*Loco de poder fantasea con el golpe

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Las premisas objetivas en la campaña del populismo son básicamente dos, colgada una de otra: Claudia lleva una ventaja irreversible de dos a uno, argumento que “prueban” con una batería de encuestas; y, derivada del mismo dato, la Transformación ya no la para nadie. Es una narrativa triunfalista desplegada en spots de radio y tv, redes, discursos de campaña y cuanto medio de propaganda encuentran.

El “ya ganamos”, dicho de distintas formas, está presente en todos los rincones y recovecos de la campaña oficial, transversalmente. Pero hace unos días el presidente sorprendió con una declaración desconcertante; la oposición prepara un golpe de estado o fraude técnico por que los jueces, dijo refiriéndose al INE, están obligándolo a callar. Mañosa declaración, le piden cumplir la ley absteniéndose de participar en la elección, lo que jamás hará.

No fue un exabrupto, ni ocurrencia o cortina de humo, inmediatamente después lo secundó la candidata del partido oficial en los mismos términos y enseguida los propagandistas del régimen con toda su maquinaría. ¿Cómo pasan de una seguridad sobrada que les da el dos a uno en las preferencias y el convencimiento de que ya ganaron, a introducir el tema golpista?. Es una contradicción, el que va ganando no habla de fraude. Además él cebó a la cúpula militar, tiene cooptado al Trife y la presidenta del INE simpatiza con su movimiento. Los instrumentos del golpe están en su poder, es absurdo lo que dice, pero no estúpido, hay un propósito.

Quiero sinceramente estar equivocado y ojalá lo esté, sin embargo desde que López Obrador llegó al gobierno he dicho (tengo decenas de columnas escritas al respecto) que no soltará el poder por las buenas. No puede hacerlo, llegar al poder por vías democráticas y mantenerlo a cualquier precio, empezando por desmantelar instituciones, es la esencia del ser populista. Autoritarismo y desprecio por las leyes están en su ADN, no amanecerá un buen día convertido en demócrata. Esa posibilidad no existe.

Desde que asumió el gobierno ha hecho todo para sus anhelos continuistas. El referéndum era “para que siga AMLO”, no para que se vaya, fracasó por que la gente advirtió la farsa. Después intentó con el Plan A, desmantelar INE y Trife para convertirlos en Consejo y Tribunal del Pueblo, frustrado porque no pudo comprar ni chantajear suficientes legisladores para hacer mayoría calificada. En el afán del maximato ha ido de fracaso en fracaso, pero lo intentó mil veces y todavía sigue insistiendo con el plan C contenido en las 20 iniciativas de reforma constitucional.

Las frustraciones no terminaron ahí, también fracasó con su ideal de campaña. Primero quería de pichón a Santiago Creel o cualquier otro político tradicional, pero de un momento a otro irrumpió Xóchitl Gálvez impulsada por un poderoso movimiento social, vean las marchas. Desde la precampaña quiso imponer la narrativa “Calderón responsable de la violencia”, con García Luna como ejemplo de complicidad con el crimen, pero el juicio se pospuso en Nueva York y hace poco desde allá le recordaron que no está solo, con el reportaje del NYT, asociándolo a él con los grupos criminales, el hashtag que lo desquicia.

Sin García Luna como instrumento de campaña quiso reabrir el caso de Colosio, con la idea de poner en la discusión pública la corrupción y maldad del viejo priismo, empezando por Salinas. Pues nada, el joven Colosio lo increpó exigiéndole que dejara en paz a su padre, para “que México y mi familia puedan sanar”. La reacción lo desacomodó, sabe que de insistir pierde.

Ahora está es la campaña que no tenía en mente, imaginó una poderosa narrativa a su favor de suerte que la oposición siguiese “moralmente derrotada” y la sociedad inconforme con su gobierno resignada a perder. Todo lo contrario, hoy los temas de campaña son el colapso del gobierno, su gobierno, en Guerrero, la Iglesia tomando protagonismo en el combate a la inseguridad, sus hijos cuestionados por temas de corrupción, él señalado como beneficiario del crimen mientras reposa el tema de García Luna. Por si fuese poco, el movimiento de Ayotzinapa remasterizado por otra muerte, se volteó contra su gobierno.

¿Quien, objetivamente, puede desmentir los hechos anteriores? Nadie con sinceridad, la propaganda los desmentirá, desde luego, ni modo que acepten la verdad que horroriza al país. El hecho es que ahí están, la terca realidad lo confronta cada mañana poniendo frente a su espejo la continuidad amenazada. En ese contexto debemos interpretar las declaraciones del golpe técnico, puesto frente a la posibilidad real de la derrota prepara maniobras aviesas para desestabilizar al país, antes o después de las elecciones, por si llega a ofrecerse en la eventualidad de una derrota.

¿Política ficción? Vea usted sus acciones desapasionadamente y se percatará que todas apuntan hacia donde mismo; la forma de permanecer en el poder sin importar el cómo. Quisiera que grupos radicales emprendieran acciones extremas fuera de la ley para derrocarlo, de esa forma justificaría su narrativa golpista, tomando providencias junto al Ejército para “salvar a la Patria de los conservadores golpistas”. No hay nada, el tema del golpismo es del régimen, ellos y nadie más que ellos insisten con la cantaleta.

No obstante tengámoslo en cuenta para salir a votar masivamente, las sospechas de reventar la elección o desconocer un resultado adverso están fundas en la acción obsesiva del presidente. Tampoco es para temer a sus felonías, así como fracasaron el plebiscito “revocatorio” y el plan C, fracasará también su maquinación de maximato fantaseando con golpes de estado. Es un exceso hasta en la narrativa, un despropósito producto de la soberbia, la desesperación y sus obsesiones insanas de poder. Ni Sheinbaum puede estar cómoda con la nueva y disparatada alucinación, ella también es víctima. Pero tranquilos, los ciudadanos libres tenemos la respuesta a sus impulsos; el voto es nuestro, la sinrazón suya.