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El “detente”, la estampita milagrosa que recomendó López Obrador como remedio contra el Covid, la irresponsabilidad de salgan y dense abrazos contra el aislamiento social recomendado por la OMS, la zalamería de López Gatell, responsable nacional de la emergencia sanitaria, diciendo que “la fuerza del presidente es moral, no de contagio”, dejó trágicas consecuencias al país; 300 mil muertes que pudieron evitarse, según el informe “Aprender para no Repetir”, elaborado por la Comisión Independiente de Investigación sobre la Pandemia en nuestro país.

Todavía recuerdo a López Obrador conduciéndose desde su pulpito mañanero como si la pandemia no existiese, lo veo con la estampita en su mano derecha levantada mientras pregonaba “detente, el corazón de Jesús está presente”, que ni siquiera sacerdotes o ministros de culto se atrevieron a invocar de esa grotesca manera. Tengo presente a López Gatell explicando que “los tapabocas sirven para lo que sirven y no sirven para lo que no sirven”, con tal de no recomendarlos por que incomodaban al señor presidente.

La pésima gestión del Covid es un buen ejemplo de su administración completa, marcada por ocurrencias. Con los abrazos y no balazos llevamos ya 185 mil muertes registradas oficialmente y más de cincuenta mil desaparecidos, más que la suma de Fox y Calderón. Con la obsesión del nacionalismo energético Pemex y CFE son la mayor carga financiera del gobierno, las quebró sin posibilidades de recuperación. Con la idea fija de que todo es corrupto canceló un moderno aeropuerto pagando un precio de 350 mil millones de pesos e hizo otro incomunicado por vía terrestre. Con la idea de obras legendarias invirtió más de 20 mil millones de dólares en una refinería que sigue inconclusa y cinco mil en un tren incosteable. Construyó una megafarmacia que contendría todos los medicamentos del mundo, pero sus estantes están vacíos y no surte más de diez recetas diarias.

Ese y no otro es el gobierno de López Obrador, el mejor presidente en la historia del país según sus devotos. Me pregunto como puede haber mexicanos tan ciegos para no percatarse de su administración desastrosa y se atrevan a defenderlo con vehemencia, en público. No pueden hacerlo sino desde la ignorancia de creer que mañana tendremos un sistema de salud como Dinamarca o la perversidad de quien, dándose cuenta del colapso nacional, sigue creyendo que tomarán parte en las migajas del poder que no recibieron en gobiernos anteriores. O del rencoroso y amargado histórico que durante años, décadas, envidió la vida de otros mientras él renegaba por “su mala suerte”, responsabilizando al sistema.

Porque si vamos a ser honestos, los gobernantes deben ser juzgados por la sociedad en razón de sus obras, de sus hechos, de la forma en que administran los bienes que nos pertenecen a todos. Pueden, en lo personal, caernos bien o mal, ser cultos o ignorantes, tener incluso historia despótica, pero una vez recibido el mando quedan sujetos o procurar mejorías sociales, generar condiciones para desarrollar al país, contribuir al bienestar general. López Obrador hizo campaña prometiendo combatir la corrupción, ofreció consolidar la democracia, prometió acabar con la violencia, regresar los militares a sus cuarteles, transformar el sistema de salud, educación, consolidar la infraestructura nacional.

Al final de su mandato, los hechos ahí están, termina como vulgar aspirante a dictador, dispensador mayor de insultos y polarizador nacional, propuesto a destruir el precario entramado democrático del país; termina como un presidente cómplice de la corrupción que juró combatir y hoy la solapa en su primer círculo -hijos y amigos-; termina como el presidente que hizo colapsar el sistema de salud, de vacunación, que pretende ideologizar la educación y negarle criterios internacionales; termina como el presidente que hizo del Ejército un consorcio público con empresas de construcción y líneas aéreas. Y si, está terminando como el presidente socio, por lo menos tolerante, del crimen organizado.

Ha fracasado hasta en los programas del asistencialismo, ojos de su gobierno: Si, obligó a que la IP aumentase los salarios mínimos; si, las pensiones de ancianos son mayores; si, ofreció becas a jóvenes, madres solteras. Desde luego, sólo que las ocurrentes políticas de su gobierno contribuyeron a encarecer el costo de la vida. Cuando llegó la tortilla costaba alrededor de 14 pesos, hoy anda entre 25 y 30, el huevo, frijol, harinas de maíz y trigo por las mismas. Las medicinas, cuando se consiguen en farmacias privadas ni se diga. No hay una mejoría sustancial entre los pobres del país, por más que la pregone cada mañana y si alguna posibilidad hubo, la presencia ominosa del crimen en grandes franjas del territorio nacional acabó con ellas. Estamos a su merced, literal.

Jamás seré cómplice de un gobierno así, uno cuya narrativa es democracia, salud, transparencia, eficiencia administrativa, paz, seguridad. Sin embargo su realidad objetiva, sus hechos, son contrarios en todos sus términos. Tampoco tengo respeto por los bribones oportunistas que lo solapan, son tan culpables de la destrucción nacional como el mismo presidente. Su Juanita ha prometido construir el segundo piso del presente gobierno, imagine a dónde pretende llevarnos. Un voto para Morena, es un voto por la corrupción, la violencia y la muerte.

 

Rompeolas

 

Está reaccionando bien el “patito” De las Casas con el tema del presunto violador serial en el Plantel 21 del Colegio de Bachilleres. También debe aplicarse la autoridad ministerial que corresponde, esos casos deben atenderse en el momento mismo y con la mayor diligencia, tanto por mero compromiso con la justicia y solidaridad con las víctimas, como por evitar posibles problemas sociales. Són demasiado sensibles socialmente.

 

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En la última sesión del periodo ordinario, Adriana Terrazas pretendió victimizarse diciendo que sacó el trabajo a pesar de que sus compañeros quisieron invisibilizarla. No le sienta bien a la diputada el papel de víctima, ella traicionó a su bancada y el precio que pagó por ello fue la ley del hielo y negarle la reelección. Pero en general le fue muy bien en dos años de presidencia, si los de Morena le hicieron el fuchi en Palacio recibió trato de cuaderna, cuaderna, lo que se dice cuaderna de doble hoja.