*Disociado de la realidad o perverso

* Un tercio y los delirios permanecen

* ¿Peor momento y mejor gobierno?

* La arrogancia de sentirse libres

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Escucharlo hablar sin ver en su rostro emociones, más que contados destellos en temas que desea enfatizar, leyendo pausado frente a un auditorio casi ausente que no tuvo la cortesía de ofrecerle un aplauso, durante los 45 minutos que duró su mensaje, hace que uno se pregunte –simple curiosidad intelectual- si el Presidente cree sinceramente en sus datos o intenta engañar al país mostrando un realidad que sólo en su mente existe.

Está muy convencido de que los megaproyectos generarán 150 mil empleos antes de que concluya el año ¿Cuál año?, de que el combate a la corrupción y la austeridad dejaron 560 mil millones de pesos en ahorros ¿Dónde están? y de haber cumplido 95 de los cien compromisos que hizo en el Zócalo, al rendir protesta. ¿Cuáles?. Que sólo le faltan cinco pero los cumplirá antes del uno de diciembre y después se ocupará de gobernar en paz y tranquilidad. La transformación estará cumplida, en tres meses.

Si está seguro de que sus datos reflejan al México que gobierna, es un Presidente disociado de la realidad, un autista ensimismado que construye en su mente un país de dicha y amor donde la miseria no existe y los hambrientos son felices con un par de zapatos o dándole al trapiche y él, generoso, nos hace sus partícipes. Si nos intenta engañar deliberadamente, mostrando cifras y datos de eufórico triunfalismo –“El peor momento con el mejor gobierno”- sabiendo que de su boca lo que salen son mentiras o inexactitudes, estamos frente a un presidente avieso, perverso al que no le importa más que mantenerse en el poder, sin tomar en cuenta las consecuencias futuras de sus actos.

Me inclino a pensar que su visión de país es una combinación, un hibrido entre perversidad y disociación. A veces creo que, en su interior, está convencido de que nació para transformar al país, tarea en la que pone el mejor de sus empeños, seguro de que nadie más puede lograrlo; otras que estamos ante uno de los presidentes más perversos y cínicos de la historia, un personaje siniestro con la mayor habilidad de engañar a la gente sin mostrar remordimiento, un político rencoroso que actúa movido por viejos impulsos de venganza; el real o supuesto fraude del 2006 y la emboscada a Bejarano, sus traumas.

México está en la peor crisis desde la Revolución y, contumaz, decide mantener una estrategia claramente fallida, cuyos resultados palpables son el aumento en la miseria, 15 millones más sin empleo, y un sistema de salud que se niega a recibir enfermos de Covid para no saturar las camas. Es desquiciante si, además, se asume como nuestro salvador.

En la peor crisis las peores ocurrencia, convocar a una consulta pública para que los ciudadanos decidan si los expresidentes deben ser juzgados o distraer a la gente con la rifa de un avión sin rifar el avión, obligando a que la burocracia compre los boletos.

Aparte de la disociación y perversidad existe otra razón que justifica su sobrada arrogancia. Los indicadores siguen dándole gusto, en las encuestas que ayer publicaron El Universal y El Financiero, mantiene aprobaciones tocando el 60 por ciento y negativos entre el 36 y 40. Es una evaluación formidable para un gobierno trastabillante. ¿Porqué esos grados de aceptación popular, sin tan mal está? ¿No será que tiene razón y sus detractores añoramos la corrupción y los privilegios, mientras el país avanza?.

Tengo razones objetivas para explicar esos niveles de aprobación: la polarización que hace del país, dividiendo a los mexicanos entre buenos y malos, liberales y conservadores; apoderarse de la opinión pública con una sobreexposición mediática como nunca había tenido un presidente mexicano, el escaso interés de muchos compatriotas en los asuntos públicos y el hartazgo ciudadano por décadas de corrupción.

Verse bien evaluado en medio de la más severa crisis estimula sus delirios y lo aparta aun más de la realidad, acercándolo a grados mayores de autoritarismo mientras se hace pasar por demócrata y tolerante. No gobierna para dar al país rumbo y viabilidad en la emergencia, está pensando en la inmediatez de las encuestas que alimentan su ego y tratando de apuntar su nombre en los libros de historia.

Sin embargo ha pasado el primer tercio de su administración, ya no es un gobierno joven y si los siguientes cuatro informes son similares al de ayer, México habrá entrado en una dinámica irracional de la que no sabremos cómo ni cuando saldremos. Uno quisiese que lo de López Obrador fuese una pesadilla. No, cada mañana despertamos y nos percatamos que estamos frente a la realidad, la mañana de ayer fue otra de ellas. Es mi visión del segundo informe, que perdonen los amigos.

Rompeolas

El insulto fue parejo; a los faltistas por “tener la arrogancia de sentirse libres”, referidos el presidente de la Corte, Arturo Zaldivar, y el Fiscal General de la Nación, Alejandro Gertz Manera, a los presentes por verse sometidos a la indignidad de rendirle pleitesía, de verse obligados a ir por no ser libres. Hablando de la nueva libertad que se respira en el país, el Presidente puso de ejemplo la inasistencia, a su informe, del Ministro Presidente y del Fiscal, pero al llamarlos arrogantes pareció más un reclamo que una justificación. Con qué descaro se atreve ha hablar de libertades si gobierna dando ordenes desde las mañaneras, suprime fideicomisos y pisotea las instituciones. Estamos también frente a otra clase de libertad ¿Cómo la llamaríamos? ¿Libertad sujeta a sus deseos? ¿Libertad hecha en la chingada?. Se aceptan propuestas.