*De vocación autoritaria

* El grito de la reelección

* Ahogados en un vaso de agua

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Alguien que conoció de cerca a López Obrador, por llevar durante años luchas conjuntas y trabajar con él durante la campaña para Jefe de Gobierno en la Ciudad de México, me decía que es el político más autoritario que haya conocido. “Las reuniones de trabaja eran sólo para recibir sus instrucciones y hay del que osase rebatirlo”, resumió para dar credibilidad a su testimonio. Podría citar el nombre de la fuente, sin embargo lo reservo en razón de que hablamos en contexto privado.

Hoy que veo al presidente ejerciendo el poder, rodeado de colaboradores sumisos, callados, aplaudidores –excepción de los que renunciaron, Germán Martínez y Carlos Urzúa, a quienes por ese sólo hecho les tomé respeto- y atento las instrucciones dictadas en público entre las siete y las ocho de la mañana, recuerdo aquellos comentarios reveladores de su personalidad autócrata, que me confiaba el luchador social.

En cada una de sus acciones de gobierno López Obrador muestra una clara vocación autoritaria: por sus pistolas y contra toda recomendación financiera despedazó las obras del Aeropuerto de Texcoco y está empeñado en construir la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, concentró la distribución de los apoyos populares, socaba la integridad de los organismos autónomos –IFE, INEGI, Coneval- elimina programas de asistencia social que no puede manejar directamente, reduce a los poderes Legislativo y Judicial. Son las acciones de un dictador que rechaza los contrapesos y reniega de los controles impuestos por las instituciones del Estado.

Todo en los primeros ocho meses de su gobierno describe a un político de perfil dictatorial, siendo que pretende, a cualquier precio, transitar con ínfulas de líder social comprometido con la democracia. Eso lo convierte en un peligro para la inestable y frágil democracia mexicana, pues conduciéndose cual absoluto mina las instituciones del estado democrático mientras descredita, sin rubor y mirando de frente, a quienes intentan oponer resistencia a su delirante presidencia, llamándolos despectivamente fifís, conservadores, miembros de la mafia, añorantes de la corrupción neoliberal.

A pesar de su ensarta de dislates, nada me sobresaltó más que la interpretación que hizo la semana pasada sobre buenos y malos periodistas. Los buenos, para él, son aquellos que toman partido por las transformaciones históricas, como Los Flores Magón y Francisco Zarco. Ignorante de que ejercieron un periodismo militante, eran más activistas y políticos que periodistas, los cita como ejemplo a seguir, siendo que hicieron del periodismo un instrumento para conseguir sus fines políticos.

Llego tarde a la discusión sobre el tema –su lección de periodismo la dio hace más de una semana durante una de las conferencias matutinas- pero me resulta imposible dejarla pasar. ¡¡¡¡¡Por no estar a lado de lo que ha llamado cuarta transformación me pongo en el lado equivocado de la historia y paso por mal periodista ¡¡¡¡¡.

Rechazo sin interpretación de manera categórica y aclaro que estoy en desacuerdo con las decisiones más irracionales de su gobierno, en contra del rumbo que impone al país  por que no veo en su proyecto nada que me anime a seguirlo, ni su liderazgo me hace pensar en un destino viable para los mexicanos. Me aterra su afán de concentrar el poder, la obstinación de disponer del presupuesto a riesgo de quebrar la economía nacional y su absoluto desprecio por quienes difieren.

No, jamás podría estar al lado de quien promueve un retroceso así, esa transformación no es la que necesita el país y hasta hoy sólo la comparten y apoyan los periodistas comprometidos ideológicamente con su gobierno y los que buscan avenirse a las canonjías del presupuesto federal.

Mi idea de un gobierno comprometido con la gente es acabar con la corrupción, herencia infame del PRIAN, cerrar la brecha de la pobreza generando condiciones de movilidad social para dar oportunidad a los pobres y fortalecer las instituciones a fin de mejorar la precaria estabilidad del Estado.

En los hechos nuestro presidente hace lo contrario ¿Cómo podría aplaudir su concepto de gobierno? Imposible. Seré mal periodista por no acompañarlo en sus acciones de gobierno, sin embargo prefiero ser buen mexicano. Jamás aplaudiré sus desvaríos, mientras representen un retroceso social y un salto al autoritarismo.

Rompeolas

En Veracruz empezó el grito de “reelección, reelección”. López Obrador lo contuvo de inmediato, con el estribillo maderista del “Sufragio efectivo, no reelección”. El punto es que cada vez suena más frecuente ese grito, lo que me hace recordar los viejos discursos previos a las grandes confrontaciones bélicas de la historia: “mientras más se habla de paz, más cerca estamos de la guerra”. Si, veo esa tentación como la mayor amenaza a nuestra naciente democracia.

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El problema no es que cierren o rehabiliten un Centro Social de Esparcimiento (El CAM de Santo Niño), ni siquiera establecer quien tenga la razón, a fin de cuentas los gobiernos hacen lo que les viene en gana e invariablemente en acomodo a intereses por lo regular ocultos. Lo que veo en ese problema es una falta total de compromiso social y manejo de crisis. Se ahogan en un vaso de agua y ni cuenta se dan. Imagine si tuviesen un problema social en serio, quedarían hechos garras ¿Estas de acuerdo, Luis Fernando?.