*Noventa días para la historia

*Democracia o dictadura

*La sociedad sabe rectificar

*En Chihuahua recibirán paliza

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Manuel Bernardo Aguirre, a quien López Portillo motejó “el zorro de la política”, solía decir que a nadie le gusta la política, pero a todos el poder. Tenía razón el viejo zorro, los apasionados del poder se cortarían un brazo si pudiesen evitar el camino espinoso de la política, para llegar al poder. López Obrador hace la excepción, disfruta tanto la política como el poder, con una mutación observada en populistas de izquierda; sufre con la responsabilidad de gobernar. Está pleno en perpetua campaña y la disfruta más sabiéndose con los recursos del Estado a su disposición para usarlos a discreción e inescrupulosamente contra adversarios. Lo suyo, lo suyo es la tenebra, la vulgar politiquería, el agandalle de felón, la imposición autoritaria.

Permaneció doce años en campaña por la presidencia (dieciocho contando los seis de jefe de gobierno) y cuando ganó siguió en las mismas, atando las acciones de su gobierno a la próxima elección. Reformas, Plan A, B y C, pesquisas contra opositores, megaobras, giras, mañaneras, polarización, chantajes, insultos, persecuciones, ocurrencias como el detente, los hizo y lo hace con su mente puesta en las elecciones, no en la responsabilidad del gobierno. Recordemos, mal habían pasado dos años del sexenio cuando destapó a sus “corcholatas”, adelantando la sucesión de manera irracional. Después, encarrilado, se dedicó también a proponer candidatos opositores, desdoblando ridículas y extensas listas de prospectos en las mañaneras.

Hizo de su sexenio una campaña permanente contra la oposición jactándose de que estaba “moralmente derrotada” y endilgando la ensarta de insultos conocidos. El primer momento cumbre en esa obsesión concluyó con el proceso para elegir al “encargado del movimiento”, la elección interna de Morena donde resultó ganadora Claudia Shenibaum. Teniendo candidata desde el seis de septiembre pasado, luego de un proceso larguísimo, obligó a que la oposición también adelantara sus tiempos en su versión particular, donde Xóchitl Gálvez se impuso al favorito del PAN, Santiago Creel. Él llevó ritmo y tiempos de la elección a su conveniencia, de modo que hoy sorprende saber que las campañas apenas inician.

Sin embargo así es, de suerte que mañana tres “candidatos” entrarán al debate político de la recta final. López Obrador y Claudia Sheinbaum en mancuerna para defender la continuidad del régimen, Xóchitl Gálvez ofreciendo nuevas alternativas de país (al candidato de MC ni caso tiene mencionarlo, no sirve ni de palero). En la campaña de su transforamción, el presidente será vocero, estratega, coordinador general, jefe de Partido. Su problema es que no estará en las boletas, en el cuadro que corresponde a Morena y aliados estará inscrito el nombre de Claudia Sheinbaum.

El cinco de octubre el presidente redujo la elección a un plebiscito sobre su idea de gobierno, al declarar que la elección no es para cambiar de gobierno, sino para cambiar de régimen. Es decir, no vamos a votar por Sheinbaum, sino por lo que hizo él y lo que puede seguir haciendo si prospera su proyecto. Ahí está el punto de la elección; mantener la vigencia del régimen al que llama “cuarta Transformación” o rectificar hacia una opción diferente de país. La candidata oficial, resignada, hizo suya la disyuntiva, abrazando sus propuestas y ofreciendo “poner el segundo piso a la Transformación”, la continuidad. Xóchitl Gálvez también está de acuerdo en la precisión del enfoque, lo describe en términos culinarios; “la elección es entre dos sopas, más de lo mismo o cambiar de rumbo radicalmente”.

Es lo que nos jugamos los mexicanos el dos de junio, el aspirante a dictador nos ha puesto frente a dos alternativas muy definidas: afianzar un régimen de muerte, complicidad con el crimen, corrupción, militarización, megalomanía, autoritarismo, concentración de poder, opacidad, ineficacia gubernamental, insultos, polarización, mentiras o mantener la esperanza democrática. En lo que a mi respecta, me declaro sin reserva en favor de Xóchitl Gálvez, me gusta su historia de vida, es la historia de una mujer esforzada, luchona, sincera, exitosa. Pero no votaré por ella sino por lo que representa: libertad contra autoritarismo, democracia contra imposición, conciliación contra confrontación, aspiracionismo contra conformismo, sonrisa contra rencor. Esta no es la batalla de Xóchitl, es la batalla de los mexicanos libres, démosla pensando en nuestros hijos y nietos, el juicio de la historia es implacable… e infalible.

Rompeolas

 En la elección local lo mismo, un voto por los candidatos a senadores, diputados o presidentes municipales de Morena es un voto a favor del autoritarismo destructor del país. Pueden o no gustarle los candidatos que presentó el Frente, pero sólo imagine un Congreso de mayoría calificada en manos del régimen actual. En ese caso estaríamos a un paso de consolidar la dictadura anhelada por López Obrador, con la Suprema Corte sometida, suficientes senadores y diputados votando por desaparecer INE, Trife, organismos reguladores, autónomos, todo lo que haga contrapeso al poder absoluto que pretende. Si uno, varios o todos los candidatos del Frente le desagradan, no vote pensando en ellos, háganlo por el país, por la importancia de un Congreso que frene los impulsos destructivos. Sólo así mantendríamos viva la esperanza democrática y libertaria, en la eventualidad de que imponga a Sheinbaum en la Presidencia. Soy optimista, pese a las encuetas que compra con dinero del pueblo, tengo confianza en la sociedad, ha demostrado en elecciones anteriores que sabe rectificar. En Chihuahua ganará la esperanza democrática sobradamente, incluso en Juárez perderá votos el populismo. A nivele nacional recuperaremos la mayoría en ambas cámaras, dejando las fuerzas muy equilibradas, y si la participación ciudadana supera el 65 por ciento, el triunfo de Xóchitl es inevitable. No compre la mentira del arroz cocido, es mera estrategia electoral, la oposición tiene todo para ganar, salimos votar y volteamos el resultado.