La fabulosa generosidad de Duarte

* Corral, gobernador de nueve a tres

* Omar Bazán y el ritual de las formas

* Un PRI divorciado de la sociedad

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Desde que César Duarte llegó a la gubernatura, en el alto priismo circuló la versión de que era el gobernador que más dinero aportaba al PRI y lo hizo muy probablemente desde la precampaña y después campaña de Peña Nieto, siendo Pedro Joaquín Codwell presidente del CEN.

Esa versión se fortaleció al paso del tiempo. Con César Camacho como presidente se dijo que gracias al generoso financiamiento, le concedieron a Duarte la secretaría juvenil, que ocupó uno de sus discípulos más fieles, Jorge Barousse.

Cuando Duarte siguió creciendo en la política nacional, acarició la idea de integrarse al gabinete. Puesta su mente en ese objetivo, él y sus voceros difundieron cientos de veces que ocuparía la Secretaría de Gobernación, Sagarpa, la dirigencia del partido e incluso manejaron que hasta la SEP. “Ya amarró el jefe gobernación”, decían con inusitada soltura esperando la caída de Osorio.

Su desenfreno por integrarse al gabinete era con el fin de construir una plataforma de tirador a la Presidencia de la República, objetivo delirante de todo gobernador, -a Corral le picó la misma mosca- llevado por Duarte hasta los extremos de convertirse en candil de la calle y oscuridad de su casa.

¿De que tamaño considera usted que haya sido el financiamiento, con recursos del Estado, para conservar sus alucinadas aspiraciones presidencialistas? La cifra escandaliza por sí misma; hablan de tres mil millones de pesos durante el sexenio. Es decir quinientos millones al año, alrededor de cincuenta cada mes.

Tome la información bajo reserva, no tengo los recibos firmados, pero es la cifra más aproximada según fuentes que conocieron el despilfarro desde adentro. Lo anterior sin contar las aportaciones al PRI local ni el monto por los descuentos a burócratas. Queda el dato para el registro, como dicen los abogados gringos.

Los detractores de Javier Corral están molestos, quieren crucificarlo por tomarse vacaciones y días feriados cual si fuese un burócrata entrado en los años previos a la jubilación.

Así lo justifica César “exbueno” Jáuregui: a los seis meses tienen derecho a vacaciones. Ven su responsabilidad como una chamba. Pero la gente, observadora y mordaz, dice que tenemos un gobernador de nueve a tres y de lunes a viernes.

Los más radicales están convencidos de que el señor debería estar entregado al cargo las 24 horas del día, pues los problemas nunca faltan y muchos apremian soluciones inmediatas y oportunas. En otras palabras estar presto para cualquier emergencia que suceda en la entidad, pues además piensan que tiene la mala suerte de que siempre que sale sucede algo negativo.

No se enfaden, dejen que se tome todo el tiempo que le plazca ¿Puentes largos jugando golf mientras hay balaceras con decenas de muertes? Perfecto, no pasada nada ¿Vacaciones de diciembre, Semana Santa y verano? Excelente, comprendan, son décadas llevando una relajada vida de legislador, desconoce lo que significa el trabajo diario, imposible acostumbrarse en tan poco tiempo.

Y eso de que tiene la mala suerte por que al salir se suelta el diablo es mera percepción. El diablo está –ese si para que vean no descansa ni un segundo- suelto las 24 horas del día. Las tragedias no son casualidad, simplemente todos los días suceden cosas de espanto, que se noten más en su ausencia es diferente.

Pero lo más importante es que desde lejos dispone de menos tiempo para gobernar y en consecuencia –simple razonamiento de sentido común- para causar menos perjuicios al estado.

La corrupción es un cáncer que en México se premia con mejores cargos públicos, pero la ineptitud no es menos dañina, es otra manera de contribuir al atraso social. Así que, por favor, dejen de renegar o mejor todavía, hagan una vaquita para pagarle un crucero de tres meses por los mares más exóticos del mundo.

Si habría que calificar el evento mínimo alcanzó el ocho. Bien Omar Bazán hacia dentro; respeto a la liturgia del partido, manejo adecuado y justo con la clase política, su lugar a los sectores. El mismo PRI desde que lo fundó Elías Calles.

En cuanto a nombres igual, lo arroparon Enrique Ochoa y Reyes Baeza, sus patrocinadores, llevando como testigo del ungimiento a Graciela Ortiz, su manejadora. Y desde luego bien presentado el evento con presidentes municipales, diputados federales y locales.

Todo en su sitio, hasta el pueblo priista que –también como siempre- los usaron desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde, sin llevarles torta ni refresco. Pero también eso es normal, piensan que la gente que les llenan el  son floreros.

Ausencias las de Patricio Martínez, Lilia Merodio –¿en vías de abandonar el partido?- Liz Aguilera. Normal, los senadores no pueden ver a Omar ni en pintura y Liz hace tiempo que sólo su familia sabe de ella.

El gran presente, como siempre en los últimos eventos del PRI, César Duarte. Su fantasma impregnó el salón, sin que ningún discurso hiciese referencia directa a su persona. Siguen ignorando al muerto  cuyo cadáver preside la sala. Ahí está contaminado, pero nadie lo menciona.

Lo mejor que se le ocurrió al desangelado Enrique Ochoa, es decir que “en el PRI siempre hemos estado a favor de las investigaciones serias conforme a derecho, pero estamos contra las expresiones que generan persecución política”. Difícil saber que entiende por persecución política.

Y Guillermo Dowell, haciendo una reseña que llevó a la mítica guerra romana de las Galias, con Julio César como actor principal, hizo su mutis particular: “Creo que en los últimos meses hicimos una reflexión y las causas por las cuales perdimos en el 2016 ya las superamos, pero no las podemos olvidad, luchamos separados pero nos derrotaron juntos. Que no vuelva a pasar”.

Ni entienden ni quieren entender. El PRI  perdió únicamente por dos votos, el de la corrupción y el abuso de poder. El gran agravio a la sociedad hecho por César Duarte y una camarilla cuya fama es de truhanes que acabaron con ese partido.

¿Es tan difícil aceptarlo? Por lo visto si, en cuanto escuchan la palabra corrupción se les anuda la garganta y balbucean sin poder mencionarla. ¿Observaron que en ninguno de los discursos se mencionó la palabra “corrupción”? Es por que en el vocabulario del PRI no existe.