El PRI frente al espejo negro

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Avanza la carreta y las calabazas siguen desacomodadas, los priistas no encuentran su lugar y en vez de hacer un sincero ejercicio que los congracie con la gente, se refugian en sus atávicas y clanicas costumbres de monopolizar los espacios de poder, por reducidos que sean, y en el camino se ocupan de aniquilarse entre si.

Me pregunto si esa es la esencia de la política, la real política no la que construyen los politólogos de academia con teorizaciones bien conceptualizadas pero utópicas. Se trata del poder y para un grupo determinado de la sociedad el poder significa todo, en consecuencia no reparan en sutilezas para conseguirlo.

Hasta ahí va bien, el poder es como la guerra y el amor, todo se vale. Pero cuando políticos inteligentes, experimentados, profesionales toman decisiones basadas en desafectos personales, así vayan en contra de sus propios objetivos y aspiraciones, la noción de razón pierde sentido y queda hecho trizas aquello de la sensibilidad política.

Esa conducta se observa mejor en organizaciones decadentes o en crisis. Sus liderazgos buscan inútilmente soluciones haciendo lo mismo que durante los tiempos de bonanza, pero encuentran resistencias y no se producen las reacciones esperadas.

No se percatan que los remedios dejaron de surtir efecto en las nuevas condiciones y se empeñan en salir adelante con las recetas del pasado. Así veo al PRI de hoy, como un partido desesperado por ocupar su lugar de antaño en la sociedad, pero incapaz de mostrar un rostro diferente. Como al borrachito terco al que corren de una fiesta por desentonar y regresa pidiendo perdón desfajado y sin soltar la botella. Lo vuelven a echar. Así el PRI, negado al cambio que reclama el momento pero añorando aceptación social.

La mejor decisión política que, desde mi punto de vista, tomó Enrique Peña Nieto, fue la de postular a José Antonio Meade, aún conociendo el riesgo de que la nomenclatura priista lo rechazara por no ser de los suyos. No obstante sabía que necesitaba a un candidato fuera del partido para buscar los votos indecisos.

Si alguna posibilidad tiene el PRI de conservar el poder es con Meade, a pesar de lo cual la decisión fraccionó al PRI más de lo que Peña calculó. No tengo información de primera mano que me permita hablar de traición en el caso de Miguel Ángel Osorio Chong, pero algunos de los columnitas más importantes y mejor informados del país desdoblan seguido del tema.

Ponen como ejemplo la alianza del PES, partido al que Osorio ayudó a formar, con López Obrador, su respaldo a Javier Corral entregando expedientes secretos de la corrupción y facilitando la detención de Alejandro Gutiérrez, el respaldo de René Fujiwara, nieto favorito de Elba Esther, a favor de López Obrador. En opinión de varios columnistas esos resortes están –o estaban- en manos de Osorio Chong y los soltó o transfirió a Morena.

Aparte de lo anterior, lo que más me habla de una fractura profunda en el PRI es la prematura renuncia de Osorio Chong a la Secretaría de Gobernación. Le piden el cargo dos meses antes de que el PRI defina a los senadores por lista ¿En razón de que? Peña le perdió la confianza. No hay más, están distanciados y eso queda mayormente claro con la limpia que el nuevo titular de Segob, Alfonso Navarrete Prida, hizo en la secretaría.

Entiendo los movimientos de Osorio Chong, de ser cierta la lógica del complot, apuesta por una derrota de su partido, el PRI, esperanzado en recoger los escombros que deja la elección fallida a fin de reconstruirlo, sin su gran tlatoani, con miras a buscar un segundo asalto a Los Pinos, en el 2024.

En la fría búsqueda del poder tiene sentido, Osorio quiere tenerlo en sus manos, no para otros y al verse perdido no le queda más alternativa que jugar a la derrota de quién a su ver le arrebató la candidatura.

Artemio Iglesias, con esa sabiduría popular que lo caracterizaba, decía que “tiene más el rico cuando empobrece que el pobre cuando enriquece” y asido de esa convicción recogió los despojos del PRI tras la derrota del 92. Sería motivación válida también para Osorio

¿Y en Chihuahua a qué juegan? A lo mismo, con la diferencia de que acá esperan un triunfo de José Antonio Meade. Se despedazan entre si pero les gustaría conservar la presidencia, pues quieren seguir gobernando el país con la esperanza de abrir un espacio para recuperar el poder local.

