Frente Amplio… pero sólo entre nosotros

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La idea de un Frente Amplio, como lo conciben Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, es inviable por muchas razones. La principal por que nace como propuesta falaz y mezquina para servir de plataforma al jefe panista, en su propósito de ser presidente de México.

Ahí empieza y termina como instrumento creíble de cambio democrático, en los apetitos de Ricardo Anaya por pavimentar su candidatura a la Presidencia de la República, intentando adelantarse al PRI para convertirse en la opción posible contra López Obrador.

Antes de arrancar campañas, la realidad electoral del país presenta un escenario partido en tres: Morena y su portentoso candidato, el PRI apoyado en la fuerza del gobierno, PAN y PRD más las alianzas que pueda construir en su entorno, dando por buena su alianza.

Pero Anaya, Barrales y sus asesores saben que a la recta final suelen llegar usualmente dos contendientes, en consecuencia la experiencia les dice que uno de los tres quedará marginado en el camino. Cerrar las opciones a dos propuestas finalistas es una constante electoral de las democracias, así sean tan rabonas como la nuestra.

Nadie tiene duda de que uno de los tres finalistas será López Obrador, tiene la base de votos suficiente por si mismo para estar ahí, con independencia de alianzas temporales. Eso también lo saben sus oponentes, desde ahora lo ven como el candidato a vencer y así lo establecen las encuestas.

Es la prisa de Ricardo Anaya, convertirse en la figura que aglutine a los electores repelentes a Morena, por eso la urgencia de aliarse con el PRD. Su idea es ser el “otro candidato” y polarizar la elección con la esperanza de que al estirón final salga ganando.

El presidente del PAN no ha tenido el menor gesto que sugiera una declinación de sus aspiraciones, si en el camino hacia el Frente encuentran un perfil externo suficientemente atractivo. Nada, calla en previsión de que sus potenciales aliados le tomen la palabra.

Y los otros dos aspirantes de su partido, Margarita Zavala y Moreno Valle, restan importancia a la propuesta frentista ¿Qué destino podría tener un Frente así? Ninguno.

Pero si el argumento de las ambiciones de poder es insuficiente, hay otro que lo desacredita desde las bases. Parta usted que, pragmatismo al fin, las cúpulas puedan ponerse de acuerdo y conformen su acuerdo aliancista.

Por más bien amarrado que esté desde arriba, nada garantiza éxito electoral. Información en campo permite prever que los simpatizantes de un partido y otro seguirán sus convicciones históricas o instintos electorales, rechazando esos acuerdos al momento de las urnas, ese instante de libertad donde habla la conciencia ciudadana traiciona todo acuerdo construido desde arriba.

Entonces demos por hecho la firma del Frente encabezado por PAN, PRD y algún otro partido desprovisto de identidad ideológica, llevando de candidato a Ricardo Anaya. En ese caso la mayoría de los simpatizantes del PRD irían a Morena, sólo unos cuantos al PAN e incluso el PRI tendría una captación marginal de inconformes.

En el improbable caso de que Anaya decida posponer para otro momento su aspiración y Mancera sea candidato del Frente, el efecto en las urnas sería inverso; una enorme cantidad de panistas, la verdadera base ideológica del Partido, jamás votaría por la opción de izquierda, algunos podrían incluso votar por Morena o el PRI, en represalia por los acuerdos de su dirigencia.

Esos acomodos electorales no son invento míos, algo parecido ha sucedido en elecciones estatales y más claramente en la pasada del estado de México. Josefina Vázquez Mota, candidata del PAN, declinó de facto con propósitos de inflar al candidato perredista, Juan Zepeda, a efecto de restar votos Morena y despejar indirectamente el camino del PRI.

Ese acuerdo PAN-Gobierno fue más que obvio y todavía se dice que por lo mismo anularán las elecciones en Coahuila. Hay que ver. En el Estado de México ganó el PRI, cierto, pero los votos abandonados por Vázquez Mota no fueron hacia Alfredo del Mazo y ninguno llegó al PRD, el PAN y su candidata simplemente se desplomaron sin alterar la ecuación electoral.

