*El sueño eterno como viene se va

* Siga en casa, es su derecho a la vida

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Encerrado durante semanas en su pequeño departamento, un español sintió en su ser más profundo el valor de la libertad y, conmovido por mantener enjauladas dos pequeñas aves de ornato, en súbito impulso las soltó pidiéndoles perdón. Hizo un sencillo video durante el generoso acto de la liberación y lo subió a sus redes, de todo hay que dar cuenta, no estas en redes no existes en el mundo. Sinceramente conmovidos, cientos le reconocieron el gesto en un espontáneo acto de solidaridad.

¿En qué momento estamos de la pandemia? La ocurrencia popular dice que ya pasó lo más difícil y ahora sólo nos falta lo más cabrón –como me hizo gracia ese meme-, anticipándose al anuncio de que hoy entremos en la fase tres. Y si, el sentido común nos previene de que el encierro domiciliario va para largo, por lo menos hasta que termine mayo. Vienen entonces los días más largos y las noches más oscuras.

¿En qué fase está usted? Cada quién lleva su encierro personal de diferente manera. Sobrarán quienes presuman de aguantar esta cuarentena y muchas más, otros que miran por la ventana esperando ver pasar al pizzero o cobrador de Coppel y hacerles platica. Y el resignado confiando en el sea por Dios, aquí estaremos hasta que todo haya pasado.

Sobrellevarlo es asunto personal, pero siendo paciente, tolerante, comprensivo, acomedido, amoroso todos haremos de la nueva rutina una experiencia enriquecedora. Como el español consciente, llegará un momento en que sintamos el valor profundo de la libertad, uno de los derechos humanos más exigidos a lo largo de la historia; “el sueño eterno” como lo define Víctor Manuel en la “Puerta de Alcalá”, un himno al deseo ferviente de libertad, de vivirla con pasión, conscientes de su valor.

Después del derecho a la vida, no hay otro más importante que el derecho a la libertad y en acto de honda convicción social, compromiso y generosidad, millones de mexicanos hemos decidido cancelar temporalmente ese derecho, confiados en que nuestro esfuerzo común nos haga mejores seres humanos y redefina nuestras prioridades familiares, sociales, cívicas, cuando todo haya pasado.

Como a las pequeñas aves que alzaron el vuelo en algún lugar de España y sintieron el viento en sus plumas, nos sobran razones para el optimismo. Aparte de temporal, el encierro es parcial, está sujeto a unas cuentas habitaciones o, en el peor de los casos, a cuatro paredes y el permiso de salir al super, claro está, con guantes, cubrebocas y guardando la distancia.

Hasta en la restricción de la movilidad encontramos ventajas, sin embargo la mejor parte está en nuestras facultades creativas, siguen tan libres como los tiempos en que salíamos de casa sin reparar en el regalo de un día más para ser mejores, hacer un favor, la buena obra, detenerse a mirar, escuchar al que habla, levantar la basura.

Quejarse sería de ingratos, por qué hacerlo cuando interactuamos con amigos, familiares, compañeros de trabajo y sabemos que transitan su propia dinámica de redención personal, confiados en que el bienestar mutuo nos retroalimenta. Tenemos, además, el chacoteo infinito de memes, nos encerramos en la era de la comunicación instantánea y personalizada donde casi todo se conoce en tiempo real.

Y lo más importante, sobre todo tenemos la libertad de pensamiento, el derecho a soñar despiertos, a reírnos de todos y hasta de nosotros mismos, hablar con el perro y darle palmadas, y mentar madres y pendejear por que sí, a enfadarnos de ver televisión, cambiando canal hasta decir que no hay nada, hablar con Dios y confesar nuestros pecados en secreto, a leer novelitas, escuchar poesía o enredarnos discutiendo con Kant, Heidegger, Sartré y pensar que podemos alcanzar su dimensión conceptual.

Haga espacio para ejercer esa libertad, aparte teléfono, tablet, computadora, olvídese de audífonos y escuche su entorno. Reconózcase en sus seres más queridos y deténgase a contar viejas historias, reescribir los cuentos clásicos, mirar las estrellas e imaginar que, levantando la mano, podemos tocarlos y jugar con ellas. Comuníquese sin hablar, desordene la casa por el gusto de verla tirada y vuelva a ordenarla… o siga tirando.

Y si López Obrador ya salió con otra babosada. Déjelo, el país puede derrumbarse a sus píes y seguirá culpando a los fantasmas del pasado. Qué cayó la bolsa y redujeron la calificación de nuestra economía a niveles casi basura. Pues si, que le pongan cero y hagan con ella un rollito. Qué Javier no encuentra su lugar en la pandemia. Que siga soñando con la Presidencia y sufriendo pesadillas con Duarte. Ellos a su asunto, usted y yo al nuestro: seguir en casa por que ya pasamos lo más difícil, ahora viene lo más cabrón.