*Montó a Sheinbaum en las enancas

*No hay más, democracia o autoritarismo

*Les cayó frío “Medi-Chihuahua”

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Sí, estoy metiéndome en la campaña y qué. Sí, la campaña de Sheinbaum se maneja desde Palacio Nacional y qué. Sí, en esta elección no se vota por una candidata u otra, se vota por mi continuidad y qué. Nunca tuve duda, como muchos analistas de la política mexicana, que López Obrador se colocaría en el centro de la campaña, haciendo de ella un referéndum de su gobierno, pero nunca imaginé que lo hiciese de manera tan rupestre y con garbo de cínico extremo. Al reconocer que propuso las reformas por las elecciones, impúdico, se monta sobre la campaña dejando a Claudia Sheinbaum en las enancas, precariamente asida de la grupa.

Sin usar a ninguno de sus habituales comparsas disfrazados de periodistas, nadie le preguntó, refiriéndose a las propuestas de reforma constitucional presentadas la víspera, sacó su más profundo sentir autoritario: “Y además (propuse las reformas) porque vienen las elecciones y el pueblo va a decir y una elección no es nada más para ver que candidato gana, ni es sólo para ver que partido, o que alianza, que coalición gana. Una elección es también para definir un proyecto de nación y eso considero es lo más importante.”

En cualquier partido con mínimo sentido democrático y militancia comprometida con la libertad, la dirigencia le hubiese formulado un extrañamiento público; “sereno presidente, su tiempo se agota, ahora viene el tiempo de nuestra candidata”. En Morena, un partido de absoluta verticalidad y mando único, la misma candidata se apresuró a tomar como suyas las propuestas y el jefe del partido las defendió con vehemencia. Aceptan la narrativa explícita de que “la candidata no es Claudia, soy yo y mi proyecto de nación. Las propuestas no son de Claudia, son las mías. Lo importante no es votar por la candidata es votar por la continuación”.

Trágame tierra, ahora el resultado de la elección no está en razón de lo que haga o deje de hacer, prometa o deje de prometer la candidata oficialista. Dependerá de la forma en que López Obrador socialice las reformas presentadas y la credibilidad que todavía conserve, pues también dijo que todas las mañanas “informará, informará, informará para que no haya manipulaciones”. Dejó a Claudia Sheinbaum en calidad de rendida Juanita, ordinaria toma notas, aplicada reproductora de su narrativa, asumiéndose él como candidato, jefe de partido y vocero mayor de su movimiento. ¿Y las leyes electorales? Pues nada, también lo había dejado claro: “A mi no me vengan con que la ley es la ley”.

Sin embargo evitemos caer en el engaño, no sólo es campaña, no sólo es un distractor para evitar los temas que desangran al país; inseguridad, devastación del sistema de salud, corrupción familiar, irresponsabilidad financiera, autoritarismo, polarización. Llevan esa pretensión, desde luego, pero también dejar ver el modelo de país que López Obrador se propone instaurar, un modelo de Poder Ejecutivo Supremo con los otros dos poderes subordinados, un presidencialismo sin contrapesos donde las leyes son interpretadas por el líder único y una sociedad subordinada. Estamos ante el castrochavismo en proceso de consolidación.

Desde luego hay esperanza, en su arrogancia extrema está su debilidad. Quisiera, pero no será su nombre el que aparezca en las boletas, dejando a la Juanita (si antes había duda del papel que jugaría Sheinbaum, hoy quedó despejada) la responsabilidad justificar ante los electores libres que su propuesta continuista es buena para el país, siendo que la realidad nos grita que arrastra más de 180 mil muertos por la violencia, casi un millón por la pésima gestión de la pandemia, una tercera parte del territorio secuestrado por el crimen, derechos de piso, extorsiones, caminos tomados, cincuenta millones de mexicanos sin acceso a la salud, el desmantelamiento de guarderías. Juntos, hacen de su gobierno un compendio de fracasos incuestionados.

Cierto, lleva también a la campaña los programas del asistencialismo electorero, con miles de jóvenes distribuyendo en su nombre millones y más millones por todo el país, el chantaje e intimidación de los organismos del poder, efectivo sobrado para comprar encuestas, mover las redes con granjas de bots, aceitar propagandistas y medios de comunicación. Además aporta la triquiñuela electoral en sus más variadas versiones, aceitada por 22 gobernadores, la complicidad del crimen organizado dispuesto a reventar secciones adversas y su cuota de súbditos abyectos, aquellos que si violase y asesinase a una niña en el zócalo, seguirían votando por él.

El aporte de López Obrador a la campaña de Sheinbaum, a su propia campaña, es muy poderoso. Sin él, la candidata en oficio de juanita quedarían indemne, incapaz de competir. Ese aporte podemos reducirlo en lo que ya hemos dicho antes, nos enfrentamos a una elección de narcoestado.  ¿Democracia o continuismo destructor y autoritario? Son las dos sopas de las que habla Xóchitl y que ayer el presidente las puso en blanco y negro, dando la razón a la candidata opositora. En estas elecciones se define el rumbo del país, que cada mexicano tome su lugar en la historia, yo hace tiempo tomé el mío.

Rompeolas

Presurosos, los diputados del régimen autoritario descalificaron el programa “Medi-Chihuahua”, que la gobernadora Campos anunció como platillo fuerte durante su Segundo Informe. No admiten que el gobierno estatal implemente un programa de tanto sentido social, mientras López Obrador desmantela el sistema de Salud y encima quiere engañar a los mexicanos con que ya no faltan medicinas, por la megafarmacia que surte menos recetas que estanquillo de barrio. Esa no pueden ganarla, la gente sabe que destrozaron el sistema de Salud. Reclámenle a su presidente.