El circuito mediático alimentado desde Los Pinos, intentó sin éxito inflar a Zepeda y aún así Morena hizo tablas una elección del mayor despliegue económico de los gobiernos federal y estatal. Bajar a Josefina de nada sirvió, más que de recriminaciones internas entre dirigentes del PAN.

Esas experiencias recientes me permiten pensar que, ésta si especulación personal, el Frente dejaría al PRI en la recta final contra Morena, a pesar del enorme desprestigio que arrastra y las escasas posibilidades de mantener Los Pinos que le conceden los analistas electorales.

Y creo también que mientras Anaya y Barrales más avancen en su absurdo propósito, cada vez les será más difícil poner pausa o dar reversa, generando el efecto contrario al que buscan. Mantener acuerdos cupulares forzados sin base social, los llevaría a un inevitable desgaste ciudadano que fatalmente se reflejaría en las urnas.

Distraído en construir su candidatura sobre los otros aspirantes del PAN y pretendiendo forzar los tiempos para colocarse como el candidato capaz de imponerse a López Obrador, Anaya no se percata que lleva irremediablemente al partido que dirige hacia un camino sin retorno.

No es que sea un callejón sin salida o se dirijan al barranco, pero sus acciones lo hacen avanzar por rutas desconocidas de las que regresar será difícil, si en vez de pavimento encuentra maleza y trampas ocultas, como las que suelen surgir en acuerdos de mero pragmatismo electoral.

Los ortodoxos de la izquierda consideran que un Frente Amplio debe congregar a lo que llaman las fuerzas progresistas, cuyo único y mayor objetivo sería desplazar del poder el régimen vigente. Porqué acotarlo sólo a la izquierda, si el régimen es tan malo únanse PAN, Morena, PRD y partidos nanos, lo bajarían sin dificultad.

Eso sucedería sólo en política ideal, por lo tanto es utópico. Pero aún tratándose de la izquierda exclusivamente, cualquier esfuerzo orientado en esa dirección toparía con la realidad de que ya está definido el candidato de la mayor fuerza electoral. El único “Frente Amplio” que admite la presente coyuntura nacional, es el que decida sumar su nombre al de López Obrador. No hay más.

En las elecciones del 88 hicieron un ejercicio profundo, pero el candidato era Heberto Castillo, quién generosamente declinó a favor de Cuauhtémoc Cárdenas. ¿Se bajaría López Obrador para unir a todas las fuerzas cuyo fin es derrotar al PRI? Jamás, la izquierda mexicana no tendrá otro Heberto ¿Y Anaya, declinaría? Ajá.

Como dicen los ideólogos de izquierda, no hay condiciones objetivas para ningún frente, sea de alianza temporal entre izquierda y derecha o únicamente de izquierda. No puede haberlas si la política está dominada por egos personales y apetitos desenfrenados donde la máxima es primero el hombre, luego el Frente, siempre que ese hombre sea yo.

Porfirio Muñoz Ledo lo llama, con su mordaz ironía, Frente Holgado. Tiene razón, si Barrales y Anaya logran ponerse de acuerdo y llevan al baile a dos o tres figuras representativas, el suyo será un Frente flácido, sin fuerza, inservible para sus propósitos electores cortoplacistas.

Y pensar en un frente de izquierda como proponen el propio Muñoz Ledo, Cárdenas e Ifigenia Martínez, tampoco. Como ya se dijo López Obrador es el obstáculo.

¿Qué hay entonces? Lo de siempre con sus variantes sexenales: un candidato dominante al que le cuesta un mundo subir cada punto nuevo; un PRI dispuesto a empeñar el país con tal de conservar el Poder y un PAN carente de identidad y ferozmente dividido.

Escenario perfecto para el que lleva ventaja en las encuestas, irónicamente al que todos los demás quieren bajar. Es de weba, los que pretenden frenar a López Obrador son quienes hacen su campaña. Mezquina política mexicana.