Obsesión por ganar la historia

* Administremos la abundancia

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Los anhelos de cambios en México son muchos, deseos sinceros de una transformación profunda que sacuda al país. 70 años de un régimen corrupto de partido hegemónico, dos sexenios de caricatura y vergüenza del PAN, decepcionando a los mexicanos que impulsaron el cambio hacia la derecha y la efímera vuelta del PRI con seis años de la más espantosa corrupción e ineficiencia para lidiar con los problemas sociales, incubaron en la sociedad mexicana una emotiva y pesada carga, hasta para un pueblo curtido en promesas incumplidas, como el nuestro.

Arrastrando ese caudal de sinsabores y frustraciones, ayer hizo un año que los mexicanos volteamos, mayoritariamente, hacia la única alternativa diferente que teníamos a la mano, López Obrador, esperanzados en que haga efectivo el cambio que todos los candidatos ganadores prometieron y ninguno cumplió. Hoy su gobierno es una realidad ¿Valió la pena?.

Intento ser optimista y responder que si, seis años son un suspiro en la vida de un país y si López Obrador consigue atenuar la espantosa corrupción que nos lacera, el voto del hartazgo estará plenamente justificado, así haya destrozado el Aeropuerto de Texcoco y construya un pegote en Santa Lucía, malgastado el dinero en proyectos megalómanos de dudosa utilidad como la Refinería de Dos Bocas y el tren maya o tirado el dinero a manos llenas en un asistencialismo setentero.

Incluso si paraliza la economía y frena el crecimiento, hacia donde apuntan –por desgracia- los indicadores, sería tolerable siempre que su gobierno cumpla con el único compromiso: erradicar la corrupción. Sin López Obrador hemos tenido crisis devastadoras, ahí están los errores de diciembre por la soberbia de Salinas y la inexperiencia de Zedillo y la locura de José López Portillo nacionalizando los bancos ¿Por qué no aguantaríamos otra crisis a cambio de cerrar el ciclo cancerígeno de corrupción?.

El punto es que al ver su fijación casi patológica por conseguirse un lugar en la historia, acomodándose al lado de personajes como Juárez, Hidalgo, Madero, Cárdenas, observo su empeño en deteriorar las instituciones, de por si debilitadas, para concentrar todo el poder en su persona y advierto los intentos por construir un nuevo oficialismo de partido hegemónico al que llama “Cuarta Transformación”, me surgen los temores y preocupaciones de cualquier mexicano comprometido con su país.

Ayer el presidente nos dijo que pretende construir un régimen democrático, no dictatorial, y reiteró el respeto a las garantías y el blablabla de las libertadas que le hemos escuchado desde que protestó el cargo ¿Por qué insiste, entonces, que su movimiento no tiene reversa, que jamás volverán al poder lo que llama conservadurismo? En una democracia cualquiera puede ganar ¿O en el régimen que pretende instaurar quedan canceladas las garantías políticas a quienes piensen diferente.?

También me pregunto qué pretende decirnos cuando afirmar que “este año quedará erradicado el régimen de la corrupción” ¿No se supone que, precisamente en la fecha que ayer conmemoró, quedó erradicado? Esos mensajes contradictorios con fines de intimidar al opositor, y sus ínfulas de tocado por la mano de Dios para llevar al pueblo de México hacia su destino final de “potencia económica con sentido social” es lo que me hace temer lo peor. Un país se construye en generaciones y jamás por pretenciosos enamorados de sí mismos.

Acepten, no es la historia quién recoge a López Obrador como uno de sus héroes, es él y quienes lo encuerdan en su entorno próximo quienes pretenden por fuerza hacerse un espacio en el altar de la Patria y no cualquier espacio, el primero y más importante, pues se ha definido como autor de la última y gran trasformación de México, la definitiva y por tanto más importante que la Independencia, Reforma y Revolución, pues en ésta Cuarta quedaremos colmados de bienestar y prosperidad. Es lo que ofrece, lo dice en cada oportunidad.

Atempérese, sereno. Hasta lo que hemos visto en éste primer año, esa obsesión por ganarse la historia no se corresponde a la realidad. Miguel de la Madrid habló de la renovación moral e insistía en acabar con la corrupción, poniéndole rostro, decía; Carlos Salinas prometió un liberalismo social, haciéndonos creer que México sería una potencia económica, los proyectos caprichosos son de cada sexenio y Vicente Fox reclamó el mérito de sacar, a patadas, al PRI de los Pinos. Ni siquiera es el primer inquilino de Palacio Nacional, antes vivió ahí Benito Juárez ¿En qué se diferencia, hasta hoy, López Obrador a otros presidentes para reclamar ese lugar histórico?.

Aparte de su apabullante victoria contra lo que, atinadamente, bautizó como el PRIAN y la Mafia del Poder. No hay nada que lo distinga de otros presidentes. Su Cuarta Transformación no se impone en un año y se consolida en cinco, como sugiere. Y ciertamente jamás cuajará si fracasa en el único tema por el cual la gente votó por él; erradicar la corrupción.

Así que bájenle una rayita, ocúpense de los asuntos diarios, piensen menos en la trascendencia histórica y dejen de sugerir nuevos paradigmas para interpretar a su Cuarta Transformación, en todo caso lo que necesitamos es desempolvar los de 1970 y anteriores, se ajustan muy bien al nuevo oficialismo, como llamaré a partir de hoy al gobierno de López Obrador.

Rompeolas

Luego de casi tres años de penurias y austeridad forzada, los chihuahuenses debemos prepararnos para administrar la abundancia. 18 mil millones de pesos a invertir ¡Guau! Y decían que Fuentes Vélez no sirve para nada. Escucharon, proveedores sin pago, la declaración de Corral. Apúrense que empiezan a salir los cheques. Con que compren medicinas y actualicen los hospitales me conformo, ahora mismo se suspenden operaciones hasta por falta de guantes quirúrgicos.