Manuel Ovalle ¿Por qué corrió?

* Viejas facturas de Ricardo Anaya

* Morenistas comiéndose las uñas

* Los preparativos de Omar Bazán

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Manuel Ovalle, panista queretano que alcanzó notoriedad nacional durante enero del 2015, cuando firmó una enérgica carta contra Ricardo Anaya, entonces presidente interino del PAN, es cualquier cosa menos pasivo ni agachón.

“Ricardo Anaya se autopromueve como paladín de la lucha anticorrupción, pero quienes lo conocemos sabemos que es sólo un discurso muy lejano de actos concretos de congruencia. Su proceder, por el contrario, es testimonio del uso de las instituciones para beneficiarse a sí mismo”, firmó Ovalle en un documento público, junto a otros panistas queretanos agrupados en un movimiento rebelde al que llamaron “Esencia PAN”.

Es el mismo Manuel Ovalle que hace un año Javier Corral contrató como coordinador de asesores y proyectos especiales del gobierno estatal y que el martes 31 de octubre publicó un escueto mensaje en redes, donde anuncia: “hoy se bifurca mi camino con el que fue mi líder en la Rebelión de las Bases”, confirmado su renuncia y cierra el texto con un “me voy a perseguir la chuleta y en busca de una nueva trinchera política”.

En éste tipo de renuncias las especulaciones sobran, cada quién que aporte la suya. Es una obviedad decir que Ovalle perdió la admiración que en algún momento sintió por Javier Corral, a quién llama “mi líder en la Rebelión de las Bases”, pues ahora se bifurca, separa, camina en diferente dirección de quién “fue” y por lo tanto ya no es, su líder.

En aquel lejano enero del 2015 Ovalle y varios panistas emprendieron una lucha desigual contra Ricardo Anaya, al que evidentemente conocen bien; hoy Corral y Anaya están acuerpados en el mismo Frente, literal, por tanto comparten proyectos e intereses políticos.

¿Tuvo que ver su renuncia con el pragmatismo de Corral, rindiéndose a un Ricardo Anaya de quien Ovalle piensa que usa las instituciones “para beneficiarse a sí mismo”? Responda usted, amable lector, los hechos ahí están.

Tenga presente que se trata de la primer renuncia de un personaje de alto perfil que acompañó a Corral en su campaña por la presidencia del PAN contra Anaya, luego en su aventura hacia la gubernatura y después en el primer año de su gobierno.

Ese personaje es Manuel Ovalle Arizpe, de cuya despedida en redes se infiere que en Chihuahua no encontró la chuleta que buscaba ni una trinchera política a su gusto, pues de otra manera no dejaría la entidad para ir a pos de ambas; chuleta y trinchera, como dijo al despedirse.

Al PAN lo alcanzan sus divisiones internas, las relaciones entre sus militantes se tuercen y confunden hasta el punto de que muchos no saben donde quedaron ¿Son panistas o frentistas? ¿anayistas o corralistas? ¿calderonistas o independientes? ¿de los padres fundadores o doctrinarios?

En cambio lo de Morena no tienen ninguna duda, todos son López Obrador y saben que López Obrador es él mismo y sus ambiciones. Sus acólitos no se engañan, saben que en ese partido nadie mueve una pestaña sin pedir permiso y cuando la mueve tiene que hacerlo mientras busca de reojo la aprobación del mesías.

El abrupto cambio de tema tiene que ver con que el fin de semana estará en Chihuahua, Yeidckol Polenvsky y quienes aspiran a conseguir candidaturas postulados por éste partido esperan recibir luces sobre las encuestas que, supuestamente, realizaron para elegir a los mejores perfiles.

El atado de morenistas esperanzados en recibir el sí lucen desorientados, como girasoles en día sin sol, no saben hacia qué dirección voltear a efecto de visualizar el dedazo. No es que sean tarugos, sucede que doña Yeidckol los atormenta diciendo a todos que sí, pero ninguno recibe el anhelado besito en público.

Más que las encuestas, pues esas están como las del DF que desdeñaron al puntero, Ricardo Monreal, a quién por cierto podrían revivir en pleno día de muertos, en Morena los interesados esperan que sus patrocinadores hagan valer su criterio ante el mesías.

Entre los que tienen peso y están atentos a la política doméstica apunte usted a Bertha Luján, Pocho Romo y Rafa Espino; cada uno con sus representantes en Chihuahua: Bertha tiene a Fernando Tiscareño, Romo a Miguel González, y Espino a Pablo Leos, quién de alguna manera se cuece aparte, pues es el primer obradorista de Chihuahua.

En función de quién haga valer su criterio ante López Obrador será la manera como distribuyan las candidaturas más importantes de la entidad: senadurías, presidencias municipales de Juárez y Chihuahua, más dos o tres diputaciones federales. El resto sería para los morenistas de a pié, es decir los de siempre agrupados en el partido.

Ateniéndose a elecciones recientes –hace año y medio postularon a un desconocido que no consiguió más de tres votos y medio para gobernador- lo más probable es que salgan con cada sorpresa. Por más que sostengan el discurso de que primero es la Presidencia, la verdad es que las bajas pasiones políticas están muy presentes en Morena.

Así que dar nombres es inútil, lo más sencillo sería proponer una lista de todos los que andan en la baila y acomodarles cargos, para luego aclarar que “hubo sorpresas” e intentar explicarlas. No, en política no hay sorpresas, sino sorprendidos. Como dijo Patricio, no se calienten granizos, todo se definirá en razón de lo que “diga el dedito”.

En el PRI Omar Bazán también da color de cara a las próximas decisiones. Anteayer nombró a Pedro Domínguez delegado para el comité municipio de Chihuahua, enviando la lectura de que no cederá todo el control a Teokali Hidalgo, que responde a los intereses de Marco Adán Quezada.

Con un lagartón como Pedro Domínguez, Omar espera recuperar parte de poder cedido a la clica de los huachicoleros, en aquellas eternas y tironeadas negociaciones que concluyeron en la entrega del municipal.

Y, según observadores en la mesa del Gerónimos, todo tiene que ver con la elección de candidato a la presidencia municipal. Ahí están los hechos, para los inocentes que suponen jugando a Patricio Martínez.

Por lo visto con Toño García y ahora con Pedro Domínguez, el senador va con todo por una segunda vuelta y no está sólo, lo pastorea Graciela Ortiz, quien se ha convertido en figura preponderante del priismo local. No se ve, pero su mano se siente.

Que Alejandro Domínguez –sólo para evitar confusiones, no tiene parentesco con Pedro- se vaya midiendo si en verdad quiere desafiar a los señores senadores. A propósito ¿Lo consultaron para el nombramiento de Pedro? Digo, como una simple cortesía al diputado federal por la capital.