crisis política temporal (incierto predecir dimensiones) y un relevo parecido al 2006, pero ahora conflictuado desde el gobierno. 

Si aceptamos que todo en torno a López Obrador nos advierte de afanes continuistas. Que sus hechos y dichos, su conducta completa es anunciación inequívoca de que pretende perpetuarse, tenemos que aceptar como lógicos y pertinentes los cuatro posibles desenlaces electorales. Ha dado sobradas muestras de convicción autoritaria, desprecio por las leyes, rechazo de resultados cuando le son adversos, deseo de trascendencia histórica. Y Sheinbaum de complaciente sumisión a sus deseos, plegada al discurso que le imponen, incapaz de mencionar una palabra incómoda contra temas tan desastrosos como violencia o colapso de salud. Es una candidata ejemplarmente obediente, por eso la eligió.

El maximato sería una tragedia nacional, pero en lo personal tengo mayor miedo a una Sheinbaum independiente. Quienes la conocen aseguran que es más radical que López Obrador, lo que me hace recordar una lección que nos dejó, sin querer, Pepe Mújica. “Esta es peor que el tuerto”, dijo en abril del 2013 durante un evento sin mayor importancia. El “tuerto” era Néstor Kirchner, presidente fallecido de Argentina, “esta” su viuda Cristina, quien años después terminaría arruinando la economía de los argentinos. Con su demencial ambición de poder, López Obrador nos ha puesto frente a la decisión de nuestras vidas; o votamos por consolidar el régimen autoritario, o votamos por seguir construyendo nuestra democracia. No hay más, hasta ese punto nos llevó.