*Javier, atonía del inconsciente

* Dos gobernadores; dos mexicos

* La importancia de decir verdad

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La coexistencia de dos méxicos en un mismo territorio ha sido analizada y discutida durante décadas por algunos de los mejores pensadores del país. Es tan obvia que resulta imposible tratar de ocultarla, repeliéndose mutuamente conviven en el conjunto de acciones que llamamos vida nacional. No me refiero al lugar común del “México trabajador del norte y el México perezoso del sur”. Paso de una visión reduccionista y maniquea como esa. Hablo de dos culturas, dos formas de pensar y actuar que luchan una contra la otra en todo el territorio nacional, sin que ninguna predomine sobre la otra o consiga someterla.

Como ejemplos más acabados de las fuerzas en pugna, en un extremo pongo a los maestros de la CNTE y en el otro a los maestros, millones en todo el país, que a diario arrastran el gis, comprometidos con la educación de los niños a su cargo. Ambos extremos disputan los espacios en todos los sectores: empresariales, profesionistas, académicos, estudiantiles, deportivos, religiosos, políticos, amas de casa. Esa lucha constante y sin tregua es parte de nuestra cotidianidad y, sin saberlo, cada uno honramos con nuestras acciones la cultura del México que hemos elegido; la CNTE socavando el desarrollo nacional, los maestros del gis empeñados por que la educación sea instrumento de movilidad social, para seguir con los ejemplos obvios.

Pero nunca había visto, en mis 33 años de periodista y 15 escribiendo columna política, una definición tan clara de los dos mexicos expresada el mismo día en nuestros gobernantes, como la que nos dejaron ayer Miguel Barbosa de Puebla y Enrique Alfaro de Jalisco, gobernadores de dos estados donde el virus avanza consistente. En la forma de asumirse cómo líderes de la emergencia en sus respectivas entidades, uno y otro describen puntualmente la coexistencia de las dos fuerzas en conflicto.

La siguiente es una declaración de Miguel Barbosa, gobernador de Puebla por Morena: “Quienes están contagiados ahorita, bueno, seguramente hay mucha gente de las 40 personas, algunos son padres de familia, sí, la mayoría son gente acomodada, eh ¿si lo saben, o no? Si ustedes son ricos tienen el riesgo, si ustedes son pobres, no. Los pobres estamos inmunes”. La irresponsabilidad, que no estupidez pues sabe por que lo que dice, es desquiciante, dan ganas de gritarle chingas a tu madre estúpido y cubrirlo de improperios. Barbosa es un hombre brillante, con declaraciones así intenta ponerse entre los primeros discípulos del Líder Amadísimo, el que nos recomienda amuletos y jaculatorias para conjurar el mal. 

Es la política oficial de la administración “AMLO” contra la pandemia; esperar a que la naturaleza siga su curso, se contagien los que se van a contagiar y mueran los que van a morir, sin que nadie cuente los muertos como víctimas del coronavirus. “Se los dije, no era tan grave, como los conservadores vociferaban”, será su vil conclusión cuando pase la crisis.

En el otro lado, Enrique Alfaro emitió un mensaje donde felicitó a los jaliscienses por el sacrificio, les pidió que resistieran por que están en una carrera de resistencia no de velocidad, invitó a sus paisanos en Estados Unidos para que se abstengan de visitar a las familias y, en ese contexto, aclaró que no están inventando nada sólo siguen las recomendaciones de la OMS y los científicos jaliscienses e hizo un anuncio refrescante: “Mañana también arrancaremos el programa de pruebas masivas, como estrategia de prevención y detección del coronavirus. En Jalisco no vamos a esconder la verdad. Por el contrario, partiremos de un diagnóstico real para ajustar la estrategia y evitar muertes”.

¿Es tan difícil pedir eso, que nuestros gobernantes atiendan las recomendaciones internacionales, se vean en otros espejos y tomen con responsabilidad su condición de lideres? Alfaro se puso a la cabeza de la emergencia convocando a la solidaridad y el sacrificio de los jaliscienses dentro y fuera de su entidad, con la valentía de tomar el reto de las pruebas masivas que tanto espanta a López Obrador y a muchos gobernadores. “No esconderé la verdad”, con eso me quedo.

¿Y nuestro Javier Corral? El domingo en la noche lo vimos, navega en la indefinición del tibio, sin liderazgo y ocupado en vendettas personales. Aquí está parte de su discurso cuando entramos oficialmente a la segunda fase: “En el Gobierno del Estado hemos trabajado de forma intensa y estamos preparados para la emergencia; contamos no sólo con personal profesional altamente capacitado, también contamos con el equipamiento adecuado para atender a los ciudadanos que lo requieran, tenemos ventiladores, camas para aislamiento, unidades de cuidado intensivo, monitores, y nos hemos asegurado de tener la cantidad de pruebas suficientes para el diagnóstico de los casos de contagio y podremos obtener todas las que se requieran para atender los casos sospechosos. Aquí llamo a todos a no confiar en aquellas pruebas que no estén debidamente acreditadas por las autoridades de salud”.En su narrativa está presente el miedo a la verdad, “no confíen en aquellas pruebas que …”, como si los ciudadanos fuésemos estúpidos.

Su discurso es un ejemplo del oficialismo priista, hilado en verdades a medias y mentiras completas, el bla, bla, bla, bla y más bla, bla, bla. Desatento e inseguro, Javier perdió la oportunidad de ganarse el respeto de los chihuahuenses y recuperar credibilidad. En la peor emergencia de salud está concentrado en los fantasmas de Duarte y atenido a la criminal negligencia del Gobierno Federal. Es una pena, se ha puesto entre los indefinidos que no asumen compromiso por ninguno de los dos mexicos. En lo personal lo hubiese preferido chairo, de tibio hasta la mirada pierde.