*La sociedad, siempre la sociedad

*Zócalo y plazas a reventar

*Xóchitl empezó con plazas llenas

0
5

Hagamos un esfuerzo por imaginar un país de consolidada madurez democrática, autoridades electas ocupadas en sus tareas de gobernar y partidos políticos atenidos a las leyes que los regulan. En otras palabras, imaginemos a López Obrador y a todos los gobernadores fuera de la ecuación electoral y a la candidata del partido oficial, Claudia Sheinbaum, sin el inmenso apoyo económico, humano, material y las herramientas coercitivas del régimen.

¿Que sería de Sheinbaum sin ese poderoso respaldo ilegal volcado a su campaña?. Estoy seguro que ni siquiera tendría condiciones competitivas, su personalidad opacada, inexpresiva, gris y con frecuencia hosca no la da para ilusionar a los electores por si misma, ya no se diga para ganar la elección y menos conseguir un triunfo arrollador como el de López Obrador en 2018. Sin el presidente y todo su poder, Sheinbaum apenas sería una candidata testimonial, compitiendo por conservar el registro de su partido.

La debilidad de su candidata está bien calibrada por López Obrador y los estrategas de la campaña oficial, dejarla sola sería lo mismo que enviarla hacia una derrota anunciada. Por eso la colocó al frente de su inmenso poder presidencial, preparando una elección que partió siendo de estado y cada vez la vemos correrse hacia elección de narcoestado. La complicidad de López Obrador con los grupos criminales es una infamia descarada e inocultable.

Como la democracia es una ilusión en un país de gobierno autoritario que desprecia las leyes, como pretende ser el nuestro. Sólo imaginar la utopía es insensato, un ejercicio ocioso y hasta ridículo. Tenemos que atenernos a lo que hay y lo que hay es la obstinación de un iluminado investido de presidente propuesto a cualquier atropello constitucional con tal de que gane su candidata. Ató su pase a la historia condicionándolo al continuidad del régimen que Sheinbaum le garantiza, volcarse a la elección no es por ella, es por él.

No obstante la obsesión de López obrador por ganar la elección a cualquier precio, me llena de esperanza saber que tantísimos mexicanos en todo el país advierten con absoluta claridad la gravedad del momento histórico que vivimos. Son ciudadanos conscientes del atentado contra la democracia y los esfuerzos por instaurar un régimen autoritario, que cancelaría nuestras libertades y cancelaría el futuro de las próximas generaciones.

Todo en el tono de la marcha, de las marchas porque fueron más de cien dentro y fuera del país, es una exigencia ciudadana unánime a respetar las instituciones democráticas y contra los impulsos presidenciales por socavarlas. Salir a las calles y exigir respeto a la elección es la mejor respuesta contra el mesías ensoberbecido que pretende secuestrarnos como sociedad, imponiendo un régimen de muerte, subsistencia, mentiras e insulto.

Ante un zócalo repleto que se pintó de rosa, Lorenzo Córdova interpretó muy bien el sentir de los mexicanos libres y la obligación que tenemos de involucrarnos en la batalla por el país: “Si los autoritarios no se cansan, tampoco lo haremos quienes luchamos y defendemos la libertad, la igualdad, los derechos y la democracia”. Esa debe ser la actitud de todo mexicano preocupado por el rumbo que lleva el país, no descansar hasta que nuestras instituciones democráticas estén a salvo.

Igual pero en sus términos, lo planteó López Obrador cuando presentó el desesperado plan de las reformas constitucionales: “No se vota por un cambio de gobierno, sino por la permanencia del régimen”. Es decir, no estamos eligiendo entre Xóchitl y Claudia, sino entre Xóchitl y la continuidad de un régimen cuya herencia es de muerte, miseria y devastación institucional.

Las campañas inician formalmente el uno de marzo, sin embargo en los hechos empezaron este domingo y, estimulante, lo hicieron con el zócalo y cientos de plazas llenas de ciudadanos libres dispuestos a plantarse valientes contra el autoritarismo. Esa marcha y el poderoso mensaje enviado a Palacio Nacional, sólo tiene dos interpretaciones electorales; o contra el autoritarismo, o en favor de Xóchitl Gálvez.

Ratificado en las plazas el compromiso ciudadano, este día es el momento para resaltar, cuantas veces sean necesarias, que Xóchitl representa los anhelos libertarios de la sociedad, de millones y millones de mexicanos convencidos de que el país camina hacia el colapso institucional y debemos detenerlo. Evitemos caer en la trampa del régimen cuando pretende desacreditarla diciendo que representa la corrupción partidista, ella representa la libertad democrática y la esperanza social.

Sigan con su teoría del arroz cocido, la sociedad seguirá dando muestra de compromiso social, amor por el país. Las plazas llenas no dan votos, pero como tiemblan cuando ven el zócalo lleno, le tienen pavor a la sociedad libre, saben que así como este domingo la gente salió a las calles, el dos de junio saldrá a votar. En la sociedad creo, por ella apuesto.