*Semejanzas Corral-Amlo

* Falacias y perversidades

* Los “asesores” de Meade

* El cinismo de Madero

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López Obrador continúa sumando, para ser lunes en la tarde congregó a un número importante de seguidores en la plaza Francisco Villa. Antes juntaban si acaso un par de cientos, ahora llenó la plaza, lo que da testimonio de la fuerza que toma su movimiento en el norte del país, región que siempre se le ha resistido.

Abrió su discurso con lo que ha dicho cientos, miles de veces, que el PRI y el PAN son la misma, por lo tanto no confía en ellos, son la mafia del poder, entre los que incluye al gobernador que hoy está confrontado con Peña. Dice que hoy se pelean y mañana comen en la misma mesa, lo de siempre.

Después hizo un recuento relámpago de la historia, recordando las tres grandes transformaciones del país: Independencia, Reforma y Revolución. Él busca la cuarta transformación, sin explicar en que consiste, más que el inicio de “un verdadero cambio en México regido por sus principios de no mentir y no robar”.

Su discurso reiterado de la “Mafia del Poder” que impusieron a Calderón y a Peña Nieto no lo mueve ni un milímetro, como tampoco los tres principios básicos. Le ha dado resultado, no hace sentido variar.

Donde se advierte el cambio es el recibimiento de la gente, antes venía y ni quién se diera por enterado, ahora llama la atención, sus mensajes circulan en redes, genera opinión, hace ruido. Hay nuevo ambiente para la izquierda en Chihuahua, sin duda.

Estando tan cerca en el tiempo el mitin de Corral y el de López Obrador, separados sólo por 24 horas y una cuadra, es imposible evitar las comparaciones entre ambos. Son pasmosamente semejantes.

Ambos se ven como instrumentos importantes de la historia, nuevos héroes que van contra los malos y corruptos, los vengadores del agravio histórico contra el pueblo, infligido por el corrompido sistema político México.

Corral habla de una segunda Revolución, López Obrador de una Revolución Pacífica y ambos ponen el tema de la corrupción en el centro de su mensaje, saben que ahí hacen clic con la gente. Se sienten y se ven como protagonistas del momento histórico y suponen que durante los años y siglos venideros sus biografías serán estudiadas por los niños en todas las escuelas mexicanas.

Los dos tienen un toque de locos, mesiánicos e intransigentes, sinceramente creen en lo que dicen y esperan que su fuerza de convicción transforme al país de la misma manera en que lo hicieron Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero.

También coinciden plenamente en su forma de entender el gobierno, ponderando la austeridad republicana; bajar sueldos, hacer ahorros, vender aviones, eliminar lujos. En términos generales sin atender a los detalles, es decir conceptualmente, López Obrador podría pronunciar el discurso de Corral y a la inversa sin que ninguno de los dos advirtiese que estaba usando los conceptos del otro.

Pero sigue habiendo una brizna más de populismo en la del tabasqueño, jamás olvida la zanahoria para las clases bajas, a cuyos integrantes les tiene reservado un aumento de salario, que conseguirá cuando baje los sueldos a los más ricos. Hasta allá no ha llegado Corral… por ahora.

En su arenga del domingo Javier Corral consideró hermanos siameses a la corrupción y a la inseguridad, a quienes ve como hidra de mil cabezas. Según él van de la mano, por tanto a mayor corrupción mayor inseguridad y viceversa.

Es un argumento falaz. Con César Duarte Chihuahua llegó a la cúspide de la corrupción, de acuerdo a lo que ha dicho reiteradamente el gobernador, sin embargo la violencia se redujo considerablemente. Cualquiera lo sabe y acepta.

También, dando por buenas sus declaraciones, es decir que ahora tenemos un gobierno transparente y honesto como nunca antes, sucede que la violencia creció a niveles de espanto, como puede verlo toda la sociedad.

La contradicción es evidente: con la corrupción de Duarte prevaleció la seguridad y con la honestidad de Corral prolifera la violencia ¿Cómo explicarlo? Sencillo, además de contradictorio y falaz el argumento de Corral es perverso, asocia el mayor problema del estado, la inseguridad, que obviamente ha sido incapaz de resolver, con el origen del mal que motiva su lucha política contra la Federación; la corrupción.

De esa manera se lava las manos, diciendo que mientras prevalezca la corrupción seguirá la inseguridad. Así, con un ejercicio dialéctico, se quitó la responsabilidad de combatir al crimen. En lo que apela a nuevos sofismas los sicarios del mal siguen obrando a sus anchas en todo el estado, para ellos no hay argumento que valga más que el poder de sus armas.

En un acto reflejo los empresarios que acompañaron a Corral el domingo se llevaron la mano a la cartera, cuando lo escucharon decir que prefería hacer una colecta antes que arrodillarse ante Peña.

Podría empezar por Gustavo Madero, Pablo Cuarón, Chacho Barraza o Miguel Fernández. Saquen los centavitos, la patria espera su contribución. Ni que estuvieran locos, peso que cae en su bolsillo jamás vuelve a ver la luz del día. Son bromitas muy pesadas, no juegue con eso.

Cinismo sin límite el de Gustavo Madero. Durante su explicación didáctica –acrílico y gráficas, su estilo- sobre el bloqueo de los 700 millones, dijo que hacían un enorme esfuerzo ahorrando ¡Por Dios, el señor es un aviador! ¿Cómo puede hablar de ahorros si realiza actividades de partido con el dinero de los chihuahuenses?

Cuanta hipocresía, está cometiendo un peculado electoral, usando dinero público en actividades de partido, y lo presenta como ahorro. Le ven –o quieren verle- la cara a la gente.

En su lucha contra la Federación Javier Corral pega de primero en todas, marca pauta e impone agenda. Una recomendación a la campaña de Meade, al PRI o Peña, o a los tres. Para enderezar los cartones contraten de asesores a Cruz Pérez Cuéllar, Lalo Almeida y Luis Villegas, los tres compadres incómodos del gobernador.

Cruz con una iguala jala sin reniego, Villegas por el gusto de joder y Almeida en venganza por los maxijuicios. Le conocen al “precandidato 2024” hasta el color de sus calzones favoritos en verano, sin contar que se traen ganas de tiempo atrás.