Flatulencia en el comedor

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Ahí está la flatulencia, extendida y densa como el tufo de un crudo negligente con su higiene personal. Dominante cubre cada espacio del amplio comedor, pero los priistas son indiferentes: exquisitas la costillas de cordero a la menta, felicite al cocinero, habla el más entusiasmado con el platillo servido en mesa para catorce

comensales, en la privacidad de un salón herméticamente cerrado.

Dos que salieron sin apuro al sanitario charlan en mundanas reflexiones: uta caon, que pedote nos estamos comiendo. Te prometo que sí, ni mi suegra cuando amanece despeinada. Un tercero que llegó jalando aire intenta suavizar: tampoco es para tanto, a poco ustedes nunca sueltan uno. Desde luego, solo que jamás tan pegajosos. De vuelta al comedor recuperan su habitual disimulo: pues si, las costillas de ternera se deshacen en la boca. ¡Otra vez, que no es ternera! son costillas de cordero a la griega marinadas en menta. Perdón, es que confundí la menta con yerbabuena. En mí más bien evoca al nardo ¿Han sentido el aroma de los nardos por la tardes? Impregna todos los sentidos.

Disculpen mis queridos lectores el escatológico ejemplo, la analogía pudo ser con el muerto insepulto, el que todo priista lleva a donde quiera que va, simulando su presencia. Eso si, siempre vestidos impecables, la apariencia es todo. O la del elefante en el salón de sesiones: señor elefantito, sería tan amable de retirar su linda y tersa trompa, no es que me choque sentirla sobre mis hombros, pero si observa justo al lado verá un espacio donde puede reposarla. ¿Y ese loco que? Déjalo, se le pasó el Don Julio y además de ver elefantes rosas también habla con ellos. Fingen no ver al enorme paquidermo mientras destroza el salón donde sesionan, así adviertan el peligro de verse aplastados bajo sus enormes patas.

Admirable la cúpula del PRI, marcha impregnada de tufos malolientes pensando que huele a rosa. Su partido sucumbe ante la corrupción y no les da por condenarla ni en sentido figurado o formulando generalizaciones en abstracto. Callan y siguen su camino ajenos a su entorno, como si negar el pedo, ocultar al insepulto y haciendo que no ven al enorme elefante, sus excesos y desmanes quedaran conjurados.

Y cuando alguno de los suyos tímidamente expresa que percibe un olorcillo extraño y sugiere ventilar el comedor, los de arriba voltean con desdén y lo reprenden. Sólo un malagradecido e indisciplinado pediría que abran las ventas, concluyen absolutos.

Confieso que tengo amigos en el PRI, a mi ver bien escogidos, pero priistas al fin. Aguanten, quizás juzgo muy severo a su partido y en consecuencia piensen que los desacredito generalizando. No, los hay honestos y leales, pero en ésta parte de su historia la sociedad percibe al PRI como un partido corrompido, podrido desde sus raíces hasta las más altas esferas de poder ¿Qué hacen para cambiar o al menos contener esa percepción ciudadana? Nada, siguen fingiendo que la inmundicia huele a rosas.

Entiendo la impotencia, si los señalamientos de corrupción alcanzaron al presidente Peña Nieto, obligándolo a un mea culpa público por la Casa Blanca, y varios de los gobernadores más visibles, entre ellos César Duarte de Chihuahua, son vistos por la sociedad como saqueadores de las arcas públicas, resulta inconcebible que les guste hablar de corrupción. Sería lo mismo que mencionar la soga en la casa del ahorcado.

No obstante sus limitantes, arraigadas en la vieja tradición de disciplínate y cierra los ojos, causa azoro ver que reciben una oportunidad para ventilarse, abrir el partido a nuevos aires, como sucede hoy con un grupo de priistas rebeldes encabezados por Marco Adán Quezada, Alejandro Domínguez y Miguel Ángel González, y la respuesta de su dirigencia sea poner más capas de silicón al hermético sellado de puertas y ventanas.

Me pregunto en qué mundo viven o hasta dónde llegan sus complicidades y compromisos con la impunidad, que si la ven optan por autocensurarse en lugar de mandar a sus potenciales electores, un mensaje cierto y sin dobles interpretaciones de que pretenden redimirse.

Y no divido al PRI en rebeldes buenos e institucionales malos, sería maniqueo y superficial interpretar el momento de precaria unidad en esos lapidarios términos. Entiendo que una buena parte de los duartistas forman parte de los rebeldes, entre ellos Alejandro Domínguez y Alex LeBarón, quienes son diputados por voluntad de César Duarte y crecieron a su amparo.

