Bibliotecas gastaron 18.8 mdp en revistas

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Marx Arriaga, titular de la DGB, señala las irregularidades que ha detectado en la Red Nacional de Bibliotecas Públicas

CIUDAD DE MÉXICO.

La Red Nacional de Bibliotecas Públicas se alimentó de compras injustificadas que privilegiaron la adquisición de revistas por encima de libros, propiciando condiciones desfavorables en buena parte de las siete mil 454 bibliotecas que la integran, en donde también se han registrado acervos desactualizados, problemas de infraestructura, bibliotecarios sin formación, falta de mantenimiento, ausencia en la promoción de la lectura y 500 bibliotecas cerradas por distintas razones.

Así lo expresó Marx Arriaga Navarro, titular de la Dirección General de Bibliotecas (DGB), de la Secretaría de Cultura federal: “En este diagnóstico hay varios problemas. En primer lugar se carece de un catálogo nacional con los libros que existen en todas las bibliotecas públicas del país, tal como lo exige la Ley General de Bibliotecas, ante lo cual, la DGB incumple hasta el momento”.

Además de la compra innecesaria de revistas. “El tema de la adquisición fue otro gran problema que tuvieron las gestiones anteriores y un ejemplo es 2018”, cuando las autoridades contaron con un presupuesto de 20 millones de pesos, del cual gastaron 18.8 millones para comprar revistas y el resto para libros. Digamos que sólo se compraron 33 libros nuevos y el resto de las colecciones se renovaron, a partir de donaciones, en sólo 15 estados el país. Según el archivo, (la administración pasada) gastó 22 mil pesos, en 2018, para la compra de libros nuevos para toda la Red Nacional”.

¿Qué números totales observó del sexenio pasado?, se le cuestionó. “En términos globales, durante el sexenio anterior se compraron dos millones 625 mil revistas con un presupuesto de 95.5 mdp, mientras que adquirieron 485 mil libros con 80 mdp”.

¿Por qué se privilegió la compra de revistas? “Es algo muy peculiar, porque la misma ley o la normativa que tenemos en la dirección no contempla la catalogación de revistas. Porque mientras un libro lleva su etiqueta, su número de referencia y podemos incluirlo dentro de nuestro catálogo, la hemerografía no forma parte del patrimonio que conserva la DGB. Además, si la biblioteca en cuestión no posee un revistero, enfrentas otro problema, y eso ha propiciado que en las bibliotecas del interior del país haya alterones de revistas que el público no puede consultar, porque no hay una infraestructura para hacerlo”.

¿Qué lógica tenía la compra de esas revistas? “No lo sé, no lo puedo deducir. Quizá si tuviéramos bibliotecas actualizadas lo entendería, pero no es así. Por ejemplo, hay bibliotecas del interior del país que sólo recibieron una colección, la de apertura, y nunca tuvieron un seguimiento. Son bibliotecas que se armaron en los años 80 y desde entonces no recibieron más libros, y sólo recibieron revistas y con retraso”.

¿Con retraso? “Sí, porque podían llegar con tres y hasta cinco años de antigüedad. Es un problema y no sé por qué se hizo de esa manera. Así que hicimos un diagnóstico y detectamos que sólo 300 bibliotecas en todo el país tienen la capacidad de recibir esa dotación de revistas, las cuales se continuarán enviando”.

¿Qué revistas se consumían? “Las que más se compraban eran Nexos, (dirigida por Héctor Aguilar Camín) y Letras Libres (dirigida por Enrique Krauze). Digamos que se compraban cerca de 20 revistas, pero en cantidad estas dos se compraban en siete mil por cada una para las siete mil 454 bibliotecas, es decir, prácticamente una para cada biblioteca si tomas en cuenta que hay 500 cerradas”.

¿Qué es lo que se debería comprar en realidad? “Si se aplicara el criterio de la Unesco, se deberían adquirir más de 18 millones de libros nuevos cada año. Sin embargo, el año pasado sólo compraron 33. Recordemos que las cifras dependen del número de habitantes”.

Arriaga reconoció que en este momento la DGB incumple la Ley General de Bibliotecas, ya que aún no existe un catálogo nacional con todos los libros que hay en cada biblioteca pública del país. “La ley nos marca que debería haber un catálogo nacional, un inventario nacional de cada biblioteca, en donde se especifique qué libros posee. Sin embargo, eso nunca se cumplió, y se ha llegado al punto de la semiautomatización o levantamiento parcial de acervos”.

Y añade: “Necesitamos saber qué libros hay en cada biblioteca y hacer un catálogo nacional para que el público pueda reconocer el patrimonio bibliográfico con el que contamos”; eso permitiría el préstamo interbibliotecario a nivel nacional.