Margarita, la niña más bonita

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En campaña era la esposa de Felipe Calderón, responsable por asociación de una guerra fallida contra el crimen que dejó como saldo miles de muertos inocentes; la panista insatisfecha que renegó del PAN, frustrada por no conseguir sus objetivos; la mujer sin experiencia para conducir un país tan complejo como el nuestro, manipulada por su marido al que acusan de alcohólico.

Fuera de la contienda es la mujer valiente cuya congruencia la enaltece; la política de principios y mujer responsable que sabe poner el bien del país por encima de sus intereses personales o de su marido; la demócrata de convicciones ciudadanas que tuvo el tino de retirarse a tiempo y bien, la política de compromiso social con promisorio y brillante futuro.

La oportunidad de su renuncia a la candidatura independiente y los términos del abandono la sitúan, ciertamente, como una de las figuras políticas más importantes en la presente coyuntura electoral y, en consecuencia, del país. Esta elección, por lugar común que parezca el comentario, está en juego el destino del país, no es un relevo sexenal más, el resultado define la permanencia o fin de un régimen dominado, durante siete décadas, por un partido hegemónico y las últimas dos por lo que López Obrador ha llamado “la mafia del poder”.

Margarita entiende la oportunidad del momento, en diversas entrevistas –nunca durante su campaña recibió más atención mediática que al dejar la candidatura- aceptó que la han buscando Anaya, Meade y le han enviado mensajes de López Obrador. En vulgares términos machistas estaría permitido decir que la acosada, todos quieren con ella.

Hay razones de sobra para el asedio político, quizás resulte exagerado decir que guarda en su bolsa de mujer la llave de una elección que se presume cerrada e incierta, por más que López Obrador y sus voceros, formales e informales, pretendan vender al país la idea de que ya está definida.

Sin embargo es evidente su posición preponderante en razón de que su declinación definirá al segundo finalista, en esta contienda de dos, dejando por entendido que López Obrador es el primero. ¿A quién elegir: Meade, Anaya o dejarla pasar?

Para responder esta pregunta van antecedentes básicos. En los prolegómenos de las presentes campañas el escenario ideal de la mafia, entendida como el PRIAN de Calderón, Peña y el gran capital, era reeditar a escala nacional la elección en el Estado de México, pacto no escrito pero cumplido en elecciones anteriores. Es el clásico, obvio y carente de creatividad política compromiso de “competimos de inicio y el que vaya rezagado en cierta fecha se baja en favor del otro”.

Todo estaba en su sitio, como en elecciones pasadas, hasta que la soberbia de Anaya lo destrozó. En su incontenida ambición de poder secuestro al PAN, cerrando cualquier opción al proyecto de Calderón y Margarita mientras traicionaba a Peña Nieto, estableciendo acuerdos personales con Salinas, a través de Diego Fernández de Cevallos, otro prominente miembro de la mafia. Esa traición fisuró el poder el bloque del poder.

Ofendidos dos de los tres soportes de la mafia recurrieron al plan B, apoyado en dos objetivos básicos: postular a Margarita con la esperanza de reducir las expectativas de Anaya y situarla en condiciones competitivas contra Meade, a la espera de que uno de los dos declinase a favor del otro, esperanzados en que la información del lavado de dinero lo doblaría, una vez que sintiera la fuerza del Estado.

El problema para la mafia es que también el Plan B fracaso, el golpeteo contra el incómodo Anaya surtió un efecto nunca imaginado; Anaya conservó inalteradas las preferencias electorales, López Obrador las incrementó, Meade se mantuvo en tercer lugar y Margarita empezó su declive. Alimentaron, sin querer, la tormenta perfecta; el odiado común capitalizó el golpeteo de la PGR sin que Meade accediera al segundo puesto.

Trágame tierra, la impertinencia de Anaya obliga un ajuste en los acuerdos tradicionales y el mal manejo intentando descarrilar su proyecto termina impulsando a López Obrador. Así cómo.

Los estrategas olvidaron o midieron mal el descrédito social del sistema y en especial del PRI. La gente no cree, simplemente, en nada que venga del gobierno o su partido, está mentalmente blindada a sus mensajes, los rechaza sin pensar en ellos.

En las cúpulas del poder, Peña y Meade en especial, muestran dificultades para reconocer esa realidad incómoda. Su renuencia es lógica, de aceptarla sería tanto como reconocer el estruendoso fracaso del gobierno. Guardando proporciones, lo mismo sucedió con Duarte hace dos años, cegado por su poder local jamás advirtió el descrédito en que había caído, hasta que una avalancha de votos lo dejó azorado, temblando y boquiabierto.

Así están Peña y el PRI, si tuviesen claro el desprestigio la estrategia para bajar a Ricardo Anaya hubiese sido diferente, por lo menos los medios de presión usados. Por ejemplo, en lugar de utilizar a la PGR como ente golpeador, hubiesen dejado la responsabilidad en el PAN rebelde de Margarita; senadores, diputados, exgobernadores. En las peores condiciones cometieron un error básico; el propio gobierno hiciese el trabajo sucio. Inaudito.

Al ver la seguidilla de fracasos intentando bajar a Ricardo Anaya, el único trípode de la mafia con quién no tenía agravios, el gran capital, entró en pánico y apresuró su definición por el candidato panista. Para ellos la opción A, Meade o Margarita, estaba perdida y colapsado el plan B. Asustados, les resultaba inaceptable un triunfo del populista, no les quedó más alternativa que optar por Anaya.

En ese contexto forzaron, ha trascendido en medios empresariales, la renuncia de Margarita, y hay quienes afirman que también intentan doblar las manos de Peña Nieto, para que retire a Meade de la contienda. Consiguieron a medias el primer objetivo, bajar a Margarita, quién no declinó a favor de nadie, y contra Peña o Meade no han podido.

La dificultad de los acuerdos para unir fuerzas contra López Obrador está en el propio Ricardo Anaya, su desenfreno al humillar a Calderón y traicionar a Peña. No lo sienten confiable, suponen con razón que una vez en el poder los traicionaría, recuerden que ha sido el único que prometió cárcel contra Peña. Pésimo consejo de Corral, dicho entre paréntesis.

Por eso Margarita sale de la contienda sin entregar sus activos a nadie, en sus planes no estaba apoyar al que la trató con la punta del zapato ¿Cómo entregarle hoy su capital sin lastimar los principios? No hay forma, sólo tiene dos opciones: sumarse al pragmatismo promovido desde el gran capital o seguir alimentando la imagen de “mujer valiente, de sólidos principios y congruente”, a la espera de que pueda explotar su patrimonio político a partir del dos de julio, cuando el polvo empiece a disiparse.

Esa disyuntiva dejó insatisfechos a los empresarios y al candidato del PAN, querían forzar la declinación en su favor, y brincando en una tablita a Peña y Meade, esperanzados en un desesperado y último tirón durante el segundo debate, este domingo, que los haga competitivos.

Es fácil entender la frustración e impotencia de Peña y Calderón, cada movimiento para fortalecer a sus candidatos resultó en beneficio de López Obrador. Tronados los planes A y B ¿moverán un tercero? Algunos afirman que sí, por eso lucen serenos y optimistas, siendo que nadie desde fuera advierte una fórmula que los ponga en la contienda.

El debate y los días posteriores son definitivos para el rumbo de la contienda. Como dicen los entrenadores de potencias en el futbol, “el mundial empieza cuando termina la fase de grupos”. Para efectos electorales esa fase concluye hoy en la noche, las grandes decisiones están por llegar.