Los veo así por la complaciente resignación a su deplorable situación actual, asumiendo en los hechos que la corrupción es inherente al PRI, su resistencia a condenarla por temor a indisponerse con el presidente Peña, la dirigencia del partido o los gobernadores cuestionados. Prefieren el descrédito social a romper históricos y nefastos atavismos que los inhabilitan electoralmente como organización competitiva.

Vean la situación en que se encuentran: su presidente Peña en niveles de popularidad parecidos a los de Maduro en Venezuela, el peor y más obtuso dictador del momento; volcados sus esfuerzos en el Estado de México, con la esperanza de conservar su gran bastión, sede del grupo que ha hecho escuela en la política nacional y residencia oficial del presidente; cinco gobernadores de alto perfil internacional tomados por la sociedad mexicana como iconos de la corrupción; perdiendo terreno en cada elección a la que se presentan; una militancia desmoralizada, sin que nadie la tome en cuenta y en franca diáspora.

Lo anterior excluidos los retos de gobierno: violencia, desafío Trump en todas sus vertientes, inestabilidad financiera, carencia de recursos, desaceleración económica. Esos temas póngalos en otro casillero, son asuntos de gobernabilidad.

Perdidos el sentido común y agudeza política que los elevó a los niveles más altos del gobierno y la política, hoy están paralizados. Entienden que necesitan hacer algo pero no saben cómo, así que recurren a lo que siempre han hecho frente a los militantes que osan desafiarlos; o se disciplinan o se van ¡Pues se van a ir! hoy las amenazas no asustan a nadie ni las promesas los entusiasman.

Por el rumbo que toma la revuelta, no hay forma de que el PRI institucionalizado salga fortalecido. En cualquiera de los resultados, la imposición de la planilla oficial el más probable, el PRI y los promotores de la unidad forzada fatalmente perderán.

Cada promotor de la insurrección tiene sus intereses particulares, creo entender a Marco Adán Quezada y a quienes lo acompañan en esa aventura. Usan su experiencia partidista para hacer llegar un severo mensaje de inconformidad a la dirigencia nacional y a sus antiguos aliados, sin esperar a que los tlatoanis bajen de su pedestal y les pidan quédense, los necesitamos. Saben que no sucederá y están cómodos en la indiferencia. Puedo equivocarme, pero tras la feroz persecución de Duarte y el desencuentro posterior con Reyes, los veo fuera del partido.

Miguel Ángel González no es tarugo, se hace notar con la esperanza de ser tomado en cuenta. Esperen, aquí estoy haciendo valer mis treinta años de militancia, dispuesto a jugar sus últimas cartas en razón de coyunturas presentes o futuras. Es político profesional, se vende bien. Nada tiene que perder.

Pero me intriga el caso de Alejandro Domínguez, puedo aventurar que pretende reafirmar su relación con Duarte, con el fin de asumir el liderazgo y, ante la incapacidad de Serrano y la detención de Garfio, perfilarse a pastorear el desprestigiado grupo e ir, progresivamente, limpiándoles la cara hasta hacerlos valer en las decisiones que tomará la dirigencia del partido a finales de año, para las elecciones del 2018. Es decir, su pretensión sería que México lo vea como el heredero real del duartismo y le concedan mayor importancia.

Puede, pero la suya sería una postura en el filo de la navaja. Es insensato ratificar su alianza con la corrupción y mostrar los dientes a Reyes Baeza, mientras reclama galones de general.

La verdad no entiendo, sobre todo si firmando alianzas con Reyes y Graciela Ortiz, confirmada su relación con Patricio Martínez y César Duarte, y haciendo valer su relación con César Camacho, iba sin obstáculo para candidato a presidente municipal ¿Porqué adherir su nombre a la insurrección? Me gustaría saber. Querido Alex, te invito a desayunar.

De lo que no tengo duda, es que la acción de rebeldía terminará por separar al priismo avenido a la inmundicia, de aquellos que por interés, convicción o despecho dejen de fingir que su entorno huele a rosas. Es de weba aceptarlo, para ellos sería su primer experiencia catártica, desconocen la emoción de sentirse libres. Vean a Paquita la del Barrio, la que engañó tres veces: la primera por coraje, la segunda por capricho y la tercera por placer. Probo la libertad y le gustó.