Ni con ese fin no común y sabiendo que ponen en peligro sus objetivos personales, posponen temporalmente sus mezquindades. Se conducen –guardadas las proporciones y considerando las diferencias- de la misma manera que Meade y Osorio Chong; cada quién juega a la suya, sin importarles que el juego se llame “todos pierden”.

Al momento de redactar esta columna, la mañana del viernes, ignoraba quienes se registrarían ayer sábado para candidatos a senadores y diputados federales. Supe mientras escribía que Reyes Baeza no presentaría su registro, siendo el priista mejor evaluado de Chihuahua y el único con posibilidades de dar un impulso a la campaña de Meade. Otra enorme contradicción dejarlo fuera.

Con independencia de los elegidos, en las definiciones a presidentes municipales y diputados locales encuentro material suficiente para fortalecer la idea de un PRI desunido y sin perspectivas de avenirse.

En Juárez postulan de candidata a la presidencia municipal a quien fuese coordinadora de campaña de Enrique Serrano, Adriana Terrazas, una de las principales causantes de la peor derrota en la historia del PRI y parte fundamental en el gobierno de la corrupción.

En la candidatura de Adriana premian a quienes son responsables de la derrota y envían a la sociedad el mensaje de que avalan a los priistas que participaron en el saqueo de los bienes estatales. Adriana no ha sido acusada de nada, pero la percepción es que formaba parte del círculo íntimo de César Duarte, por lo tanto participó o toleró la campaña de saqueo.

En vez de hacer un deslinde claro, inequívoco, suficiente y directo de César Duarte y sus asociados en la corrupción que los llevó a la derrota, los premian con una de las tres mejores candidaturas en la entidad. Inaudito pero ahí está, es lo que hace.

En Chihuahua postulan a Patricio Martínez de candidato a la presidencia municipal. Ponderaré los positivos del senador, pues se trata de avalar la postulación: excelente alcalde, polémico, inteligente, directo, de discurso penetrante y con amigos adinerados, factores importantes en campaña.

Podría mencionar los negativos, no son pocos, sólo refiero que carece de una estructura propia que realice el trabajo electoral en tierra, sin el cual ninguna campaña en éste país tiene éxito. Poca gente sale a votar por voluntad propia, a muchos hay que llevarlos y para eso cada partido tiene profesionales.

Dando por buena la candidatura de Patricio, el PRI falla al tomar otra decisión tradicional marginando a figuras de importancia electoral en la ciudad. Y si las versiones que corren –ninguna me consta, sólo se que ahí están- de que el mismo precandidato establece una serie de condicionantes para que todas las candidaturas en la ciudad de Chihuahua se alinien con sus intereses, estaríamos frente al ejemplo típico del piromaniático que “con tal de ver arder es capaz de prender fuego a su casa”.

Ahí el sentido común indica que debieron abrir espacio a los grupos, darles su parcelita para que la cultiven. Hicieron lo contrario dejando fuera a Marco Adán Quezada, el exalcalde más carismático de los últimos trienios, también marginan al diputado Alejandro Domínguez, otro referente en la base del PRI y con ellos pierden a operadores experimentados como Miguel Ángel González, Eloy García, Teporaca Romero, y desaprovechan nombres socialmente bien aceptados como el de Heliodoro Araiza.

Un grupo político importante para la capital queda relegado de las decisiones por esa tradición priista de reducir al enemigo. O como decía Artemio, “para verse más grandes cortan las patas de sus enemigos”. ¿Qué harán durante las campañas? Nadie puede asegurar que no jugarán las contras, como Miguel Ángel Osorio Chong.

Sólo conozco a los políticos mexicanos y más específicamente a los de Chihuahua, pero con esos tengo para entender que buscando el poder la gente se vuelve loca, es capaz hasta de sabotearse a sí misma, por eso dicen que el poder marea a los inteligentes y vuelve locos a los pendejos.

Que weba, da para cerrar con otro clásico popular: la tierra es dura, el surco largo y con estos bueyes hay que arar.