*Gobierno a mano alzada

* La sinceridad de AMLO

* Maru, prudente reversa

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Si algo tiene López Obrador además de su terquedad contumaz, lo ha demostrado en todos sus años de campaña, es que habla con la verdad; dice lo que piensa y hace lo que dice. No engaña.

Quería sepultar el proyecto del nuevo aeropuerto en Texcoco y lo hizo con un simple ejercicio plebiscitario, sin ocuparse del pésimo mensaje enviado a los mercados. Ayer reaccionaron iracundos, los inversionistas no tenían previsto en sus cálculos una decisión así de radical.

No sumaré mi voz a los que, delirantes, toman esa acción por atentado contra el desarrollo nacional. Desde luego que no la comparto, en otros momentos he dicho que me resulta de la mayor insensatez tirar cien, doscientos mil millones o sabrá cuantos a la basura. No obstante tampoco es el fin del país.

Lo que me parece realmente grave es que haga de la Cuarta Transformación un gobierno a mano alzada, donde lo que dice el Tlatoani está reflejado en encuestas diseñadas a modo que luego se convierten en instrumentos “vinculantes”. Sustituye así leyes e instituciones por la voluntad del pueblo habla a través de la consulta, una especie de oráculo multitudinario.

Los mercados crujieron pero resisten, las finanzas nacionales –producto de tres décadas de feroz neoliberalismo- son muy sanas al final del sexenio y el dólar rebasó los 20 pesos pero se habrá de estabilizar. De momento sólo luces destellantes, sin embargo el precedente puede tener consecuencias inimaginables si adopta el sistemita como instrumento permanente de gobierno.

Desde ayer, con razón o sin ella, empezó a mencionarse que la siguiente encuesta sería para revocar o mantener las reformas energéticas, otro tema sensible para los quisquillosos mercados. De a poco, haciendo barranco al llano, terminaría descomponiendo la estabilidad financiera y entonces el país se iría entre las manos.

Además, como sugieren analistas de la banca suiza, que tal si mañana decide hacer una encuesta para peguntar a la gente si quiere su reelección o simplemente presenta la propuesta de ampliar el periodo presidencial de seis a diez años.

Tengan pendiente, el hombre no miente, en campaña dijo que sometería a la voluntad popular la decisión de permanecer o renunciar al gobierno, por que no extender la consulta hacia la reelección. Nada se lo impediría.

El bodrio que llama democracia directa, donde cada resultado de las encuestas sería en atención a sus deseos sería como una vara mágica para justificar sus acciones, mientras arroya el congreso. Si puede preguntar al pueblo sabio sobre las decisiones más importantes del país y su voz es vinculante, para que diablos necesitaría a los legisladores. Los reduce a ordinarios levantadedos.

Y ya lo dijo, debemos acostumbrarnos al nuevo estilo, para que nadie resulte extrañado o se diga engañado cuando vengan otras consultas. Es el nuevo estilo de gobernar, a mano alzada como asamblea del Zócalo.

Prudente la presidenta municipal, Maru Campos, en la reversa al impuesto predial. Mantener la propuesta del 22 por ciento era una apuesta arriesgada que comprometía su proyecto hacia el 2021. A los electores puede pegarle hasta en los “destos”, pero jamás en el bolsillo.

Desde luego la sola intentona lleva un costo, ahí están los de Morena y otros aspirantes al gobierno para mantener presente el intento fallido, pero nunca hubiese sido lo mismo que aprobar la controversial medida y menos si recibía, como sucedió con el exhorto legislativo, un revés en el Congreso.

Ayer la comisión de Hacienda en el cabildo local votó el aumento del 5.02 por ciento, técnicamente lo que propuso el Congreso –ponga Morena- en el exhorto, así que no habrá ningún problema al momento de que aprueben la Ley de Ingresos.

Resuelto ese trámite sólo quedarían los independientes de Juárez y Parral, Armando Cabada y Alfredo Loya, para decir que ellos –conscientes de la difícil situación económica de sus gobernados, ajá- lo dejarán sin amento.