*Dos Bocas, primero muerto que cancelar

* No gobierna, trasciende a la historia

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Ahora estamos requetebién, Pemex ganó ayer 1,09 pesos por litro, tasado el barril a 7,12 dólares. Y si, es un avance significativo pensando en que la jornada más negra de la historia perdió 36 centavos por litro. Vamos de gane, sólo pagamos un día por que se llevasen nuestro petróleo, quién podría negar que hay ganancia.

Desde luego, cuando estás en el fondo del abismo sólo puedes ir hacia arriba. Nada más tengamos presente que Hacienda calculó un precio de 46 dólares por barril en el presupuesto vigente y fijó la cobertura en 49 dólares, pero sólo el 22 por ciento de la exportación. Veamos lo presupuestado y el país pierde ingresos casi en la misma velocidad de la extracción en los pozos petroleros. Aparte pongamos que las calificadoras más influyentes, Fitch y Moody´s, redujeron el valor de la deuda en Pemex a nivel de basura.

 Las cifras son una bofetada para los proyectos estridentes del régimen y el Líder Amadísimo persiste, entusiasmado, en construir su refinería y ponerla como eje de la economía nacional. A su delirio petrolero sólo ha faltado el “preparémonos para administrar la abundancia” de López Portillo, previo a otra catástrofe económica que frenó el crecimiento del país durante décadas.

Aquella estupidez dejó al país naufragando en una de las peores crisis que hayamos sufrido ¿Qué precio pagará el mexicano de calle por la obstinación de López Obrador en mantener los planes de Dos Bocas, cuando todos los indicadores gritan en su rostro: detente? Nadie puede anticiparlas, las conoceremos cuando sucedan, sin embargo por experiencia y sentido común sabemos que será desgarrador.

En esa negra proyección coincide buena parte de la sociedad mexicana con los analistas financieros, pues al desplome del precio y el colapso financiero de la empresa necesitamos agregar la devastación de la economía en marcha. Los cálculos son que éste año perderemos 1.5 millones de empleos con cientos de miles de empresas cerradas, muchas de las cuales no volverán a abrir, provocando una caída del PIB en al menos ocho por ciento, según los analistas más conservadores.

La sinrazón obsesiva de López Obrador es desesperante, da para jalarse los pelos hasta separarlos del cuero cabelludo sólo de oírlo hablar una y mil vez de más y más austeridad, reducción de salarios y cancelación de aguinaldos, convencido de que las murallas de su castillo de arena detendrán el tsunami que viene.

¿También espera anteponer la estampita del “detente” para conjurar el colapso económico? Uno pensaría que sí o aceptar que tiene “otros datos”, al verlo voluntarioso e intransigente, de su rostro inmutable como los bustos de Juárez frente al ventarrón, mientras mantienen la convicción de seguir adelante con los proyectos megalómanos.

Tiene uno dificultades para dar crédito a su terquedad. Y todavía hay quienes afirman que a su tiempo recapacitará, entrará en razón y detendrá los disparates. Razonan así confiados en que al ver caída la recaudación recompondrá el camino, con tal de salvar el bien mayor: los programas electorales de asistencialismo mediante los cuales pretende consolidar su proyecto de nación.

Son ingenuos, jamás reculará. Un dictador con su perfil psicológico, que se asume “moralmente superior” y, contraparte, tiene por “moralmente derrotados” a sus opositores, no se detiene a pensar en las consecuencias de sus actos. Un presidente que se arroga el derecho particular a interpretar los sentimientos del pueblo bueno y desautoriza el sistema financiero –descalificar a las calificadoras- como si viviésemos aislados del mundo, muere antes de aceptar que se ha equivocado.

Ve lo que quiere ver; escucha lo que quiere escuchar. No hay más verdad que la suya. Colapsará la economía, aumentará el número de pobres, caerán las contribuciones, desmantelará los sistemas de salud y educación, crecerá la violencia, pero Dos Bocas, el Tren Maya, el aeropuerto y las dádivas electorales van, con ellas llegó y con ellas muere.

Su lógica no es de gobierno, es la trascendencia histórica, colocar al precio que sea su nombre y foto en los libros de texto junto a Juárez, Hidalgo, Cárdenas y Madero. Está sinceramente convencido de que ya consolidó la transformación, que las reformas constitucionales son para siempre y a la vuelta de la próxima generación viviremos en un país idílico donde los sicarios hagan caso a sus mamacitas, los empresarios tengan utilidades “moderadas”, los banqueros abandonen la usura, los políticos sean honestos y de Tabasco salga la gasolina que mueva la economía nacional. No es que lo hayamos perdido, es que nunca lo tuvimos. ¿Y las próximas encuestas? Esas vendrán cuchareadas.