*Adiós a Teto, partió sin despedirse

*La muerte lo sorprendió en campaña

*Pérez Cuéllar con el Jesús en la boca

*Rescata Maru jirafa de la principita

*Fracasan con la impresentable Godoy

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Conviví mucho con Teto cuando la precampaña al gobierno estatal contra Duarte, los ya distantes 2010-2012. Ahí empecé a conocerlo, un político de mente ágil, desparpajado, sin complejos que solía ser divertidísimo, cuando quería. En alguna cena, trabajando por la gubernatura, nos dijo a otros dos amigos y a mi que “todas las mañanas nos persignáramos pensando en el presupuesto de 60 mil millones de pesos” y luego se moría de risa simulando santiguarse mientras repetía como jaculatoria “son 60 mil millones, son 60 mil millones, son…”.

Después, durante una cena en la Casona con otro amigo, recordé el tema del presupuesto e hice una precisión: “son 62 mil millones de pesos, Teto”. No dijo nada de momento, guardó la respuesta y como recordando minutos después retomó el tema cuando ya no estaba sobre la mesa, cerrando la cantidad a 60 mil millones. “No Teto, corrijo, son 62 mil”. Con sus reflejos bien despiertos revira sin pensarlo: “No, Froylán, los dos mil me los voy a clavar yo” y luego suelta una estruendosa carcajada contagiosa. Imposible no celebrar la picardía.

Caía bien, el buen Teto, lo quisieses o no. Otra vez viajamos en avioneta prestada de Chihuahua a Ciudad Juárez. A los quince o veinte minutos de vuelo empezó a sentirse mal: labios, parpados y yemas de los dedos morados. Los cuatro que viajamos con él entramos en pánico, pues además el vuelo estaba resultando accidentado. Sin ser médico, algún acomedido tuvo la ocurrencia de diagnosticarlo con “presión arterial baja” y prescribirle una coca cola o cualquier dulce. Tuvo suerte, ni coca cola ni dulce había en la pequeña aeronave, que de haber el improvisado recetador se la hubiese administrado, complicando el cuadro ya de por si grave. Una vez en tierra, su médico confirmó que se trataba de presión alta.

En esa no le tocaba, como tampoco la gubernatura que buscó afanoso y con el atrevimiento muy propio de su personalidad deshinibida. Después supe que ofreció a Reyes Baeza cien millones de pesos por la candidatura, me lo contó quien hizo el ofrecimiento, un conocido empresario que hoy está en apuros legales. Un día pregunte a Reyes por los cien millones de pesos y me confirmó la historia. El hecho describe la personalidad de Teto, quería con todo su corazón ser gobernador pero sentía que no las traía consigo y, efectivamente, los astros se alineaban en torno a César Duarte, hoy preso en San Guillermo, acusado de corrupción.

Perdió la interna contra Duarte pero ganó reintegro, fue alcalde por segunda vez y mantuvo vigencia política para disputar la gubernatura otra vez, ahora sin oportunidad alguna. Duarte estaba jugando con él, en su prioridad iba Serrano y de reserva Javier Garfio. A Teto nunca lo consideró en serio sin embargo él insistió con la esperanza del que a todas va, convencido de que ganaba en todas las encuestas.

Lamento su muerte, la política doméstica extrañará su conducta estridente, desparpajada y atípica. Le importaba muy poco el que dirán, disfrutaba sabiéndose popular pero nunca entendió, como muchos políticos juarenses, la esencia del ser chihuahuita. Ese conocimiento le faltó para llegar más alto, sus bromas muchas veces pasadas de tono o sus chistes colorados que mataban de risa a los juarenses no eran bien vistos en la capital. Intentaba que surtiesen el mismo efecto pero acá no había respuesta, lo tomaban por barbaján, “demasiado juarito” para ser gobernador.

La muerte lo sorprendió cuando buscaba por cuarta vez la presidencia municipal de Juárez. Maldita sea, pocas veces la guadaña suele ser más inoportuna. Tengo mis dudas de que le cumpliesen, no estaba ni está en manos de los Aguilar, quienes lo llevaron al ruedo, definir esa candidatura. Pero la buscaba con el mismo afán con que trabajó por la gubernatura, su ser inquieto no le permitía estar tranquilo en casa. Nunca sabremos que hubiese ganado en estas campañas, aunque sinceramente sospecho que su activismo tenía nervioso a Cruz Pérez Cuéllar, siempre fue un rival a considerar.

Que descanse en paz Héctor Murguía Lardizábal, el buen teto, un presidente municipal que deja huella en Ciudad Juárez, su primera administración fue muy exitosa, sobre todo combatiendo la inseguridad. Se fue sin despedirse, enlutando la política. Abrazo a sus familiares, seres queridos y amigos.

Rompeolas

No insinúo ni sugiero que Cruz Pérez Cuéllar haya estado contento con la súbita muerte de Teto Murguía, sorprendido esta mañana por un infarto al miocardio. Aclarado el punto, pienso, sin embargo, que pudo ser beneficiado del sensible fallecimiento, Teto si estaba peleando en serio la presidencia municipal y a Cruz se le complica cada vez más. Dos razones lo traen asoleado, la ya conocida animadversión de la clica charia y recientemente el permanente azuzeo de Corral con López Obrador y Claudia Sheinbaum. Mientras Cruz no sea presentado como precandidato único a la alcaldía de Juárez, su reelección penderá de un hilo. Eso lo trae muy desacomodado.

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Que la principita perdió a la jirafa Benito que le regaló su maduro Romeo, pues el pobre no estaba feliz en el parque de Ciudad Juárez. La propia gobernadora Campos entró en su auxilio y le consiguió alojamiento en African Safari, de Puebla, donde indudablemente será mejor atendida. Ojalá que al Maduro Romeo no se le ocurra regalarle un oso polar, en estos tiempos como quiera , pero en verano no soportaría ni tres días el intenso calor fronterizo.

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Ni con los chantajes y extorsiones a dos diputadas del PRI, el oficialismo consiguió los votos suficientes para ratificar a la Godoy, impresentable Fiscal de la Ciudad de México. Como el tlatoani resuelve los asuntos, no me extrañaría que una vez deshabilitada la cobra egipcia, proponga para Fiscal a la mamba negra, diez veces más letal. Ya ve lo que pasó con Lenia Batres, la ministra del dedazo que se regodea llamándose del pueblo.