*Adriana y los ocho enanos

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Hicieron lo que saben hacer, pagar su panchito protestando en domicilio equivocado. Incapaces de pensar por sí mismos, los diputados del populismo en problemas de reelección corrieron hasta las oficinas del Bienestar a preguntar qué hacemos, aterrorizados frente a la posibilidad de perder dieta y fuero, un golpe que no tenían en sus cálculos. La culpable es Maru, sentenció inapelable la matrona desde allá, vayan contra ella. Obedecieron sin preguntar, como siempre, y junto a los acarreados que usan habitualmente para salir a calle, se pararon gritando frente a Palacio de gobierno.

La realidad es otra, están frente a la tesitura de perder la candidatura por su feroz conducta contra una de las suyas, quisieron despellejarla sin esperar a que las instancias del partido le retirasen su militancia. Hoy son víctimas de su propia intolerancia hacia quienes rompen el paso de la monotonía subordinada y en última instancia de críar cuervos y esperar en ellos comportamiento de palomas. Las indulgencias plenarias administradas por el mesías a quienes se postran ante sus pies no son garantía de buena conducta, pueden limpiarlos de pecados pero seguirán siendo los mismos pecadores de siempre, ya deberían saberlo.

Quién sino ustedes, señores diputados, trataron a Adriana Terrazas, su compañera de bancada, como una irreverente pordiosera cuando aceptó la presidencia del Congreso. Quién sino ustedes le cancelaron los estipendios de la fracción siendo que seguía perteneciendo legalmente al grupo. Quién sino ustedes la obsequiaron como vulgar traidora al “movimiento”, exigiendo la expulsión del paraíso. Quién sino ustedes ordenaron una grosera rechifla cuando vino Claudia Sheinbaum, dándole trato de adversaria. Quién sino ustedes celebró que la hayan dejado fuera de la reelección. La desinvitaron a su fiestecita y ella, vengativa, orinó sobre el pastel echándolo a perder.

No es Maru, es la vileza con que actuaron contra una compañera de bancada que gozaba legalmente de los beneficios que vienen con la pertenencia al grupo. Vayan haciéndose a la idea, cargaron con tanta violencia política contra ella que dieron a los magistrados de la Sala Regional en Guadalajara motivos para cancelar sus candidaturas. Lo dije en la entrega antes de vacaciones, el concepto de violencia política por razones de género es más penado en estos tiempos, que el abigeato durante el terracismo. Ignoro, desde luego, que resolverán en Guadalajara, pero de que dieron motivos para tirarse de los pelos y decir que pendejos fuimos, no hay duda.

Aparte de que ustedes se lo buscaron, el mal es de origen, inherente al partido de una sola voz que, haciendo uso del mayor pragmatismo, purificó a cualquier especimen político. Sólo piensen que diferente sería si, por ejemplo, en vez de Adriana hubiese sido diputado el profe Chaparro, un militante esforzado que colaboró como pocos en las campañas de López Obrador, presidente del partido local, sobrio representante de la izquierda al que las insidias de Ariadna Montiel le negaron merecidos espacios de elección, siendo que tenía mayores merecimientos que muchos de ustedes y no se diga de Adriana. Como se rehusó lamer las botas de la matrona, lo relegaron.

Si quieren echar culpas échenlas a la tradición de recoger cascajo implementada por su tlatoani, al sectarismo de una mujer rencorosa y acomplejada movida por despechos que ve a Chihuahua como el juguete donde repartir huesos. ¿Cuándo promovieron perfiles como el de Víctor o Esther Orozco, dos militantes históricos? ¿Cuándo respaldaron las aspiraciones de Jaime García Chávez al gobierno de Chihuahua, un congruente histórico de la izquierda doméstica?. ¿Cuándo vieron por los leales militantes de la izquierda en Chihuahua, relegados a las tareas de protesta callejera o las migajas de los cargos públicos?. No señores, si se trata de lloriquear vayan y lloren ante quien hizo de Morena un amasijo de partido donde los peores corruptos del PRI y el PAN ocupan los cargos que pertenecían a la militancia de años.

Y sí, Adriana traicionó a la fracción, desobedeció un acuerdo de grupo, ¿pero qué esperaban?. Ella tiene más compromiso con Duarte que con cualquiera de sus compañeros, es una política sin ideología cuyo único fin es mantenerse en las ubres del poder. ¿Qué esperan de Pérez Cuéllar, de Corral, de Riggs y de tantos a los que abrieron la puerta sin recibir una contraprestación política en forma de votos?. Esperen tantito, si los advenedizos consiguen sus objetivos los tratarán peor que los prianistas a quienes hoy combaten. En su desesperación por ganar incubaron el huevo de la serpiente, hoy están viendo como los colmillos afilados y su lengua bífida sale del cascarón.