*El dilema de doña Ariadna

* Rafa Espino se deja querer

* El Váyanse acostumbrando

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Fundido antes de iniciar la carrera gubernamental, Juan Carlos Loera puso en predicamentos políticos a la operadora estrella de López Obrador en Chihuahua y subsecretaria del Bienestar, Ariadna Montiel. Su tarea como delegado general era servir de pantalla y escudo al proyecto de otro morenista de la primera hora, Rafael Espino, protegiéndolo de golpes innecesarios antes de que abriese sus aspiraciones al gobierno estatal.

La más rijosa e insensata conducta de Loera trastornó los planes de presentarlo como aspirante creíble al gobierno, hoy cualquiera sabe que su futuro inmediato está cancelado, y dejó a Montiel con el dilema de recomendar que permanezca otro tiempo al frente de la delegación, regresarlo a San Lázaro, decirle a Gabriel García –jefe de los programas sociales de AMLO- y protector de Loera, que venga por él o enviarlo de vuelta a Juárez.

¿Porqué la decisión recae en Montiel? Desde que dejó la diputación federal para concentrarse en actividades proselitistas de la entidad, viviendo durante más de un año casi en la clandestinidad y obligada austeridad, se convirtió en operadora política y consejera más confiable del entonces candidato y ahora presidente, en asuntos de política doméstica. Orgánicamente el jefe de Juan Carlos es Gabriel García, políticamente una recomendación de Montiel es casi orden.

Ella y el propio Rafa Espino recomendaron a Juan Carlos Loera para “superdelegado”, sin sospechar que su impericia, carencia de tacto, desconocimiento de la política y su conocida conducta disoluta arruinaría los planes originales de hacerlo pasar por señuelo. Algo harán con Loera, tampoco está como para darle una patada en el trasero y que te bendiga Dios, tras su fracaso lo realmente más relevante es conocer la siguiente movida de Montiel y Espino. Ambos hacen equipo político.

Quizás se acerca el tiempo de que Espino, falo para los amigos, salga de su cómoda posición de consejero presidencial sin cartera –el sábado viajó de México a Chihuahua acompañando a López Obrador- y abra sus cartas. No hay más, si quiere la gubernatura que se manifieste, pues ya se vio que Loera no sirvió ni de pantalla y Cruz pica piedra mañana, tarde y noche.

Morena tarda en tomar decisiones importantes, pues todas pasan por el gran Tlatoani, sin embargo es previsible que haya movimientos en un plazo relativamente razonable ¿Cuánto? Pues el que diga ya sabe quien.

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La oposición está leyendo mal a López Obrador, les repugna que se comporte como si gobierno y Morena fuesen uno y el mismo ente, extrañados de que siga en campaña y desesperados por encontrar inadmisible que convierta cada gira de trabajo en mitin de Morena y alabanzas personales.

Están confundidos, olvidan el “váyanse acostumbrado” con el cual los advirtió durante una de las primeras conferencias matutinas, a propósito de las nuevas formas de hacer gobierno. Cuando se trata de acumular poder y apelar a políticas populistas para perpetuar el régimen, López Obrador debe ser interpretado literal, lo que dice lo hace ¿Alguien duda que a mitad del sexenio someterá a referéndum su permanencia en el poder? Yo no, y tampoco que será refrendado con más de 75 por ciento. Imposible un porcentaje menor si ellos contarán los votos.

Si la oposición, llámese PAN, PRI o Prian, quiere hacer un frente que les permita ser medianamente competitiva, necesita una estrategia que los aleje del juego presidencial basado en el clientelismo, la descalificación per se al régimen de la “mafia” y ribeteado de honestidad republicana. Estamos en el régimen de voluntad única tendiente a consolidar un partido hegemónico, donde toda critica contra esos pilares topa con el halo de inmunidad popular y la credibilidad que lo protege.

Podrían empezar, por ejemplo, cuestionando sus decisiones económicas, el castigo de las calificadoras a la deuda soberana y a Pemex, el gasolinazo, van dos pesos de aumento en tres meses. O lo que hizo Marko Cortés, después reculó, al insinuar que asesinaron a Moreno Valle y a su esposa Martha Erika Alonso.

Mientras se mantengan con el estribillo de que cada acto del presidente es un mitin de campaña, cuestionando los efectos del abucheo y la simulada magnanimidad del Tlatoani, su popularidad seguirá creciendo. Sabe lo que hace, ganarse la voluntad del “pueblo bueno” entregando de manera directa todo el dinero que le sea posible y que la mafia de los fifís siga pagando impuestos para proveerlo. No necesita más para consolidar su nuevo régimen, lo mismo que hizo el PRI durante décadas hasta que la corrupción lo consumió por dentro.